Esta vez lloré de dolor

Deportes 07 de julio de 2021 Por Víctor Hugo Fux
Fiat
FOTO ARCHIVO Sus inicios con el Fiat 1500 de los hermanos Carlos y Américo Grossi.

Confieso que lloré. Como tantas otras veces, pero ayer el motivo del llanto fue el profundo dolor que me causó la partida de un hombre al que respeté como ser humano y admiré como deportista.

Lo hice a lo largo de su trayectoria, por inmensa felicidad en cada uno de sus triunfos, en una época que el país se detenía para seguir su excepcional campaña en la Fórmula 1.

También por impotencia y amargura, el día que abandonó en Buenos Aires cuando la ilusión de festejar en el Gran Premio de la República Argentina parecía convertirse en realidad hasta que la falta de combustible lo dejó a pie en su camino a la gloria frente a su público.

Las lágrimas volvieron a rodar por mis mejillas cuando la injusticia de Las Vegas no le permitió lograr el título que tanto merecía.

Ayer, porque nadie se muere en la víspera, como lo anunciaron varios medios, me corrió un escalofrío por todo el cuerpo en el momento que escuché la palabra "irreversible". Obviamente, nada se podía hacer. La precariedad de su salud, no permitía alentar ningún tipo de esperanzas y la batalla era tan desigual que no otorgaba chance alguna.

Y aunque luchó hasta el final, como lo hizo en infinidad de competencias, con más alegrías que tristezas, porque, es necesario decirlo por si alguien no lo tiene claro, "Lole" fue un ganador, su destino estaba marcado.

No fue campeón mundial por honesto, que nadie tenga dudas. Algunos de sus colegas lo hubiesen pensado más de una vez cuando la posibilidad de asegurar la corona estuvo a un par de metros. Pero la  honestidad, grandeza y caballerosidad deportiva de Carlos Reutemann se puso de relieve, como siempre, en aquella carrera disputada en la playa de estacionamiento del Caesars Palace, un hotel que permanecerá grabado a fuego en la memoria de los argentinos.

Mi relación con el último gran ídolo del automovilismo de nuestro país y uno de tres más grandes de la historia, privilegio que comparte con el incomparable Juan Manuel Fangio y José Froilán González, se inició en mi época de estudiante primario.

Reutemann, en aquel lejano 1965, realizaba su primera experiencia en la competición sobre un Fiat 1500 que le confiaron los hermanos Carlos y Américo Grossi, concesionarios por entonces de la marca italiana.

A mis 12 años, me cautivó el paso de la berlina frente a mi casa, ubicada al lado de la Capilla Nuestra Señora de Pompeya, con el santafesino al volante y recorriendo un improvisado circuito, que tenía su punto de inicio en la calle 25 de Mayo, donde tenía sus talleres la firma Grossi, para seguir hasta Bolivar, girar hacia la derecha hasta Arenales, continuar por la tierra para retomar el adoquinado en Carlos Pellegrini y completar la vuelta, que era fundamental para que el genial Antonio Mele y los integrantes de un gran equipo puedan extraer conclusiones.

En la última entrevista que le realicé, hablamos exclusivamente de automovilismo. Fue algo muy semejante a un condicionamiento, porque no tenía la menor intención de abordar temas políticos, como había sucedido -me lo advirtió claramente- en aquella noche de festejos del Club Atlético, cuando tuve el honor de presentarlo.

Reutemann era muy especial. No era de sonrisa fácil, pero tuve el placer de "arrancarle" varias, particularmente durante un encuentro en la FeCol de Esperanza, cuando se acercó de manera espontánea al stand del Diario La Opinión, siendo Gobernador de la Provincia, para dialogar con este cronista, frente a un testigo que dejó una huella bien profunda en un deporte motor que lo tuvo como protagonista en la época dorada de las cupecitas: Marcos Ciani.

Hoy lo quiero recordar a "Lole" en este tiempo de inmenso dolor como un auténtico grande, que me distinguió con su respeto. El mismo que sentí por él desde aquel primer día que pude admirar al "Milqui" levantando una densa polvareda cada vez que aceleraba en su tránsito por calle Arenales.

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