Irlanda: Argentinos fundaron un club de rugby y ‘exportaron’ los asados

Deportes 31 de marzo de 2020 Por REDACCION
Y ahí se encuentra Andrés Villar, ex jugador de CRAR, actualmente en Dublin Dogos y director deportivo de dicho club. Compartimos un interesante informe.
Andrés Villar, radicado en Irlanda desde ya hace unos diez años, es uno de los jugadores surgidos en CRAR que dejó su huella en el club rafaelino, siendo integrante de aquel plantel que lograr el primer ascenso al Torneo Regional del Litoral por el 2008. 
En las últimas horas, el diario La Nación de nuestro país publicó un interesante informe sobre Dublin Dogos, club fundado por argentinos en dicho país europeo y del cual Villar, más allá de ser jugador, es director deportivo. 

Convivir con el desarraigo. Encontrar un lugar siendo extranjero. En eso pensaron estos argentinos que, como tantos otros, eligieron desarrollar sus vidas en Europa. Y a partir de una búsqueda personal, de un deseo sencillo, hace tres años gestaron una pequeña revolución en Irlanda. En una nación de enorme tradición rugbística, ellos crearon un club que respeta los hábitos de su país y que hoy tiene más de 60 jugadores.
A Gonzalo Sáenz, el amor lo atrapó en la adolescencia para irse a España con Ana, hoy su mujer y madre de sus dos hijos (Mora y León). A Diego Menéndez, la crisis de 2001 le cerró las puertas de su propia Argentina, pero la ciudadanía británica se las abrió para un porvenir distinto.

Ambos llegaron a Dublín hace 10 años. No se conocían, pero tenían al rugby como afición en común. Y esa pasión iba a unirlos para desarrollar su proyecto desde un simple equipo de seven: fundar un club de rugby, al que decidieron bautizar “Dublin Dogos”. “Se llama así por un club de Esquel, Chubut, que lleva ese nombre y que siempre me gustó. El dogo es una raza de perro que tiene fuerza y garra. Además, aquí, en Irlanda, no la conocen. Les hemos mostrado fotos y los encanta”, explica Sáenz, porteño criado en Villa La Angostura, Neuquén, y mentor de la denominación de Dublin Dogos. “La idea de crearlo surgió con Diego [Menéndez], Rodrigo Maruso y Adrián Belardo. Además de por querer jugar al rugby, lo fundamos por las ganas de tener un lugar que fuera un punto de encuentro entre compatriotas. También, para darles una posibilidad de jugar y para que fuera un apoyo para la integración a la sociedad de Dublín”, añade.

La experiencia de Menéndez en el Viejo Continente deja en claro la necesidad que ambos sentían de hacer lo que hicieron. “Jugué en otros clubes en Europa y cuando uno está acá no se siente en casa, no se siente parte del club, simplemente porque es de afuera. Si bien a uno lo tratan bien, toma su tiempo sentirse como en casa. Por eso, también, la idea del club”, argumenta el oriundo de San Isidro.

Dublin Dogos apareció en diciembre de 2016. Y lo hizo para quedarse. Creció de tal manera que, en septiembre siguiente, tras nueve meses de captación de jugadores y de adaptación, ya competía, en la división 3 de la liga de la provincia de Leinster. “Es amateur, la categoría más baja de todas. Se empieza por ella, pero es muy competitiva. El objetivo es ir ascendiendo con el paso del tiempo”, afirma Andrés Villar, otro de los argentinos que se fueron a Irlanda, en su caso, en 2010 para estudiar. Además de jugador, es el director de rugby del club.

Y el proyecto siguió creciendo: hoy cuenta con 60 jugadores. “Tenemos dos equipos. El competitivo es el que participa en la división 3, en el que ponemos a los mejores jugadores, con objetivos deportivos: desarrollar el modo de juego, ganar y desarrollar jugadores. Y tenemos un equipo social. Quien quiere jugar al rugby, puede sumarse y a jugar en él. La idea con este segundo grupo -y eventualmente con un tercero- es que, aunque alguien no haya tocado nunca una pelota de rugby en su vida, se sume y juegue. Nosotros nos tomamos el tiempo de enseñarles a los que están en esa situación las cosas básicas del rugby. Ellos juegan una liga social, y está bueno: hay chicos que jamás jugaron, están aprendiendo y se divierten mucho”, detalla Villar.

Los fundadores del club hablan de la de Irlanda y la de Dublín como sociedades abiertas, pero a la vez coinciden en que es complicado ingresar a un club local. “Es difícil, y sobre todo a los más antiguos y tradicionales, porque al haber chicos que jugaron juntos desde niños, cuesta entrar y romper esa estructura, y más aun si se es extranjero. Por eso la idea de Dublín Dogos va más allá de una pelota ovalada”, sostienen entre ambos. El caso del club de los argentinos es el opuesto: no sólo forman parte jugadores de su mismo país, sino que las puertas están abiertas para todas las naciones. “Cuando nos establecimos sumamos a algunos compatriotas y se empezó a conocernos como ‘el equipo argentino’, pero enseguida dijimos que no era un equipo formado sólo por nosotros, que justamente nuestra idea era integrar. Además, con el contexto de que acá, cerca de Irlanda, tenemos el Brexit y ese muro a la inmigración, nuestro mensaje es el contrario: estamos en favor de la integración. Rápidamente pusimos énfasis en eso y por suerte fueron sumándose jugadores de otros países. Hoy en día contamos con chicos de 17 nacionalidades”, dice Sáenz.

“One club, all countries” (un club, todos los países), reza el eslogan del club en su página de internet. Es así: intenta captar jugadores de cualquier lugar del mundo. “Las formas de búsqueda son variadas: posteos en redes sociales; en las páginas de sudafricanos en Irlanda, de franceses en Irlanda; contar en universidades y embajadas la existencia del equipo para que ciudadanos de otros lugares vean que existimos los dogos y que, si ellos quieren venir a jugar, pueden hacerlo. De esta forma tuvimos muchísimas llamadas de jugadores que se acercaron, y algunos, muy buenos”, enuncian. Otro método de reclutamiento es el boca en boca; así fue como se enteró Will Hansen, de Australia. “Vine a Irlanda hace 18 meses y soy amigo de Andrés Villar”, apunta Hansen, que fue elegido capitán del primer equipo y disfruta mucho de lo que se genera en Dogos. “Me encanta la atmósfera que hay en la cancha y fuera de ella entre todos los que formamos parte del club. Me gusta mucho la onda positiva que está siempre”, se complace el oceánico.

Y queda en el aire una pregunta inevitable: ¿cómo se comportan los locales con los argentinos? ¿Los consideran “sudacas”? “Los irlandeses son gente muy respetuosa. No nos discriminan. Y menos con la historia de maltrato que sufrió su población históricamente. Entonces, son tolerantes en muchas cosas”, valora Villar. Además, agrega que la unión de rugby de la provincia de Leinster está muy contenta con Dogos por su crecimiento a pasos agigantados: “Al principio no nos tenían fe, pero de repente se encontraron con un equipo nuevo que se anotó y que empezó a ganarles a equipos antiguos y tradicionales. Entonces, de a poco fuimos ganándonos el respeto de todos”. Tanto es así que el club ya cosechó su primer trofeo, Madden Cup, aunque con un sabor amargo, según dicen: “Íbamos a jugar la final, pero por la suspensión de todas las actividades por el coronavirus, la decisión de la unión fue consagrarnos campeones a los dos. De todos modos, podemos decir que sí, que ya logramos nuestro primer título”.

Tan bueno es el vínculo que hasta irlandeses mismos van a jugar al club fundado por los argentinos. Uno es Shane Dempsey, que llegó a Dublín proveniente de Athboy, una ciudad del interior del país, con la experiencia de haber pasado por unos cuantos equipos. Varias cuestiones lo agradan. “El club está creciendo muy rápido en lo competitivo; eso es lo que más me gusta y me motiva. Otra cosa que me encanta es la cuestión social, como el asado después de los partidos”, se entusiasma. Hansen y Dempsey destacan que formar parte de Dublin Dogos es una gran experiencia como para conocer gente. “Nos encantó conocer a argentinos. Ahora queremos ir a visitar su país, por las cosas que nos cuentan”, coinciden. ¿Por qué les caen bien? “Los argentinos están locos, son muy graciosos”, creen.

Dogos, entonces, es todo un proyecto de integración al país mediante el deporte al que estos argentinos más aman. A diferencia de los clubes locales, ellos quieren avanzar con algo distinto, más social. Y unos cuantos irlandeses se sintieron identificados con la propuesta. “Los vínculos sociales no son tan fuertes acá como lo son allá. Si bien existen los terceros tiempos, no tienen el espíritu de los de Argentina”, describe Villar. Pero Dublin Dogos inculca esa integración con invitaciones, con asados compartidos con la gente que los va a ver, los sus amigos y también los rivales. “A los irlandeses los encanta el asado. Si les damos una bondiola se vuelven locos”, celebra Villar.

Aunque unificador, el rugby no es igual en todo el mundo. Hay diferencias en el estilo de juego, por ejemplo. “Allá es un poco más físico y acá es mucho más dinámico, se mueve más la pelota. Pero desde mi punto de vista los dos son excelentes”, compara Villar. Más distancia hay en el aspecto disciplinario. “El respeto al rival y al referí es mucho mayor aquí”, asevera el director de rugby del club.

Un club que, como todos, necesita un espacio poder desarrollarse deportivamente, para que sus integrantes jueguen y se entrenen. Actualmente Dogos paga un alquiler anual por una de las canchas de una entidad del centro de Dublín, Monkstown FC (“un club muy lindo, con uno de los mejores y más antiguos campos de rugby de Irlanda”, puntualiza Sáenz). A los argentinos que llevan adelante esto no les alcanza del todo. Ellos son ambiciosos. “Todavía faltan algunos años, pero queremos tener nuestra propia cancha. No es fácil, sobre todo porque en Dublín hay precios inmobiliarios muy altos. Pero hay opciones más económicas en las afueras de la ciudad. Es una de las ideas que nos planteamos a futuro”, anhelan.

Para eso necesitarán reunir fondos. Algo no tan fácil en los comienzos, pero el club cuenta con diferentes ingresos. La mayor parte de ellos llega por patrocinadores y por las cuotas anuales que abonan los jugadores; también son organizados eventos y fiestas, que aportan entradas menores. Algún día, con las cuentas muy consolidadas, Dogos dará pasos más grandes. Por lo pronto, los sueños ya lo son. “En primer lugar queremos establecernos. Para más adelante queremos tener rugby infantil y femenino, y que el primer equipo llegue a la categoría máxima”, proyecta Diego Menéndez, uno de los dos fundadores. Pero no terminan ahí los deseos. Y ellos no los guardan: “Queremos expandir a Dogos a grandes ciudades del mundo, como Londres, París y Nueva York. Son ciudades en las que hay muchísimos argentinos y, como acá, gente de todos lados que necesita encontrar cierta pertenencia social. Un lugar que sea como su casa. ¿Y por qué no pensar también en instalar a Dogos en Buenos Aires?”.

Suceda o no en su momento, ya lo conseguido por Dublín Dogos conmueve a sus padres. “Siento orgullo de haber armado algo tan lindo y lejos de mi casa; jamás lo imaginé. Junto a mi mujer y mis hijos, esto ocupa todo mi tiempo. Me dio mucho en lo emocional, amistades, y también me abrió muchas puertas como profesional”, enfatiza Menéndez. Para Sáenz la sensación es similar: “Es un gran proyecto. Es mi tercer hijo; mi mujer puede dar fe de eso. Ponerme la camiseta del equipo que creé es increíble”. Dicho a casi 11.000 kilómetros de su tierra, suena aun más fuerte.

REDACCION

Redacción de Diario La Opinión de Rafaela
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