El último. Mi reflexión

Información General 12 de noviembre de 2022 Por REDACCION
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16-EL ÚLTIMO

Por Susana Rizzotto - La violencia, es lo que resuena en mi mente luego de ver la obra El Último, con una dramaturgia excelente y una dirección impecable a cargo de Marcelo Allasino; y una gran calidad en las actuaciones de Agustín Keller y Marcelo Gieco.
Una vez más, Allasino nos pone de cara a temas tan fuertes y difíciles de abordar.
La violencia se deja ver desde el principio de la obra, de manera sutil, pero muy presente.
El mensaje enviado sin recibir respuesta. La espera de alguien que desea sentirse amado.
Creer que tenemos el poder de manejar situaciones que exceden los límites que se suponen ya establecidos.
Sentirse dueño de otra persona.
Esperar más de lo que es...
El último, una obra que deja al desnudo la vulnerabilidad de los sentimientos, la fragilidad de la mente, el perder el control y la razón.
Una poética de representación impecable.
La escenografía, una habitación, una cama, un velador encendido, una TV de pequeña dimensión, un gran ventanal con cortinas en las que se proyectan imágenes que se ven distorsionadas por los pliegues de las telas, y representan una realidad que no es, una historia de amor que no existe.
Una guitarra... Un micrófono. Música interpretada en vivo.
Una mente que piensa demasiado, representado de una manera fascinante, dejando el humo de un cigarrillo enredado en el cabello.
Una persona que no es escuchada, otra que no le interesa escuchar.
La corporalidad de los actores, excelentemente coordinados y dirigidos, la música frenética, la excitación de uno al momento previo y durante el encuentro sexual, y la activación del otro solo en el momento sexual cumpliendo con su trabajo. Las luces sincronizadas a la perfección.
El beso representado con una flor que se rompe. Una flor de papel, una flor no real, un beso no real.
La contraposición de imágenes y acciones... El joven que habla de la sensación de estar muriendo, el hombre maduro, que se encuentra desesperado en la habitación.
Una acción repetida a modo looping, cargando con un cuerpo que cada vez aparece con menos ropa, muy al estilo Pina Bausch, representando los tantos casos de violencia, que se repiten una y otra vez.
La necesidad de enmarcar una relación según la establecido, visible socialmente.
¿Qué somos? ¿Cómo definimos una relación? ¿Qué definición le queremos poner?
La soledad, la necesidad de sentirse amado, comprar un cuerpo que se deja amar, un cuerpo disponible, que se convierte en objeto.
Los cuerpos como objetos.
¿Qué es lo que nos hace pensar que el otro nos pertenece?
La escena final: amar, desear, odiar, sufrir, abrazar, golpear, besar, matar, matarse. Atravesar esa delgada línea de lo que creemos que nos hace bien, creer en un amor ficticio, la falta de contención, la falta de comunicación, el consumismo, la invisibilidad.
El amor mal entendido.
¿En donde está la falla?
Sin dudas, la falta de educación es una de ellas.
Quedó llena de interrogantes.
Hay temas de los que no se hablan, es momento de empezar a hablar. La historia de los silenciados debe tener voz, si el estado no se encarga, pues entonces que sea a través del arte.
“Mis palabras”, “El último” las dos obras más recientes de Marcelo Allasino que hay que ver.   

REDACCION

Redacción de Diario La Opinión de Rafaela
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