Estación Romilda: recuerdos que son letras

Información General 18 de febrero de 2020 Por Ricardo M. Fessia
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TAPA./ Presentación de la última obra de Peretti.
TAPA./ Presentación de la última obra de Peretti.

I- No me tomó por sorpresa esta obra de nuestro coterráneo ya que sabía de algo que se estaba urdiendo en esa calva sesera que no para ni reconoce vacaciones. Pero si debo reconocer que la reconfortante satisfacción con sabor a encanto me vino tanto por el tema como por la forma. En las caniculares jornadas de los estertores del 2019 ganó la calle “Estación Romilda”.
Estamos ante otra entrega de quién ha hecho todo el cursus honorum en el campo de las letras. Como precoz e insolente ensayista por las “aulas del Normal”, como cronista iniciado con especialización “en lo que sea” en “La Opinión”, iniciado comentarista deportivo colgado del tejido de alguna de las canchas de los equipos de la Liga Rafaelina y hasta en la elaboración de un decreto de mero trámite en la Cámara penal, siempre bajo la espartana mirada de Omar Vecchioli.
II- No deberán tomarse estas pobres líneas como propias de la crítica literaria, género nacido cuando el Marqués de Santillana escribe “Proemio e carta al condestable don Pedro de Portugal” que luego cultivarán y perfeccionarán Manuel Milá y Ramón Menéndez Pidal. Deberá reunir el crítico las virtudes del buen gusto y la ductilidad del buen pendolista que le facilite la redacción de manifestaciones razonadas y sostenidas en fundamentos sólidos sustentados en la razón y la lógica que le brindan sus robustos conocimientos de lingüística, estética, métrica, entre otros elementos. Todos ellos cantan ausente ahora.
III- La sorpresa por la forma refiere a que nunca antes había intentado con el libro de bolsillo o pocket como algunos llaman. No siendo muy amigo de este formato, debo confesar que se presenta simpático y rendidor. De cual se puede pregonar aquello de “para el bolsillo del caballero y la cartera de la dama”.
IV- En otra oportunidad de balbucear algunas ideas de otro trabajo, decía que Peretti era un escritor urbano con una acendrada tendencia a lo barrial. Con esta obra ferrocarrilera trata de salir y lo alcanza en su mayor medida, pero en esa lucha interna, no puede lograr soltarse definitivamente y algún vestigio de la barriada lo asalta y no evita su referencia. El almacén de la Susana es fiel e incontratable reflejo.
Con desafío a la imaginación se lanzó en la creación de una aventura en donde nada se puede prever. A partir de un pueblo que no existe más que en la imaginación del autor y cuyo centro de vida es la estación del ferrocarril, ese
vigoroso medio de comunicación que en los primeros tiempos su nervio mismo, su ventana al exterior, donde la llegada de la formación era siempre aguarda por algún vecino, sea por la llegada de un pariente o por algún objeto que ansiosamente se esperaba.
La trama que surge a partir de un fenómeno natural genera consecuencias impensadas en donde no está ausente de puja política con cierta pátina de traición a la fidelidad de conducción de gobierno y el juego de otros tantos personajes. Todos ellos, un poco más o algo menos, seguro nos recuerdan a vecinos que hemos conocido sea en forma personal o en los relatos de nuestros mayores pero que están en algún rincón de nuestra memoria.
La galería de personajes, con distinta participación, es nutrida. Partiendo de “Tato” García, ese intendente que no para de trabajar y proviene de la cantera de la UCRI –cualquier parecido con la realidad es mera casualidad-, hasta el médico, el
secretario de Servicios públicos, el infaltable comisario –para la oportunidad de apellido alemán, dando así espacio a una corriente inmigratoria muy cercana a la piamontesa- y los distintos dependientes de la propia estación. Todos ellos
conforman un verdadero ramillete variopinto de seres que alguna vez existieron.
De inmediato me invadió el recuerdo de cuando acompañaba a mi padre “al Mitre” para buscar alguna encomienda que venía de Buenos Aires y lo veía a Miguelito traqueteando con esa enorme y pesada carretilla que forma parte del paisaje del andén.
El caminar por la vida le ha permitido de una u otra forma recoger perfiles humanos que vuelca en sus escritos. Pero no solo estos seres sino que circunstancias y otros acontecimientos. La trama, que no adelantamos, está plagada de sorpresas echando mano a nuevos recursos, tal como un par de muertes, acontecer que nunca antes había relatado.
V- Propio de un hombre con valores, la creación forma parte de un agradecimiento a sus mayores. El nombre de la novelesca estación es el de su abuela paterna Josefa Romilda Cremona. En la portada se incluye una curiosa serie de fotos que puede no entenderse, más para los jóvenes. Es la copia de prueba que hacían los fotógrafos para sus clientes de forma que ellos puedan elegir la que más gustaba para hacer las fotos definitivas. Están los abuelos, el padre y el autor.
Como en las últimas entregas, el diseño esta a cargo de Alan Pruvost que incluyó en la contratapa un dibujo de un cochemotor.
VI- Con su particular pluma, hecha a imagen y semejanza del autor, es decir, la mano es la prolongación de su alma, logra algo esencial: que el acto de leer enriquezca el presente y vuelva real el pasado de forma que, como decía Fournival, el libro, no el lector, conserva y trasmite el recuerdo.
Si todo fuera ello, sería bastante. Pero también nos hace vivir juntos a sus personajes.

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