La silenciosa ciencia del hacer en la Argentina

Notas de Opinión 27 de mayo de 2022 Por REDACCION
La capacidad de la ciencia local está a la altura de los grandes hallazgos de la humanidad moderna.
06-Raquel Chan

Por
Lic. Marcos J. Delfabro


Hace muy poco, pero como fruto de años de trabajo, se produjo uno de los hechos más trascendentales en la ciencia genetista moderna: identificar un gen que implantado en cultivos extensivos permite hacerlos más resistentes en condiciones de estrés hídrico. Y todo esto sin alterar el equilibrio ecosistémico ni la salud de la población y fauna, receptivos de semejantes avances. Por el contrario, con esta tecnología se asegura mayor producción para la cada vez más superpoblación mundial, también un mejor aprovechamiento de aguas por cuanto cultivos como el trigo o la soja racionalizan la absorción del líquido elemento, al tiempo que reducen notoriamente la huella de carbono, ralentizan la proliferación de malezas gracias al sombreado de suelos en períodos de sequía y consecuentemente realizan un mayor control ante la erosión de tierras.
Y todo esto con el sello del silencioso talento argentino que, como muchos, dedican su experiencia, pasión y empuje frente a verdaderos molinos de viento burocrático, para que todo avance y llegue a un futuro haciendo historia. Más de quince años de investigación le llevó tomar luz a este descubrimiento bajo la coordinación de la Doctora Raquel Chan, directora del Instituto de Agrobiotecnología del Litoral, perteneciente a la Universidad Nacional del Litoral, y en coordinación con el Conicet y la empresa también argentina Bioceres. Innovación validada por los principales centros productivos y de consumo del mundo, Brasil hizo punta aprobando hace meses la incorporación del trigo HB4 y sus derivados de producción, seguidos por Australia, la enorme China y otros mercados en imparable réplica de lo avalado por los principales polos de consumo global.
Hasta acá la información. Pero los hechos de fondo y síntesis permiten recorrer el origen y su destino en dos realidades que deben ser plausibles bajo todo análisis. La capacidad de la ciencia local a la altura de los grandes hallazgos de la humanidad moderna (sin exageración alguna) requirió de tremendos talentos “cultivados” en nuestras tierras bajo el reflejo de instituciones serias como Conicet, Senasa, INTA, universidades y centros de investigación local. Y con la suficiente visión de sumar en una asociatividad público/privada a empresas de gestión argentina. A Dios gracia las mezquindades políticas, partidarias y oportunistas no advirtieron este huracán sin ruidos pero con fuerza arrolladora que se iba gestando durante casi dos décadas. Y digo esto porque tal vez todo tuviera otro final si estas maravillas tecnológicas, se hubiesen visto manoseadas por la sed de una política barata, de todas las banderas y bancas, de una cada vez más inservible clase dirigencial que todo lo que toca lo arruina.
Lo reafirmo: no tengo dudas que estos resultados son en parte gracias al silencioso quehacer de la ciencia de manera autónoma y con organismos públicos respetados, no partidarios repletos de panfletos ideologizados de vetustos axiomas. Estoy convencido que, y aunque parezca un sinsentido, estos logros se potenciaron gracias a que los señores de traje con miles de asesores y caras sonrientes en los carteles electorales, no se dieron cuenta que allí había algo para carronear y desangrar para sí y para dadivosos planes tan eternos como sus ambiciones, tal cual peligrosamente intentan hacerlo con el hallazgo de Vaca Muerta.
Administraciones políticas embrutecidas y corto de miras ocupadas no en el bien común sino en su proyección vitalicia repleta de fueros con sentido más bien deportivo a la conquista de bancas cada cuatro años, levantando vaya a saber qué copa en qué mundial de países con mayor corrupción. Y en eso sí que somos campeones natos. El silencio de los grandes, la mejor vía de escape a la voracidad de quienes ven blancos en los hallazgos y presas en sus gestores. Temores confirmamos cuando se desgarraron sueldos a los institutos de investigación y cuando se intentó ahondar incipientes aromas de colonización partidaria en ellos. De todas las administraciones y para todos los disgustos.
Sin embargo, un ejemplo de cuando las cosas se hacen bien caminando en silencio y sin hacer crujir las duras tablas de la inacción, fue aquel que en 1965 y bajo las luces del Canciller de carrera Miguel Ángel Zabala Ortíz lograra la aprobación en la Asamblea General de la ONU de la Resolución 2065 según la cual se reconocían los derechos nacionales sobre las Malvinas, uno de los mayores éxitos de la diplomacia de elite argentina y garantía de que el talento descalzo (y muchas veces escaso de recursos) pero organizado, con sapiencia, integrado y con reales aspiración de trascender por el bien común siempre confirman que el premio es mayor al riesgo en su promesa de alcanzarlo.
Así también lo refleja el tremendo logro de una diplomacia silenciosa y efectiva que también obtuvo el reconocimiento de la ONU sobre la soberanía en un mayor límite exterior de la plataforma continental del país equivalente a un tercio de la superficie nacional sobre la mar.
Logro alcanzado por un trabajo articulado conjunto de casi veinte años por parte de equipos técnicos, científicos y jurídicos bajo el accionar profesional de una Cancillería de base con carrera diplomática de años, independiente y en las antípodas de puestos políticos jerárquicos de ocasión y “anglo-analfabetos” en las artes de la gestión proactiva de representatividad exterior que hoy sufrimos.
Bien sabido es que nuestro país, con excepciones como las descriptas, no cuenta con políticas de Estado que alienten el diseño de un futuro con matriz sólida y horizonte determinado. La Ciencia hoy, con su seriedad y visión estratégica materializada en logros de verdadero tinte revolucionario, resulta una inspiración para aquellas nuevas generaciones de “votados” aún no botados por el sistema de listas sábanas prestas a cubrir una democracia agonizante luego de su último suspiro de oportunidad, hoy lastimosamente lacerada con sus vergonzantes miserias.
Pero ojo, también la población votante perdona cada vez menos la inoperancia de sus gobernantes (pese a que aún le cueste desprenderse de la seducción populista y dadivosa sin merecimientos), y en los ejemplos como los que el arte de la investigación hoy nos entrega, además de muchas otras perlas de argentinidad verdadera, tiene un espacio del que respirar, imitar y motivarse para seguir haciendo mañana, como la ciencia… como la silenciosa ciencia del hacer nos lo demuestra cada día.

* Productor agropecuario

REDACCION

Redacción de Diario La Opinión de Rafaela
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