Todo se fue dando a partir de algunas conversaciones telefónicas que permitían conocernos en ese intercambio de información personal y profesional. Se sucedieron esos diálogos intentando el encuentro para lograr la entrevista a la que se le interponían algunas vicisitudes cotidianas e imprevistos involuntarios. La señora Ramona Galarza un día ya no estaba para poder preguntarle en esa visita que ella había pedido expresamente concretar. Entonces, esta edición merece recordarla y brindarle el homenaje merecido. Podemos dedicarlo como una cuestión de género compartida: mujer y chamamé.

Raúl Alberto Vigini

[email protected]