Sensaciones y sentimientos

Sociales 26 de enero de 2021 Por Hugo Borgna
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PENALES, TARJETAS
ROJAS Y VAR
Los que tenemos habilidad con los pies sólo para caminar envidiamos a los virtuosos que en una cancha de fútbol consiguen frenar la pelota en un punto, o hacer movimientos engañosos con el pie, gambetear con gracia de bailarín de ballet y/o hacer que la pelota dibuje una rara parábola y entre con arte y elegancia en un arco.
Nosotros, que no tenemos tantas virtudes pédicas (aunque solemos caminar sin demasiadas caídas las pérfidas veredas) sentimos un poco de admiración (de verdad, lo que sentimos es envidia, y no de la “sana”) hacia los futbolistas que hacen esas jugadas con la mayor naturalidad.
Asumiendo que no sabemos ver si las individualidades están haciendo bien su trabajo, y solo concluyendo que un equipo “domina” cuando pone jugadores en el campo contrario, necesitamos que nos acompañen a mirar fútbol los hombres sabios que sí lo saben.
Es cuando llegan las sorpresas y nuestras convicciones empiezan a vacilar.
Una situación: el delantero lleva la pelota dentro del área grande; el defensor le aparece de costado, lo desplaza con el cuerpo y además lo empuja haciéndole perder el control de la pelota. Nosotros, untados con el reglamento, recordando que prohíbe “hacer contacto” en esa zona y que el delantero iba con posibilidad de hacer el gol, pegamos el enérgico grito: ¡penalazo! El hombre sabio que está mirando junto a nosotros pone expresión dubitativa mientras el comentarista opina que si bien lo “tocó” dentro del área, esos son penales “que no se cobran”.
Otra situación: el jugador está por crear una situación de gol. El defensor desde atrás lo “barre” sin necesidad de escoba; recordamos la disposición del reglamento que determina la expulsión cuando la intención es solo derribar al jugador, y nos sale bien de adentro el grito del novicio en fútbol: ¡expulse, árbitro! El hombre sabio que nos acompaña pone su perenne expresión dubitativa y no dice nada, mientras el comentarista opta por una de estas dos respuestas: si el árbitro le saca tarjeta roja, dirá: “fue apresurado, con una amarilla era suficiente” y si no lo hace y sólo le llama la atención al infractor dirá “fue una falta fuerte, hasta podría merecer una tarjeta roja. Nosotros, tímidamente decimos que esas infracciones pueden provocar lesiones serias y que entre jugadores (compañeros de trabajo, también) no deberían sacudir tanto el físico contrario.
Y el var. ¡el var. Se sabe que es necesario porque muestra claramente la acción sin emitir una sola opinión. Con ese dato objetivo, se cobrará penal o posición adelantada, según los casos. Elimina la posibilidad de interpretación errónea de la jugada y permite sancionar –o no- con precisa justicia. Cosa necesaria en el fútbol, por otra parte.
Muchas veces concuerdan el hombre sabio y el comentarista en la curiosa afirmación de que “sólo son penales para el VAR” y que “es necesario interpretar las jugadas” y el recurso técnico “solamente consigue que el partido se demore” quitándole espontaneidad al partido.
Después de pasar por esas situaciones, el exnovicio ya se ha recibido de experto mirador de partidos y concluye en la opinión, aunque no la dice, de que el fútbol necesita más apoyo en el reglamento (que para eso se estableció), que el físico del jugador debe ser protegido, que la lealtad deportiva es mucho más que solo una frase declarada, que no se debe premiar el juego brusco con excesiva tolerancia, y que los juicios de valor no deben tener en cuenta solamente la “simpatía” por un equipo o un jugador.
Y finalmente el ex novicio llega a una conclusión. Definitiva, clara y rotunda.
Que no está debidamente preparado para mirar fútbol.

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