En busca de… María Alba Bovisio, docente e investigadora

La Palabra 05 de abril de 2020 Por Raúl Vigini
Cuidar la imagen Con la historia como interés y motivación personal desde niña, su camino elegido para formarse profesionalmente fue el de las artes. Egresada de la universidad pública, emprendió su labor docente a la vez que desempeña además una intensa tarea como investigadora con el propósito de visibilizar las culturas originarias en sitios ubicados en la geografía de nuestro país. Sus intenciones precisas en darle cabida al patrimonio de los pueblos del noroeste argentino para revalorizar su pasado y valorizar el presente se traducen en ponencias, publicaciones, exposición, entre otras posibilidades de difundir su trabajo, que comparte en este encuentro con LA PALABRA.
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archivo María Alba Bovisio Académica: María Alba Bovisio en el Congreso de Teoría Arqueológica, Goiania, Brasil

LP - El hecho de recibirte y terminar con la tesis. ¿A qué trabajo te lleva?

M.B. - Tuve la suerte de que desde el primer momento me inserté en el sistema académico, entonces desde que era estudiante avanzada de Historia del arte empecé a trabajar en el Museo Enrique Larreta, como guía y en el departamento de educación. Y apenas me recibí empecé a trabajar como docente en la Escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón dando materias de todos los períodos del arte, y entré a la cátedra de Arte precolombino muy tempranamente. Después hubo un sistema de becas que era para iniciarse en la investigación y gané una en Conicet y entré como becaria, aunque me quedé en la UBA. Pero pude entrar tempranamente en el campo de la investigación y ya estaba en la cátedra, gané la beca de perfeccionamiento en la UBA, y pude concursar por un cargo con dedicación exclusiva en la UBA que me permitió darle un sesgo a mi formación que era docencia e investigación en educación superior. Por eso era muy necesario un doctorado para consolidar esa vertiente que había asumido mi carrera. Hice el doctorado. Ingresé en el Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad de San Martín a una maestría en Historia del arte argentino y latinoamericano donde fui convocada. 

LP - ¿Qué actividades desarrollaste en el área de investigación?

M.B. - Después que terminé mi doctorado, al tiempo empecé a dirigir grupos de investigación, justamente tratando de integrar historiadores, arqueólogos y antropólogos. Vinculados al problema de analizar el rol de los objetos y las imágenes que están asociados a espacios rituales, o cúlticos, tanto objetos arqueológicos como etnográficos. Hay gente que está trabajando en sitios, y en mi caso trabajo con colecciones. Es un equipo de investigación que funciona como un programa que tiene un eje central que es NOA, objetos e imágenes y el rol que cumplen en relación a las cosmologías que estaban vigentes en esa sociedad. 

LP - Una vez realizado el estudio, ¿cuál es el destino de esa información?

M.B. - Cuando recibimos un subsidio de cualquier institución que financia investigación científica, la idea es y tenés que hacerlo, que eso se difunda. Esté terminado o durante. En realidad, uno nunca termina y vas llegando a conclusiones provisorias. Tiene varios destinos, por un lado, a medida que la investigación se va desarrollando, todos los investigadores tenemos obligación de hacer presentaciones a congresos y publicar. El rubro de difusión implica publicar entrevistas especializadas, uno va viendo dónde, presentar en congresos nacionales e internacionales y eventualmente si tenés los fondos suficientes, publicar libros. No siempre se puede, pero lo ideal si alcanza el presupuesto es que cada vez que terminás un proyecto, sea con un libro.

LP - Más allá de todo lo erudito y lo académico que expresaste de tu formación. Desde lo más íntimo, personal, afectivo. ¿qué importancia le das a todo este trabajo que estás haciendo? 

M.B. - Cuando tenía veinte años hice el famoso y mítico viaje a Bolivia y Perú. Me fui en avión a Salta y de ahí empecé todo por tierra. Nunca había ido al NOA, y me había impresionado mucho porque estaba en un ómnibus que iba a La Quiaca, y una señora me habló, y yo no le entendía. Me impresionó mucho porque me hablaba en español, no en quichua, pero muy cerrado. Fue un viaje realmente muy definitivo en mi vida, porque iba obviamente como una joven estudiante de filosofía y letras, con todo el discurso latinoamericanista, y somos todos hermanos latinoamericanos, y lo único que oía es que me llamaban gringa, por mi piel blanca y ojos claros. Entonces es tremendo porque estuve todo el tiempo padeciendo el rechazo, me acercaba en un mercado y veía que lo único que querían era sacarme dinero. Muy fuerte. Lo que me costaba poder hablar con la gente en Bolivia, me afectó muchísimo, y me di cuenta que no entendía nada, que me había construido una historieta en mi cabeza, bien intencionada, pero que no era la realidad, y me provocó un gran interés, y a la vez cuando fui a los sitios arqueológicos, una gran fascinación, esos lugares, esos objetos, y podría haberme orientado a algo más antropológico, porque lo que intentaba era entender a la gente, pero también me interesó mucho entender la historia de la Latinoamérica indígena realmente. Como además me estaba formando en Historia del arte me interesa mucho los objetos de “arte” y me interesan las imágenes, y me interesa mucho por qué el hombre desde que es hombre necesitó las imágenes. Porque pensá en el arte rupestre más antiguo, aparece el homo sapiens y él hace imágenes, y necesita imágenes. Y siempre fue un tema que me fascinó. Entonces volví con la firme determinación que me quería dedicar al arte prehispánico en ese sentido, fundamentalmente para entender. Porque sentí en esos objetos que a mí me era muy sencillo entender del arte europeo y podía dialogar a nivel sensible en esos años fácilmente con ese arte o con el arte contemporáneo.

LP - ¿Para entender vos y para que entendamos los demás también?

M.B. - Primero lo pensé para mí porque ahí tenía veinte años, pero me gustó muchísimo la docencia y empecé desde muy joven a los veinticuatro años y rápidamente fue tratar de este poder abrirse, a pensar, en otras ontologías, y obviamente y soy docente desde hace treinta años, y en ese tiempo creo que nunca concebí la investigación sin docencia. Prácticamente no tenía sentido entenderme solamente yo, sino transmitir y habilitar este mundo que te puedo asegurar que para mucha gente no existe, incluso para estudiantes. Y cuando se da la posibilidad de hacer cosas de difusión como la sala precolombina en un museo nacional es un regalo de la vida para mí. Podemos renovar la sala porque hay materiales muy lindos prehispánicos de Perú y Bolivia, pero quería arrancar con lo nuestro, y también es una manera de valorizar, porque si valorizás el pasado, también estás valorizando el presente de esas culturas, de ese territorio, de esas áreas que son tan sufridas.

LP - ¿Por qué el arte en tu vida?

M.B. - Para mí no fue solo el arte. Fue la historia antes. Me gustó siempre muchísimo la historia. Mi papá era médico, pero era un apasionado de la historia. Era un gran lector, tenía una gigantesca biblioteca, de muchas disciplinas, pero fundamentalmente de historia. De muy chiquita, asumí y me empapé de este amor por la historia. Y, por otro lado, siempre me gustó mucho la pintura, hice teatro desde adolescente hasta joven, y estuve relacionada naturalmente con lo artístico. Lo disfruté mucho. Cuando llegó el momento de elegir no quería ser pintora, tenía una fuerte inclinación más teórica, y la investigación. Siempre me fascinó esta cosa de que el arte y las imágenes están desde el principio de la historia de la humanidad. Era una necesidad ineludible. Y esta pregunta, evidentemente si está cumpliendo un rol central, así como la música que está desde el principio de los tiempos. Porque el arte no es un objeto suntuario.

por Raúl Vigini

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