Sensaciones y sentimientos

Sociales 31 de marzo de 2020 Por REDACCION
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GREENSLEEVES Y LA ESPERANZA
Es seguro que existirá. Nadie puede imaginarse un ámbito compuesto solo de tinieblas.
“Greensleeves” es una canción tradicional inglesa, apreciada en todo el mundo, de una belleza formal pocas veces alcanzada y poesía de sentimientos en la historia que se le atribuye. Su dolida y dulce melodía se desarrolla casi siempre en modo instrumental.
Hagan la prueba, lectores: como es muy fácil ubicarla (en CD o en internet) sentirán que desde las primeras notan Greensleeves (Mangas verdes) atrapa su atención, la acompaña y, finalmente, se guardará en un lugar favorito de su sentir.
“Habrá tal vez un lugar así, pleno de quietud cobijando paz, praderas que en su inmensidad, parecieran brindarnos amor. Murmullo suave de lago azul, sobre el cielo gris se refleja ya la noche que en su soledad traerá nuestra felicidad. Ven, ven junto a mí tendrás esa fe de amar con sinceridad; ven, ven en mis brazos hay un refugio de dicha total”.
Y esta letra ¿de dónde apareció?
No es una traducción literal, sino una adaptación de la idea de lugar ideal que sugiere la canción tradicional, basada en letras que se le aplican desde la Inglaterra del siglo XVI. La letra en cuestión –que titularon Verdes praderas- fue desarrollada por Los Buhos, quienes en los sesenta grabaron en castellano los éxitos de entonces en inglés, tanto de Los Beatles (Ocho días a la semana) como de otros del mismo estilo, como “El juego de llorar”.
Volvamos al origen de Greensleeves. Una leyenda dice que fue compuesta por el rey de Inglaterra Enrique VIII –muy referido históricamente- para su amante y futura reina Ana Bolena, quien rechazaba los reales (en los dos sentidos) intentos del monarca. Pero mejor vayamos a algunos párrafos muy significativos de esa intencionada letra.
“Ay, mi amor que me he equivocado, por manifestarte descortesía. Yo os he amado, oh, tanto tiempo deleitándome en esa empresa. Greensleeves era mi placer, Greensleeves mi corazón de oro, mi corazón de alegría, y ¿quién fue si no mi señora Greensleeves? Mi mano ha estado lista a conceder lo que pretendes y anhelan. Tu falda de seda blanco, bordado primorosamente en oro, tu falda de seda blanco (que) compré de buena gana. Sigo siendo tu amante en cautiverio. Mangas verdes, estás solo. Las hojas han caído, los hombres se han ido. No hay nadie en casa, ni siquiera la dama Verdes Mangas”
Volvamos nuevamente al futuro -es decir a este momento- en que seguramente Enrique VIII no pensó que sería tan evocado, y menos aún por las palabras que se le atribuyen dedicadas a Ana Bolena (“Yo cantaba mis canciones, le dije a mis mentiras que se encuentran entre sus muslos inigualables, (y eso no está bien). ¿No es salvaje, finalmente, ese ejercicio?”)
Ubicados ahora en esta porción de tiempo que engañosamente llamamos “presente”, miramos y escuchamos a nuestro alrededor. Se sigue percibiendo la hermosa canción donde la naturaleza, con su complicidad siempre tan disponible, nos regaló para siempre una sensación gratamente difusa para que disfrutemos sin detenernos en establecer una verdad o un tiempo.
Nos cercó una sorpresiva pausa obligando a la contemplación de inesperadas esquinas, de espacios tan vivos como siempre y ahora en su máximo protagonismo.
Algunos piensan que es solo una percepción, y que la prisa sigue siendo la que ordena.
Otros abren los ojos al milagro y piensan (y no lo dicen) que la realidad es otra.
Que se ha conseguido lograr un tiempo útil para buscar, como a una dama, al amor por la vida.

REDACCION

Redacción de Diario La Opinión de Rafaela
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