La función de las cárceles

Editorial 29 de febrero de 2020 Por REDACCION
Internos de la cárcel de Saavedra siembran y cosechan verduras y ya lograron el autoabastecimiento.
Lo que primero se aprende es que si nos portamos bien, podemos recibir un premio, y por el contrario si nos portamos mal, lo más probable es que nos apliquen un castigo. Si bien todo es materia opinable, lo cierto es que quienes no respetan la ley corren el riesgo de ir a parar a la cárcel, un espacio institucionalizado que en un marco conceptual tiene como objetivo reeducar al detenido o criminal para lograr su reinserción en la sociedad, es decir que cuando recupere la libertad se porte bien. El debate en torno al rol de las prisiones no tiene fin, en gran medida aparece un contraste a primera vista: ¿se encierra una persona para que cumpla un castigo o para que logre su resocialización? ¿O bien con una condena a la cárcel se trata de castigar y resocializar al mismo tiempo?
En este escenario, ¿cómo debe ser una prisión y qué actividades se deben cumplir en su interior para que cumpla con su función? En la Argentina no hay cárceles modelos, sino que la imagen habitual que devuelven es de hacinamiento, de estructuras gastadas y viejas que no cuentan con un presupuesto suficiente para mantener un servicio penitenciario de calidad. 
La consagrada serie televisiva "El marginal" refleja en buena medida lo que acontece en estas unidades penitenciarias, con elevados niveles de violencia, infraestructura altamente deficitaria donde la corrupción hace estragos: presos que inclusive puede continuar liderando bandas criminales con el uso de teléfonos que supuestamente no podrían tener en su poder en las celdas que ocupan. En un país donde la plata no alcanza siquiera para mantener los servicios educativos y de salud, considerados básicos, es algo probable que escaseen los fondos para las prisiones. Entonces, en este contexto de precariedad y crisis permanente, las prisiones argentinas difícilmente alcancen su objetivo de resocializar a una persona que fue castigada por un crimen. La sociedad civil, mientras tanto, reclama -al menos los que tienen una posición más dura- que los prisioneros no transiten su condena sin hacer nada sino que deberían trabajar en distintos proyectos. 
De todos modos, no todo es tan oscuro y hay noticias que merecen un aplauso. Unos 80 internos de la Unidad 19 Saavedra del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB) se desempeñan en la huerta del establecimiento donde cosechan verduras para autoconsumo y abastecimiento integral del penal, en el marco de las actividades laborales que se desarrollan en las cárceles de la Provincia. La cosecha alcanzó los 1.500 kilos este mes, marcando un récord en producción de lechuga, acelga, berenjena, tomate, zapallito verde, zapallo anco, zucchini, ají, pepino, cebolla de verdeo, perejil, albahaca, tomillo y orégano.
El exitoso emprendimiento se da en un establecimiento carcelario que depende del SPB y es coordinado por los agentes penitenciarios Luis Montoya y Gustavo Reser -encargados también de los espacios de quinta y vivero-, bajo la supervisión de la Dirección General de Trabajo Penitenciario. Los privados de libertad fueron capacitados en la elaboración de invernáculos y cuidado de plantines y se dividen las tareas de agricultura.
Comenzaron a fines del año pasado preparando el terreno para el cultivo y la siembra, y ahora se ocupan de la cosecha y el cuidado del espacio. La producción obtenida se destina al autoconsumo de la población carcelaria y del personal penitenciario de guardia y se incorpora exitosamente al menú diario favoreciendo la variedad de las comidas y las dietas especiales a los internos con prescripciones médicas. Montoya explicó que en este momento tienen 19 variedades de verduras y hortalizas en, aproximadamente, una hectárea de terreno, ya que se trata de utilizar cada rincón. Aclaró que el suelo tiene mucha piedra, así que hay que trabajarlo poco a poco, removiéndolo y agregando tierra hasta lograr un suelo fértil y apto para la siembra. Y que una vez cosechadas las verduras, son repartidas en los pabellones y, mayormente, en el sector Depósito de la Unidad que es desde donde se cocina para cada pabellón.
El proyecto forma parte del Programa Incluirte, dentro de los talleres MAS (Mutua Ayuda Solidaria) con conciencia ecológica, impulsado por el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Provincia, con el objetivo de capacitar y generar hábitos laborales en los internos, así como brindarles herramientas que a futuro sirvan a su economía familiar una vez recuperada su libertad. Experiencias similares se desarrollan en las Unidades 10 Melchor Romero, 12 Joaquín Gorina, 14 y 30 General Alvear, 15 Batán y 27 Sierra Chica, entre otras.
Esta experiencia demuestra que hay otra opción a la hora de implementar una política penitenciaria de resocialización. Sería muy positivo que pueda ampliarse a todo el sistema carcelario argentino y que se muestre, lo que ayudaría a modificar la percepción que tenemos de las prisiones muy emparentadas con la imagen que devuelve El Marginal. 



REDACCION

Redacción de Diario La Opinión de Rafaela
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