En busca de… Rubén Suáres, bailarín

La Palabra 14 de diciembre de 2019 Por Raúl Vigini
Construir desde las coreografías Con una vida ligada a la expresión por medio de la danza, ocupó diversos lugares de esta labor escenográfica. Integró formaciones de baile, ocupó las aulas como docente, desarrolló sus ideas para la coreografía, produjo instancias artísticas, y actualmente tiene a cargo la dirección general del Ballet Folklórico de la Universidad Nacional de las Artes que desde la capital del país, recibe, alberga y forma a cientos de alumnos de todas las provincias argentinas. De su trayectoria conversa con LA PALABRA.
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archivo UNA Por siempre: Rubén Suáres adoptó la danza como medio de vida definitivo

LP - ¿En qué lugar estamos?

R.S. - Estamos en Universidad de las Artes -UNA- en el Area de Folklore.

LP - ¿Qué significa este lugar para el trabajo que estás llevando adelante?

R.S. - En principio la facultad es una entidad que está vinculada a la danza y al arte popular. Es el resultado de los antiguos profesorados de danza, el antiguo Profesorado de Danzas Folklóricas que estaba en calle Esmeralda, y así todos los otros departamentos. En su primera etapa fueron profesorados nacionales tanto como la danza clásica contemporánea, después estaba la López Buchardo, también La Cárcova de dibujo y pintura, que duraban más o menos cuatro años en su formación. Todos esos están conglomerados en una sola que es la UNA.

LP - ¿Tu origen con el folklore?

R.S. - Como muchos de los alumnos nuestros, pertenezco a una familia de criollos asentados en el conurbano bonaerense. Mi papá es santiagueño, mi mamá también, ahí está esa genética. Empecé a bailar a los seis años, cuando vi algo que se mostraba en un acto de fin de curso de la escuela primaria, y dije quiero hacer eso. En realidad, me gustaba el arte en general, y creo que es un poco el resultado de lo que hago hoy, tanto en la universidad como en las compañías independientes que dirijo y también en la perspectiva de trabajos que realizo en la facultad dentro de una cátedra. Me gustaba bailar, como lo más natural para una persona como mamá y papá que venían del campo me mandaron a folklore porque había en el barrio. Pero después tempranamente ya a los dieciocho años empecé a tomar las clases de expresión corporal, clásico, contemporáneo, cosa que tampoco era muy habitual hablando en la década de los ochenta, si bien lo tenía un poco más habituado Norma Viola y Santiago Ayala con su perspectiva de ballet folklórico y Marina y Hugo Jiménez, pero nunca tan popularizado como hoy en día. Mi formación como bailarín folklórico empecé a bailar a los seis años, como todos pertenecemos a un grupo de barrio, y ahí las peñas, y también un espacio muy contenedor para los jóvenes. Creo que sigue siendo el folklore y los grupos de ballet como me pasó a mí, cuando era pequeño, que me formó. De tener una actividad vinculada al arte, aunque no te des cuenta, pero te gusta, estás con tus compañeros. Así que ahí empecé.

LP - ¿Qué elegiste para tu formación académica?

R.S. - Fue una casualidad. Yo había terminado el secundario y no me decidía cursar la Escuela Nacional de Danzas que era ese profesorado que te formaba en lo académico con una perspectiva docente y también mucho contenido que tiene que ver con el folklore. Empecé psicología, pero estaba en los pasillos de la facultad buscando dónde se daban clases de danza. Ahí encontré una información a fines de los ochenta, y voy a parar al Centro Cultural Ricardo Rojas que en ese momento era como el Instituto Di Tella. Era encontrarse dentro del centro cultural de la UBA con personas que hacían danza clásica, danza contemporánea, del teatro. Era un cambio cultural, una euforia de un país que políticamente venía con cambios a favor de la democracia. Ahí conocí a Beatriz Durante, mi maestra. Que era una referente de la Escuela Nacional de Danzas, fue la maestra que tuvo junto a Waldo Belloso a la primera cátedra tradicional en esa institución. Ella venía de haber dejado un tiempo por su maternidad, haberse alejado de la enseñanza, y el arte, de la producción. Y comienza un proyecto que era el ballet de la UBA, el UBAllet. Y ahí la conocí, fue mi inventora, mi formadora. Paralelamente a eso dejo la facultad, sigo en la escuela Nacional de Danzas, ya que también había conocido a maestros de danza contemporánea y expresión corporal. Así que ahí hay una formación bastante ecléctica. Ya era la danza, y como matriz primaria de folklore. Y el resto de técnicas siempre las tomé, las estudié como anexo que me acompañaban a generar un producto estético, pero siempre como eje, el folklore.

LP - ¿En qué momento supiste que te ibas a dedicar a la danza como profesión? 

R.S. - No sé si será la pasión que uno pone cuando enfrenta una carrera como ésta, que se hace esas preguntas, pero las respuestas las deja y simplemente actúa y se van dando las cosas. Y un día tenés un pequeño trabajo, a todos los artistas, bailarines, maestros, coreógrafos les pasa algo parecido, y a los actores también. Pero dar clases, el estudio, tener alumnos, eso fue la fuente primaria de ingresos. A partir de la docencia uno tiene como el sustento diario. Eso nos pasó mucho más a los bailarines, porque mucho trabajo de bailarín no había o no hay. La decisión de seguir adelante con esa carrera no sabría decirte si la tomé en algún momento conscientemente. Lo que hice lo hice y afronté las dificultades y las posibles incertidumbres. Pero se va dando, es un poco el consejo que les doy a mis alumnos en la facultad. Que cuando hay pasión, cuando hay ganas de hacer, una cosa va construyendo a la otra, y otra, y otra, y un día te convertiste en un profesional siempre que aportes a la responsabilidad y a cursar esta carrera con todo lo que significa.

LP - ¿Qué se dio primero, tu llegada a la facultad o la producción de grupos de danzas independientes? 

R.S. - Acepté a ser coreógrafo o maestro del elenco en el año mil novecientos noventa y nueve cuando preparando la propuesta de un amigo en común, como mi formación había sido con Beatriz Durante, una mujer que estaba vinculada más a lo teatral, a las giras, y no a los concursos, este amigo me propone montar algo para su gente, para su grupo. Y presentamos un trabajo que armamos y ganó Cosquín la pareja de baile, en el dos mil gana el grupo, entonces ese comienzo temprano como coreógrafo se da hace veinte años. Pero yo ya venía dando mis clases, preparando grupos. Fui asistente del ballet de la Escuela Nacional de Danzas. Hacía estas búsquedas creativas con el elenco de un amigo. Como que todo iba dándose casi al mismo tiempo.

LP - ¿Qué proyecto tuviste cuando ingresaste a la UNA en el tema del ballet folklórico?

R.S. - El ballet folklórico de la UNA es el resultado de otras experiencias anteriores. Siempre las instituciones previas a ésta tenían un elenco. Como que esto va mutando, pero siempre marcando un terreno. Y los elencos siempre estuvieron presentes, cada uno estaba fundado en distintos proyectos. Cuando tomo el Ballet folklórico de la UNA lo hago a partir de un proyecto que estaba a cargo de la directora del elenco de profesores. A partir de eso se generó un nexo que era el ballet folklórico de estudiantes que estaba a mi cargo. Debido a la importancia que había empezado a tener este nuevo ballet pasó a tener un protagonismo diferente al planteado al principio. Ahí comienza esta historia en dos mil dos.

por Raúl Vigini

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