Sensaciones y sentimientos

Sociales 12 de noviembre de 2019 Por Hugo Borgna
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STRICKER: SIGUE LA REDONDA HISTORIA
Aérea, la música siguió su invisible y seguro camino hacia los sentidos, inspirando a Juan Carlos Stricker. Su dedicación profesional hizo que hiciera un decisivo contacto con “Miguelito”.
De este modo, comida y música fueron condimentos de alto sabor para los asistentes a los eventos; a esta altura más que comidas, fiestas en todo el sentido de la palabra resultando las mismas un éxito total incluso en celebraciones fuera de la ciudad. Se recuerda especialmente la fiesta de 15 años de la hija de Carlos Monzón, concretada junto al río y emitida en directo por la televisión con alcance nacional. Organización Miguelito y Juan Carlos Stricker en conjunto se ocuparon de la misma.
Asimismo Stricker animó la fiesta de casamiento de la hija del dueño de una importantísima fábrica de alimentos y dulces instalada en Córdoba (precisamente en Arroyito). También animó la celebración de los 15 años de una hija del empresario Urrutia -de Misiones- y, en nuestra ciudad, recuerda asimismo haber animado una fiesta de la familia Giuliani.
A esta altura de los hechos otros animadores se fueron sumando a la tarea de musicalizar eventos, una costumbre ya propia de la ciudad. Era común por esos días la aceptación generalizada por la tarea de Juan Carlos Stricker, quien también hacía la locución. La gente gustaba y buscaba su creatividad: ninguna fiesta resultó igual a las anteriores. En una de ellas –de un 24 de octubre- fue creada y mostrada como efecto especial una imagen de Guillermo Lehmann.
Hoy, con tanta música transcurrida en tanto aire, Juan Carlos agradece el aporte de quienes, especializados en otras áreas –como escritores, por ejemplo- recordando que a uno de ellos solicitó el texto para la apertura televisiva en vivo de la fiesta de la hija de Carlos Monzón y también la adaptación, para una cena de fin de año, de la letra de un tema musical famoso.
Stricker es innovador y se le reconoce. Aportó nuevos efectos en cada fiesta, llegando a exhibir pases de magia; no repitió organización general ni recursos. Creó escuela; alumno de sí mismo, aprendiendo todos los días, siente que “lleva en la sangre” la conducción de fiestas. En una de las celebraciones de casamiento, variando la costumbre de entonces, hizo que fueran los novios quienes recibieran a los invitados.
En la actualidad no anima personalmente, y participa en la organización y asesoramiento de las fiestas con sus seguidores. Entiende que es más natural que al disc jockey se lo trate de “che” en lugar de “usted”, y que debe ser compinche y amigo de quienes festejan. Debe también reconocer psicológicamente el gusto de los asistentes hacia la música, además de saber salir de inesperados problemas técnicos con eficacia y sin que se note. Igualmente, saber armar y desarmar equipos.
Asume que la música es fundamental para las fiestas, incluso más que la comida (“la gente no va a comer sino a divertirse”) y en cuanto al volumen de la música dice que “no es el volumen lo que excita la diversión sino la calidad del sonido”. Reconoce a sus primeros colaboradores, los locutores de LT 28 Juan Carlos Morales y María del Carmen Aleman. También a sus “hermanos en la música” José Luis Scándalo y Claudio Rosé con quienes se sigue reuniendo. Dice “hacíamos lo que sabíamos” y que lo suyo es una “diversión comercial” valorando la sabiduría musical.
La música es una apariencia real e ideal al mismo tiempo. Permite que se crea que es posible apoderarse de ella y, poderosa, se presta con generosidad. Incorpórea, se adueña y se hace escuchar desde y hasta los sentimientos más íntimos sin aceptar siquiera límites de tiempo.

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