Rafaela, de mujeres y miradas

SUPLEMENTO RAFAELA 24 de octubre de 2019 Por Edgardo Peretti
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Por Edgardo Peretti, (extracto de Rafaela, de mujeres y miradas). - La realidad indica que Rafaela es una ciudad de la provincia de Santa Fe, cabecera del Departamento Castellanos, que a la fecha de esta referencia tiene una población de alrededor de 110.000 habitantes (estimada), que su fecha evocativa es el 24 de octubre de cada año (acorde al Santo Patrono de la ciudad San Rafael Arcángel), que el referente inicial es Guillermo Lehmann, allá por 1881, que es un polo de desarrollo regional, producto de diversas políticas propias, ajenas, inmigrantes pioneros, visionarios, circunstancias de todo tipo y un inocultable amor por el trabajo y el sacrificio, o ambas cuestiones a la vez.
Este es un primer párrafo dedicado a la ciudad, de cuya historia global nos ocuparemos más adelante. Una postura que no se regirá por los principios de la ciencia, ni de la historiografía propiamente dicha (salvo en las menciones concretas), sino que abrevará en las fuentes variadas que se consultan y el parecer e interpretación del autor.
Por eso, no dudamos en adelantar que este no es un trabajo de revisión histórica (por las causas que se citaron precedentemente), porque está a cargo de un periodista y/o escritor, residente en el ámbito, con varias décadas (profesionales y de edad) y publicaciones en su haber y no como historiador, sino como contador de historias, que no es lo mismo. Eso, como primera referencia.
En segundo término, y esto es lo importante, porque apunta a destacar una mirada acerca del papel de la mujer en los casi 140 años de existencia de Rafaela, conglomerado que cuenta con notables docentes, investigadores e historiadores que han dejado huella en sus numerosos trabajos y con los cuales no se pretende competir, sino – por el contrario- enaltecer sus labores, que es lo que se han ganado.
Apuntando, concretamente, a nuestro modesto objetivo, es menester destacar que el papel de la mujer en la historia de Rafaela ha sido (es, por decirlo más ajustado a mérito) fundamental; desde los inicios (allá por el último segmento del siglo diecinueve) hasta la actualidad.
Una mirada desprovista de todo viso de reivindicación efímera y extrema, muy en boga en estos tiempos, nos lleva a concluir en forma anticipada que la tarea de la mujer en el nacimiento de la ciudad tiene un protagonismo tan puntual como concreto, y de alto vuelo. La mención o inclusión de un extenso listado de ellas en este trabajo no solamente constituiría una injusticia previsible por la omisión, sino que nos llevaría a un lodo de merituación que nos arrastraría sin remedio hacia un laberinto indescifrable, infinito, complejo e, indefectiblemente, injusto.

¿POR QUE MUJERES?
¿POR QUE ESTAS…?
Mario Vecchioli, poeta insigne y autor de todos los retratos literarios de la ciudad que refieren a sus etapas de formación, supo destacar siempre, en todas sus obras, el rol preponderante de la mujer. No era solo la madre, la esposa, la que sostenía la logística y el alma del hogar, la que administraba pobreza o momentos de alivio; era todo eso junto. Y más.
La mujer que llegó desde el otro lado del mar en busca de esos sueños que relata el artista en su vastísima obra, que sabe precisar como nadie con su arte la quimera del nuevo mundo, pero – con la misma altura literaria- desangra los pesares y lágrimas que se llevaban las vidas de muchos antes de conocer algún reconocimiento, sea este espiritual o material. Y allí estaba la mujer. En las malas, en las regulares y en las – pocas- buenas. Sea como esposa, madre o hija, ninguna historia de estos pagos hubiesen avanzado de no ser por el aporte fervoroso, comprometido y vital de la mujer.
Y de ello trata este modesto trabajo. Porque, como decíamos unas líneas más arriba, no deberemos caer en el simplismo (hoy tendría otras acepciones, pero nos quedaremos con esta) que la mujer solo acompañaba; no, la mujer era parte de un todo del mismo modo que paría hijos en condiciones de salubridad más que precarias, cuidaba el hogar cuando el hombre iba al surco y alimentaba al grupo, todo ello con una grandeza espiritual que - considero- no ha sido aun debidamente reconocida.
Apunté a esta labor hogareña porque fue la primigenia, el origen de una familia llegada de demasiado lejos, con dificultades en el idioma, las costumbres y el escenario, pero quiero avanzar en el hecho que pocas veces se ha expuesto como real, aunque no pasara desapercibido a la hora de bautizar calles, plazas u otros sitiales públicos.
Por una cuestión de voluntarismo personal, este autor tomará como hitos de esta Rafaela, “su” Rafaela, a cuatro mujeres, enfrentando el desafío de avanzar en historias propias y concretas, sin dejar de mencionar que es, apenas, un segmento, una muestra antojadiza ya que, como dijimos, una enunciación pretendidamente citatoria nos dejaría sin espacio y, lo peor, sin sentido del homenaje que pretendemos.
De este modo tomaremos a cuatro mujeres: la que le diera el nombre a la ciudad, la esposa del responsable de la empresa colonizadora, la historiadora que se hizo cargo de la primera enumeración de los hechos y de una periodista y escritora que describió, desde otro plano y espacio temporal, lo que había pasado.
Rafaela Rodriguez de Egusquiza, la referencia del nombre.
Angela de la Casa de Lehmann, la esposa.
Adelina Bianchi de Terragni, la historiadora.
Elda Massoni de Beccaria, la periodista, la escritora; la mujer que destacó mujeres.

MUJERES. EL MOTOR
DEL VUELO Y DEL ALMA

En un orden que pretende ser cronológico, aunque se aprecien coincidencias temporales, iniciaremos la mención de las mujeres con algunos de sus principales datos biográficos.

RAFAELA RODRIGUEZ
DE EGUZQUIZA
Nació en Paraguay el 24 de octubre de 1840 y falleció en Buenos Aires el 22 de noviembre de 1921. Descendiente de conquistadores españoles y ascendencia guaraní, fue esposa de Félix Egusquiza (socio de Guillermo Lehmann) y hermana de Susana Rodríguez de Quintana, esposa del presidente de la Nación Manuel Quintana.
Independientemente que no nos consta que haya tenido presencia o actuación alguna en nuestra ciudad, su nombre ha pasado a la historia por una decisión de Guillermo Lehmann, como gentileza hacia su socio, en tanto que su hermana le dio nombre a la vecina población de Susana.
Como dato casual, se aprecia la fecha de nacimiento de la mujer y su referencia (de alguna manera hay que llamarlo) tiene que ver con la adjudicación nominal evocativa católica del santoral en esta progresista ciudad.

ANGELA DE LA
CASA DE LEHMANN
Su nacimiento ocurrió el 2 de agosto de 1849 (¿) y falleció el 11 de enero de 1934.
A la muerte de su esposo (en 1886) se hizo cargo junto a sus hijos de la empresa colonizadora, continuando la labor y marcando una huella propia, muestra de su personalidad: fue la responsable de firmar las escrituras de los colonos que habían quedado en los primeros boletos de compra-venta.
Pero no se quedó en ello. Tuvo una larga actividad desde Esperanza (donde siempre vivió) para promover mejoras en las colonias y ampliando los horizontes de la colonización. En la ciudad-insignia, la nuestra, donó los terrenos para la ubicación de la Escuela Normal y de la escuela “Juan B. Alberdi”, además de otras inquietudes que la tuvieron como protagonista.

ADELINA BIANCHI
DE TERRAGNI

Era oriunda de Rosario donde nació el 8 de mayo de 1916. Maestra Normal. Se casó con Antonio Terragni (escritor, artista, maestro, alma inquieta, entre otras cosas) y tuvo dos hijos: Marco Antonio y María Cristina.
Docente de vocación, decisión y convicción. Trabajó en la escuela nocturna y mantuvo un espíritu inquieto que la llevó a recorrer el mundo junto a su amado Antonio.
Su casa terminó siendo un Museo, espacio abierto al arte y a las inquietudes de creadores y locos lindos.
Ambos fueron gestores de traer tierra de la arrasada por la ignominia de Hiroshima a la Plaza de la Paz en el barrio “Guillermo Lehmann”; propiciaron numerosas instituciones y con presencia social dejaron su huella.
Su máxima obra fue la “Historia de Rafaela”, pero es solo una mención ya que consideramos que fue una mujer que marcó el presente de su propia existencia.
Generosa y abierta, sobrevivió a su amado esposo (fallecido en 1982) hasta el 17 de febrero de 2011 cuando su interminable sonrisa bondadosa pasó a otro plano.
Sus restos descansan juntos. No podría imaginar otro destino para un amor tan intenso.

ELDA MASSONI
DE BECCARIA
Llegó a la vida el 28 de agosto de 1938 en Ataliva (SF).
Sus primeros pasos como maestra los concretó en la Patagonia Argentina, después regresó a la pampa gringa y la marcó con sus letras.
Casada con Higinio Beccaría, tuvo tres hijos: Alejandro, Renato y Sebastián.
Tuvo una intensa actividad como periodista, escritora y orientadora de nuevos creadores; sus obras llevan a respirar los aromas del campo, de la cosecha y de la vida en la zona rural; marcas indelebles de su sentir y vivir.
Una de sus tantas obras se titula “Señorita Magdalena”, dedicado a la entrega de Magdalena Bruno, docente, filántropa y precursora de la gestión educativa. Otra gran mujer.
Como periodista compartí con Elda Massoni muchos años en la redacción del diario La Opinión. Ella fue un faro, una luz en el puerto para los jóvenes que ella alentaba a escribir.
Se fue en silencio, con la humildad de ella, con esa paz que generaba, un 18 de octubre de 2001, cuando el día se terminaba. Su tumba, en el cementerio municipal rafaelino sólo indica que allí está Elda, “Poeta” dice. Simple como ella.

CONCLUSIONES
A LA VISTA
Cuatro mujeres. ¿Es justo esta mensuración nuestra? La respuesta es tan esperable como contundente e irrebatible: no.
La historia de la ciudad de Rafaela es inmensa; aún en la cantidad de sus habitantes o superficies, la colonia que pergeñó Guillermo Lehmann ha crecido y dado situaciones y nombres a la historia del país. Hombres y mujeres, agregamos.
Esta mención de cuatro mujeres, absolutamente calificada y generada por el autor, no es un resumen, como hemos dicho; es una distinción entre tantas y tantas que dejaron su piel en estos años. Las hubo símbolos (como Rosa Rafaela de Eguzquiza), las hubo artífices (como Angela de la Casa), las hubo emprendedoras (Como Adelina) y las hubo poetas (Como Elda).
Pero no podemos soslayar a amas de casa, laburantes, empresarias, maestras, profesionales y todo rubro que se quiera incluir, sin correr ningún riesgo de reiteración.
Lo que debe quedar en claro es que la mujer, sea en grado de singularidad o colectivo; ayer u hoy, siempre han sido parte de la historia de la construcción de la ciudad, de su presente y – afortunadamente- de su futuro.

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