Como lo hace un huracán cuando avanza con vientos que suelen superar los 100 kilómetros por hora y rompe casi todo a su paso, el presidente Javier Milei apura el ritmo de una ola de transformaciones en todos los órdenes de la vida del país, principalmente en lo que hace al marco legal que va desde las relaciones laborales hasta la forma en que se divorcia un matrimonio.
El punto de partida de la Argentina es muy malo, con una situación económica endeble. En realidad, si el país fuera una empresa, hace rato hubiera sido declarado en quiebra y sus bienes liquidados. La revolución que propone Milei, a través de un agresivo decreto de necesidad y urgencia, contiene medidas bien recibidas por la mayoría de los argentinos e incluso por el sistema de representación política, aunque en algunos casos se cuestiona la forma adoptada para impulsar las reformas como lo es el DNU, poco amigable en términos de la democracia y sus herramientas para la toma de decisiones como el diálogo y el consenso.
Si el clima social de la Argentina estaba caldeado a partir del 'célebre' DNU, ni imaginar los niveles de bronca e indignación que por estas horas se advierten en los sectores que sienten amenazados sus privilegios, que son presentados públicamente como derechos adquiridos, o en determinados casos derechos históricos. Las tensiones son elocuentes más allá de que el Gobierno nacional, al menos por ahora, busca mostrarse y defenderse como el espartano Rey Leónidas, con una sólida e impermeable estructura y estrategia militar, ante las hordas del ejército persa lideradas como el rey Jerjes.
Milei plantea tantas revoluciones simultáneas en la forma que estamos acostumbrados a hacer y pensar las cosas que deja a la sociedad en un estado de completo nocaut, incapaz de comprender la amplitud y profundidad de los cambios, sin reacción en algunos casos. La denominada ley ómnibus mezcla la biblia con el calefón, ya que incluye temas como la reventa de entradas como la posibilidad de divorciarse en un minuto en formato exprés, reformas fiscales, actualización de las jubilaciones, la ley electoral, desregulación de tarifas de la energía, privatizaciones de empresas o sociedades del Estado hasta la política educativa de las universidades. De todo como en botica en más de 600 artículos distribuidos en más de 300 páginas.
A las acciones del Poder Ejecutivo Nacional le siguen las reacciones de los sectores afectados por las medidas. Las centrales obreras se movilizaron hasta el Poder Judicial para reclamar que el decreto de necesidad y urgencia libertario sea declarado inconstitucional, con el argumento de que avanza contra los derechos adquiridos de los trabajadores argentinos, como el sistema de indemnizaciones entre otros. Pero el mismo día, la Federación gremial que nuclea a empleados de comercio acepta ante el Gobierno nacional para modificar el mecanismo en el que se establecen las indemnizaciones con la incorporación del 'fondo de cese laboral' en el convenio colectivo. Evidentemente hay miradas distintas de la agenda propia en el ámbito sindical.
A esta altura, nadie puede garantizar resultados. El presidente que comenzó el año sin siquiera soñar que podría ganar las elecciones ahora tiene la lapicera para impulsar los cambios que proponía en campaña, con ideas tan disruptivas como polémicas, y otros que sumó una vez que asumió el poder. Y como en el ajedrez ya hizo sus movimientos. El oponente, o en este caso una enorme diversidad de oponentes porque se trata de partidas simultáneas, está recalculando como cualquier GPS que se siente desbordado, confundido y con una sensación de malestar general y somnolencia al mismo tiempo.
Milei protagoniza su propia película de aventuras (¿o cine catástrofe?), aunque otros ya lo viven como si fuera un drama o advierten que se trata de otro género, el del terror liberal. Pero hay que admitir que antes del 10 de diciembre la Argentina vivía en una ficción, la cual que no era una comedia precisamente sino un agobiante thriller psicológico.