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Suplemento Economía Domingo 27 de Julio de 2014

Jóvenes, participación y desarrollo

La juventud está en condiciones de asumir un rol protagónico en la agenda del Desarrollo Territorial. En este contexto, es necesario generar y consolidar los espacios de participación.

Mauricio Menardi

Por Mauricio Menardi

Blanco o negro. Radicales o peronistas. Boca o River. Dicotómicos a más no poder, solemos afirmar que los “grises” son sinónimo de “los que no se juegan” para quedar bien con Dios y con el diablo. El discurso del mundo adulto sobre la juventud navega entre afirmaciones como “los jóvenes son el futuro” o “están perdidos, son indiferentes y adictos a la vida fácil”. Entre lo políticamente correcto de la primera expresión a la terminante mirada de la segunda posición, hay un sinfín de experiencias que muestran a los jóvenes participando y siendo protagonistas de procesos de desarrollo territorial.

Generalmente, el mundo adulto tiende a mirar a la juventud como una etapa preparatoria, en donde los jóvenes deben aprender y prepararse para llegar a ser adultos; por lo cual hay que decirles qué deben hacer, ya que son un Objeto a tutelar. Desde esta óptica, se postergan sus derechos de participación en la vida comunitaria, ya que se los considera carentes de madurez social e inexpertos. Y, además, se hace un especial foco en las problemáticas que generan en la sociedad: delitos, consumo de alcohol y drogas, violencia entre pares, embarazo adolescente, deserción escolar, etc.

También están quienes miran a las y a los jóvenes desde otras ópticas, otros paradigmas. Quienes, desde un lugar positivo y empático, acompañan, facilitan y promueven a las juventudes en el diario vivir y contribuir en sus sociedades. Quienes construyen junto a las juventudes desde estos paradigmas, lo hacen a partir de considerarlos Sujetos plenos con derechos siendo la participación uno de los más fundamentales.

Al hablar de derechos, es posible salirse de aquel tipo de solidaridad que vincula la participación a lo asistencial, y en donde el modelo que subyace es la superioridad de los “ricos” sobre los “pobres”. Por ello, hablar de participación ciudadana juvenil desde una concepción de desarrollo territorial, al tiempo que novedoso, resulta todavía poco tangible al imaginario solidario reinante.

Para comprender por qué los jóvenes pueden transformarse en actores estratégicos del desarrollo territorial, es necesario recordar que a partir de los procesos de reforma del Estado que se produjeron en los últimos treinta años en nuestro país, los municipios cuentan con nuevas responsabilidades y funciones. Estas nuevas funciones llevan consigo la necesidad de generar nuevas formas de trabajar en el ámbito municipal. Se valora el trabajo participativo, articulado e intersectorial entre los diversos actores comunitarios, la planificación de las acciones y políticas para lograr una mejor coordinación, además de la formación constante de los ciudadanos, tanto de los que trabajan en el municipio como de los diversos actores y agentes del territorio. Todo ello requiere la construcción de una mirada del desarrollo económico, humano, social y ambiental que necesariamente debe ser plasmada en nuevas legislaciones.

¿Qué pueden aportar las y los jóvenes a la consecución de estos objetivos en municipios de pequeña y mediana escala? Mucho, ya que las juventudes de hoy cuentan con una mayor flexibilidad para la adaptación a los cambios y con una nueva mirada desnaturalizada de la sociedad que permite encontrar nuevas soluciones a viejas problemáticas. Además, en su forma de participar se encuentran más preparadas para trabajar de manera articulada con otros, tanto en sus territorios como en iniciativas regionales e internacionales, apoyadas en el uso de las tecnologías de la información y la comunicación.

Por otro lado, esta generación cuenta con una mayor cantidad de años en el sistema educativo comparado con las anteriores, y con una mirada a largo plazo, tan necesaria en procesos de desarrollo territorial. Todas estas apreciaciones demuestran la potencialidad que poseen los jóvenes para transformarse en actores estratégicos del desarrollo territorial.

Para pasar de esa potencialidad a una realidad, es necesario que desde el ámbito público local se generen, a través de políticas públicas, las condiciones en las que niñas, niños y jóvenes puedan crecer en un entorno pedagógico democrático, a partir de la creación de las condiciones psicosociales para que activen su autoestima y puedan reconocerse en los otros, y las condiciones materiales -espacios de participación y toma de decisiones- que permitan desarrollar plenamente su ciudadanía; siendo los adultos los principales responsables de la construcción de estas condiciones en la escuela, la familia, el club, el barrio, el municipio, los centros vecinales, entre muchos otros espacios. Posiblemente esto ayude a dejar de pensar a la juventud como una etapa transitoria de la existencia, que no merece análisis, ni políticas específicas.

Blanco y negro, pero también gris. Radicales y peronistas, pero también socialistas. River, Boca y San Lorenzo. Niños, jóvenes, adolescentes, adultos jóvenes, adultos mayores, ancianos. La complejidad de la realidad vuelve obsoletas las posturas monocromáticas; por lo cual necesitamos de la expresión de la diversidad de colores y tonos, en donde cada uno, con su particularidad, pueda realizar aportes y ser protagonista de los procesos de desarrollo territorial ya que, como señala Humberto Maturana (1997) “la democracia está en una convivencia en la cual todos los ciudadanos tienen acceso a la cosa pública, y la cosa pública son los temas que interesan a todos los ciudadanos como coparticipantes de una convivencia en una comunidad”.


(El autor agradece la colaboración de

Ariel Torti para la definición de ideas y contenidos de este

artículo)

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