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Suplemento Economía Domingo 23 de Enero de 2011

¿Puede durar el éxito de la Argentina?

Director del Centro para el Emprendimiento, la Competitividad y el Desarrollo del ITBA y la Universidad de San Andrés. Se necesita un horizonte para las decisiones de inversión que abarcan lustros, dice el ex director de la CEPAL. Vale recordar que Bernardo Kosacoff asumió la dirección de la oficina de la Cepal (Comisión Económica para América Latina) en Buenos Aires en el dramático 2002 y la profundidad de aquella crisis lo obligó a revisar muchas teorías. Con 65 años, Kosacoff acaba de dejar la Cepal y dice que su mayor orgullo fue haber aportado a los ministros Jorge Remes Lenicov primero y Roberto Lavagna después, un estudio que indicaba políticas hacia distintos sectores con los que Argentina iba a despegar... y despegó.

Redacción

Por Redacción

Por Bernardo Kosacoff.

BUENOS AIRES. - Argentina es un país curioso. Durante los últimos ocho años, su economía mostró indicadores de excepción: el PIB creció cerca de un 70% (casi tan dinámico como China) y el empleo formal aumentó más del 30%. Los sólidos resultados fiscales, sin precedentes en el país, han estado acompañados de excedentes de comercio exterior que son la envidia de incluso los países más fiscalmente solventes del mundo.
Todo esto representa una recuperación totalmente inesperada de la inmensa deuda externa pública y privada de hace sólo una década. De hecho, el fuerte repunte de la Argentina ha generado una enorme acumulación de reservas de divisas para el país.
También es sorprendente el aumento de la tasa de ahorro interno argentino, que ha permitido la autofinanciación de la inversión -que se ha duplicado- y, paradójicamente, flujos de salida de capital. El sólido crecimiento económico, impulsado por los altos precios internacionales de los productos básicos, se ha basado en ingresos fiscales récord y, después de ocho años de comercio en general muy próspero, el sector empresarial del país está en mejor estado que nunca.
La mayoría de los economistas predicen una saludable tasa del 5% de crecimiento anual en 2011, junto con positivos resultados fiscales y externos. Por otra parte, la situación internacional de Argentina es altamente favorable, con excelentes relaciones comerciales que garantizan buenos resultados para los productores de materias primas. Brasil, con su floreciente economía y su fuerte moneda, es el mejor socio de la Argentina, en particular para el sector automotriz.
Sin embargo, el panorama económico del país es más complejo de lo que los principales indicadores económicos sugieren. Desde mediados de 2007, las expectativas respecto a la sostenibilidad a largo plazo se han ido debilitando. De hecho, es dudosa la eficiencia del gasto público, con escasos resultados positivos que la demuestren. Más aún, la crisis económica internacional y la escasez de los suministros de energía han hecho mella en la confianza, al igual que las tensiones sobre la nacionalización de los fondos de pensiones y los conflictos con los productores de soja, que se oponen a un aumento de sus de por sí elevados impuestos.
En un país con una de las peores historias de crisis económica y volatilidad, están aumentando los temores a una nueva crisis, y los inversores han ido dolarizando sus carteras con el fin de proteger su capital. En los últimos tres años, han huido del país capitales por un valor de 52 mil millones de dólares. Ha disminuido la amenaza de una crisis en 2011, pero sigue habiendo dudas sobre el largo plazo.
Argentina precisa de un programa completo para demostrar que, además de la capacidad de generar riqueza que ha mostrado en los últimos ocho años, puede sostener el crecimiento económico y no volver a la volatilidad del pasado.
Los objetivos clave de política económica deben ser racionalizar el gasto público, frenar el crecimiento de la oferta monetaria con el fin de controlar la inflación, frenar las salidas de capital, y abordar las tarifas de los servicios públicos y las subvenciones. Los altos niveles de exclusión social y pobreza de la Argentina son problemas que siguen sin resolverse y que se deben abordar para dar sustento a un crecimiento a largo plazo.
Si no se abordan estos importantes problemas se arriesga seguir con una elevada tasa de inflación, que ahora supera el 20% anual, una de los mayores índices anuales del mundo, y muy por encima de ritmo de depreciación del peso argentino. Esto está erosionando el superávit externo, debilitando el poder adquisitivo interno y haciendo que se pospongan las inversiones.
Una prioridad fundamental debe ser aumentar la inversión mediante la creación de un clima de confianza. El sector financiero es siete veces menor que el promedio de la OCDE, y casi todas las empresas dependen de préstamos a corto plazo. El inicio de negociaciones con el Club de París sobre la deuda que el país se negara a pagar en 2002 y el acercamiento al Fondo Monetario Internacional para recibir asistencia técnica que ayude a dar credibilidad y transparencia a las estadísticas oficiales, contribuiría a normalizar el acceso a los mercados de crédito internacionales. Por otra parte, para proporcionar una muy necesaria financiación a las empresas locales, la Argentina necesita el regreso de parte de los ahorros que han sido enviados al extranjero.
En la actualidad, el contexto macroeconómico, de negocios e internacional es extremadamente favorable para Argentina, como lo es para todos los países que cuentan con abundantes recursos naturales, una fuerte capacidad de emprendimiento e innovación, y mano de obra calificada. Sin embargo, se requiere un compromiso colectivo global para aprovechar esta oportunidad y alcanzar un desarrollo incluyente.
A fin de evitar las crisis recurrentes del pasado, Argentina debe restablecer la confianza y poner en práctica un programa macroeconómico para frenar la inflación, mantener el equilibrio fiscal, y promover la inversión, el desarrollo tecnológico y la educación. Sólo entonces podrá lograr una mayor igualdad social y aumentar la competitividad económica.
La Argentina ha recibido una nueva oportunidad en los últimos ocho años. Esta vez, es mejor que la aproveche al máximo.

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