Por José Calero
La escalada de precios no cede a pesar de los esfuerzos del
Gobierno por ponerlos en caja, lo cual presiona sobre las
paritarias y genera incertidumbre en decisiones de inversión y
consumo.
Estas tensiones se profundizarían en las próximas semanas si el
Gobierno anuncia la eliminación de subsidios a la luz y el gas
para distintas zonas de Capital y el conurbano, como adelantó el
ministro de Economía, Axel Kicillof.
El gobierno espera que los usuarios acepten esa decisión -que
en promedio puede multiplicar por cuatro sus facturas- calladitos.
"No los quiero ver protestando en las calles", desafió el
ministro, en una frase entre graciosa y provocadora, fiel al
estilo descontracturado del funcionario enemigo de la corbatas.
A esta altura de los acontecimientos, los funcionarios corren
detrás de los hechos consumados, y tratan de retrotraer
remarcaciones como pueden, en una estrategia de día a día que
rinde escasos frutos.
Así, mientras el secretario de Comercio, Augusto Costa, trata
de poner en caja a laboratorios medicinales, las alimenticias le
remarcan casi todos los "precios descuidados", un ingenioso
término acuñado por la sabiduría popular que ya se escucha en las
colas de supermercados.
Son unos 10 mil productos librados a la voluntad de los
formadores de precios, y casi todos cotizan hacia arriba, salvo
contadas excepciones.
La tarea de Costa y su gente es ciclópea, pero la impresión es
que existe una problema macroeconómico que está más allá de los
controles micro que pueda aplicar el Estado.
El gobierno aún no logra convencer a los industriales de que
hay estabilidad a largo plazo, y estos remarcan a destajo.
La canasta elaborada por Consumidores Libres en supermercados y
negocios minoristas de la ciudad de Buenos Aires subió 3,96% en
febrero y acumula casi 8% en el año.
Es apenas un muestreo, pero lo interesante es que siempre se
relevan los mismos 38 productos en los supermercados Coto y Plaza
VEA, y en centros de abastecimiento de los barrios de La Boca,
Caballito, Liniers y Pompeya, lo cual permite hacer una
comparación certera.
El otro dato que arrojó ese relevamiento es que los módicos
productos que integran la canasta de precios cuidados no mostraron
variaciones en los supermercados, pero sí aumentaron en almacenes
y otro de tipo de comercios de proximidad, aquellos a los que hay
que acudir cuando ocurre una emergencia.
Uno de los problemas macro los creó la devaluación forzada por
el mercado, que orilló el 23% en enero, mientras el dólar marginal
presionaba a fondo.
Fue una clara "devaluación sin plan", que ahora Kicillof y su
gente tratan de ordenar como pueden.
El otro problema está vinculado con el desequilibrio fiscal y
la fuerte caída en el superávit comercial.
En este escenario, el jefe del BCRA, Juan Carlos Fábrega, trata
de aportar ortodoxia secando la plaza de pesos, para que esos
fondos no se terminen yendo a las cuevas a buscar dólares, lo cual
explica la baja de 50 centavos en la cotización del dólar blue en
la semana.
El Gobierno celebra esa caída a pesar de que antes ninguneó la
existencia de ese mercado. Ahora que cotiza en baja parece que sí
existe.
Es dudoso saber si el equipo de Kicillof creyó alguna vez que
con acordar 194 precios de unos 150 productos iba a alcanzar
para frenar la inflación.
Sonó más a una estrategia de marketing político que buscaba
descomprimir las llamadas "tensiones de precios", un término que
le gusta utilizar al Ministro para evitar el uso de la palabra
inflación.
Kicillof machaca con que en la Argentina no hay inflación
porque, sostiene, hay precios que suben y otros que "bajan".
Los primeros los sufren a diario los consumidores. Los otros
sólo parecen figurar en el supermercado de Parque Chas que suele
visitar los fines de semana con su changuito el ministro del que
muchos esperan milagros.
Los comentarios de este artículo se encuentran deshabilitados.