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Suplemento Economía Domingo 17 de Agosto de 2014

Las distintas percepciones que se generan sobre un mismo territorio

Agentes de desarrollo territorial: De cómo un grupo de alumnos vivimos en el mismo territorio y a veces en mundos distintos. El desafío de nuestras sociedades.

Fabiana Ciabbatari

Por Fabiana Ciabbatari

La Maestría en Desarrollo Territorial que se dicta en la UTN Facultad Regional Rafaela, es una iniciativa conjunta de esta casa de estudios superiores que cuenta con el respaldo de la Municipalidad de Rafaela. Se trata de un espacio de articulación que favorece la formación de agentes territoriales dispuestos a intervenir en pos del Desarrollo Territorial, siguiendo una tradición de Desarrollo económico local concretado en el “caso de Rafaela”.

Allí confluimos diferentes personas, con diferentes edades, profesiones y títulos universitarios. Algunos desempeñándose en el sector público, otros en el privado y otros del sector científico-tecnológico-educativo. Asisten profesionales de Rafaela, de otras localidades, provincias y otros países. Una experiencia que resulta interesante más allá de su específica función formadora.

En 2013 comenzaron las clases de nuestra cohorte, que además de iniciarnos en la temática, tienden a plantear una conjunción entre la teoría y la práctica, a modo de reflexión sobre este enfoque. Los docentes a su vez, reconocen nuestros saberes, esos que todos hemos construido simplemente por trabajar y vivir en un territorio, un país y un planeta.

Clases dictadas por indiscutidos referentes nacionales e internacionales con vasta experiencia, quienes despliegan perspectivas, “lentes” a través de los cuales analizar la realidad: economistas, ambientalistas, sociólogos, trabajadores sociales, abogados, especialistas en municipalismo, urbanismo, economía social.

Tenemos como constante la presentación de “casos” por sus protagonistas, no hablan otros por ellos. Presentan su fábrica, su desarrollo innovador, su investigación, su experiencia con pymes, con microemprendimientos, con políticas sociales, con municipios, con poblaciones rurales.

Para quienes deseamos formarnos es una propuesta diversa, amplia, estimulante y, si además transcurre en un ambiente amigable, resulta muy atrayente.

Una perla: en la segunda clase de 2013, un profesor, nos invita a dejar nuestros prejuicios afuera del aula, para que disciplinas, personas, y diferentes visiones del mundo puedan dialogar, para vivenciar cómo se construye un horizonte común. Ejercicio mínimo y necesario para el desarrollo humano, económico y político, de un territorio que inevitablemente se proyecta en una realidad global. Suena bien.

Después de un año y medio de cursar, de compartir opiniones, cenas, confesiones, discusiones, cuando la confianza aparece -entre casi la mayoría- se inicia el camino del disenso: surgen sinceras dudas sobre los discursos más polarizados en la clase.

Y sobre esas sinceras diferencias, hay que discutir:…obviamente desde lo académico, con lo cual no tiene consecuencias sobre el mundo concreto. O si. Diferencias entre la manera de ver “lo social” por parte de los “no sociales”, lo económico, por parte de los no economicistas; la mirada de los empresarios sobre los políticos y de los políticos sobre los empresarios; de los generadores de conocimiento sobre ambos (empresarios y políticos) y viceversa.

Y ahí aparecen nuevos escenarios. Y empezamos a vivenciar la construcción de un Desarrollo Territorial, que contemple la economía, la política, las instituciones, la cultura, las ciudades, los sectores con derechos vulnerados, las leyes, los niveles de gobierno (municipal, provincia y nacional), América latina y el mundo. Y ¿es posible acordar? ¿Cuánto? ¿Todo? Como se construyen mecanismos democráticos para la resolución de conflictos?

Ahí, estrellados en tantas variables necesarias de considerar, se impone la necesidad de masticar y digerir “casos” para aprender lo difícil que es concretar una ciudad inclusiva, participativa, potente política y económicamente y, respetuosa de los derechos de todos y de su tradición: ¿será posible? ¿Por cuánto tiempo? O es un camino de tránsito permanente?

Alguna vez me he preguntado como Trabajadora social: ¿por qué no entienden? Si está tan claro. Obvio: venimos de mundos distintos, y cito algún texto que me ha resultado luminoso: “Don Juan hizo todo lo posible por llevarme a una convicción genuina de que lo que mi mente consideraba el mundo inmediato era solo una descripción del mundo que se me había inculcado desde el momento que nací. Me señaló que todo el que entra en contacto con un niño es un maestro que le describe incesantemente el mundo, hasta el momento en que el niño es capaz de percibir el mundo según se lo describen. Desde ese momento, el niño es un miembro; su “membresía” se hace definitiva cuando él mismo es capaz de llevar a cabo todas las interpretaciones perceptuales adecuadas, que validan dicha descripción ajustándose a ella. Las interpretaciones perceptuales que configuran el mundo tienen un fluir que es congruente con el hecho de que corren sin interrupción y rara vez, o nunca, se ponen en tela de juicio” (Castaneda, 1972)

El interrogante es, entonces, cómo construir un territorio desde distintas “membresías”, porque parece que el desarrollo se imagina como un “paraíso terrenal” donde todos tengamos cabida. ¿Es necesario poner en tela de juicio alguna vez nuestras interpretaciones y participar de los debates que la vida nos plantea? Parece que la razón para no participar en la transformación del mundo común es la impotencia. Se sostiene que la responsabilidad ante la comunidad exige un mínimo de poder. Entonces, no participar es esconderse en el refugio de lo privado, en el rechazo y desconfianza respecto a las propias posibilidades y efectividad de la acción colectiva.

¿Cuándo somos realmente impotentes? Las respuestas dependen de cómo discernimos la situación y cómo nos juzgamos a nosotros mismos. Según Kant, “juzgar” requiere el ejercicio de “pensar” por sí mimos, en coherencia consigo mismo y poniéndose en el punto de vista de los otros.

La línea divisoria entre los que quieren pensar y, por tanto, han de juzgar por sí mismos y quienes no quieren hacerlo, no está ligada a profesiones cargos o posición social, sino que atraviesa todos las diferencias sociales, culturales y educativas (Arendt, 2007) y agrega:” Patética situación de quienes no quieren renunciar a su libertad y sin embargo, renuncian a su juicio personal”

En ayuda, el coordinador académico y los docentes, acompañan esta académica - y por eso no menos tensa - intención, y orientan las discusiones, las “luchas”, las miradas contrapuestas. Hacia la asunción de que la democracia participativa es posible, a cuenta de amigarnos con el conflicto, las diferencias, hacia la búsqueda de equilibrios inestables, pero saludables, donde no estaremos de acuerdo en todo, pero sin desconocernos como parte de una misma identidad, un horizonte común, que es una real y bella imagen.

Parece la clave del desarrollo, entendernos diferentes, respetuosos de otro a quien no queremos aniquilar o desaparecer, por el simple hecho de que lo reconocemos necesario y en algún punto parte de nosotros mismos por ser persona, - por lo tanto compartimos la finitud en este suelo- por tener en común este mundo.

Entiendo que he cambiado mi utopía absoluta, por un posible “encuentro” de diversos, en cualquier parte, donde no tema ser aniquilada, sino en todo caso aceptada en mi diferencia - tal parece ser la arena de una clase académica de la Maestría DT - , y donde mis hijos crezcan y sean felices, así no piensen como todos.

El Desarrollo Territorial, junto a otras fuerzas innovadoras, tiene una obstinación propia de los que se saben que “vienen después” de mucho andado, y que pretende acercar todo lo posible a los actores sociales de un territorio, ojo, todo “lo posible”.

Es más difícil, si. Pero más respetuoso de un mundo “complejo” que marcha a medida de quienes en su diferencia, intentan mejorarlo - o no- y luchan (sin aniquilar) por sus causas.

Cada uno en su lugar, desde “su membresía”, no dejar de buscar y construir una historia y un tiempo mejor para los que “vengan después”.

Para eso nos estamos formando, para acompañar un desarrollo posible desde una formación humanista, que por serlo, no es ingenua, pero eso es para discutir en otra oportunidad.

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