Por Guillermo Briggiler
En estos tiempos de gobierno libertario es común escuchar, respecto a la economía, frases como "esto es una vuelta a los 90". Para muchos argentinos, esa década representa una época de estabilidad económica y de acceso a bienes y servicios que habían estado fuera de su alcance durante años. Sin embargo, también fue un período marcado por decisiones políticas y económicas que dejaron huellas profundas, tanto positivas como negativas, en la estructura del país.
Los años 90 trajeron consigo avances significativos y eventos inolvidables. La implementación de la Ley de Convertibilidad (1991), liderada por Domingo Cavallo, puso fin a la hiperinflación al fijar la paridad del peso argentino con el dólar estadounidense. Esto dio una sensación de estabilidad económica inmediata. Durante esta década, empresas estatales como Aerolíneas Argentinas, YPF y el sistema de ferrocarriles fueron privatizadas. Estas medidas generaron ingresos fiscales pero también controversias por su impacto en el empleo y la soberanía nacional. Acceso al consumo, la estabilidad monetaria y la apertura económica permitieron a los argentinos acceder a bienes importados, desde electrodomésticos hasta vehículos, que antes eran inalcanzables.
A pesar de estos logros, la estabilidad de los 90 dependía de un delicado equilibrio -en realidad la paridad cambiaria era forzada, artificial- que comenzó a tambalear hacia el final de la década y se puso fin al sistema de convertibilidad con una nefasta devaluación. Una de las frases más repetidas en el contexto actual es que el proceso de dolarización en el que estamos inmersos, es para que no pueda revertirse en el futuro, como se hizo con la convertibilidad. Este concepto subraya la idea de que las reglas del juego deben ser claras e inamovibles para generar confianza en los mercados y los ciudadanos.
Sin embargo, hay una gran diferencia entre el plan actual y el que se llevó adelante con Cavallo como ministro. En los 90, había déficit fiscal y a pesar del éxito inicial de la convertibilidad, el gobierno argentino no logró controlar el gasto público. Esto debilitó la sostenibilidad del modelo, ya que el déficit fiscal se financiaba con endeudamiento externo y con privatizaciones de empresas públicas.
Hoy, la situación fiscal es diferente. Si bien tenemos problemas estructurales, el superávit fiscal es la regla de este plan económico y la narrativa que propone Javier Milei para 2025 se basa en evitar estos errores del pasado. Milei busca eliminar el Banco Central, impidiendo la posibilidad de financiar déficits con emisión monetaria. Mientras Cavallo optó por una convertibilidad que dejaba al Banco Central como garante de las reservas, Milei propone un salto mucho más radical: la dolarización plena. Con este plan busca blindar a la economía argentina de las decisiones discrecionales y de la emisión descontrolada de moneda.
No obstante, todavía hay interrogantes importantes, ya que en los 90 las reservas del Banco Central respaldaban la convertibilidad. En la actualidad, la falta de reservas suficientes es un obstáculo considerable para dolarizar plenamente. También el impacto social y hasta cuando la población aguantará la presión avalando las medidas de ajuste. Así como en los 90, ahora también las reformas estructurales pueden tener costos sociales significativos.
La reducción del gasto público y las privatizaciones podrían afectar a los sectores más vulnerables. Y como si fuera poco, juega también el contexto internacional. Por caso, la década de los 90 estuvo marcada por una alta liquidez global y flujos de capital hacia mercados emergentes. El contexto de 2025 es más desafiante, con tasas de interés internacionales altas y restricciones en los mercados de crédito. Además, Argentina suma su propio historial de incumplimientos en los pagos de deuda, lo que no ayuda.
Los 90 fueron años de transformaciones profundas que dejaron una huella indeleble en la memoria colectiva de los argentinos. Aunque hoy se evocan con nostalgia por los logros alcanzados, también sirven como lección para entender los riesgos y costos asociados a las reformas radicales.
La fase tres del programa económico actual, con competencia de monedas y salida del cepo como paso previo a la dolarización plena, nos retoma al espíritu de estabilización de los 90, pero en un contexto mucho más desafiante. ¿Será posible de replicar los logros de aquella década sin repetir sus errores? La respuesta dependerá de la ejecución del plan y de la capacidad del gobierno para manejar sus inevitables tensiones políticas, pero sobre todo sociales y económicas.
#BuenaSaludFinanciera
@ElcontadorB
@GuilleBriggiler