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Suplemento Economía Domingo 21 de Abril de 2013

El daño económico, el puntal del #18A

PANORAMA NACIONAL

José Calero

Por José Calero

Las demandas económicas y las polémicas medidas adoptadas en

perjuicio de vastos sectores sociales en los últimos años fueron

uno de los puntales de la multitudinaria marcha contra el gobierno

de Cristina Fernández, que se hizo escuchar con fuerza a lo largo

de las principales ciudades de la Argentina. 

La inflación que licúa salarios, el avance del Estado sobre las

libertades individuales, las dificultades para desarrollar

proyectos, la presión tributaria que solo parece afectar a la

"gente de a pie" y no a funcionarios cada vez más ricos y

ostentosos, los límites para el comercio y las trabas cada vez

mayores para poner en marcha un emprendimiento, explicaron parte

de los reclamos de la gente.


Pero también el caprichoso "cepo cambiario" que dejó a cientos

de miles de argentinos sin escalera y con el pincel en la mano, y

destruyó proyectos de toda una vida de gente endeudada en dólares,

el encarecimiento para hacer viajes al exterior por un impuesto

artificial de la AFIP, y esa sensación que tienen muchos de haber

trabajado toda una vida para poner en marcha un proyecto que quedó

destruido de la noche a la mañana por el capricho gobernante de

cambiar reglas de juego porque un modelo no cierra, fueron otras

de las razones económicas emergentes en la caliente noche del

#18A.

Ya no se trató de las "cacerolas de la abundancia", con la

cual el kirchnerismo bautizó con desprecio a las primeras

protestas contra el aumento de las retenciones agropecuarias. 

Desde hace un tiempo, una clase media empobrecida que ve cómo

medidas del gobierno le cierran el camino no sólo a su futuro

inmediato, sino también al de sus hijos, explicó buena parte de

ese entramado variopinto que llevó decenas de reclamos al espacio

público, durante lo que ya pasó a la historia como una de las

mayores protestas contra el gobierno cristinista.


Era el gesto de la impotencia de ver cómo una clase política

instalada en el poder muestra un crecimiento patrimonial obsceno,

mientras millones de argentinos de a pie no pueden acceder a la

casa propia, y tal vez ya nunca puedan hacerlo, gracias al

engendro del cepo cambiario, a esta altura un símbolo de uno de

los muchos abusos de poder aplicados en una Argentina partida al

medio.


"Lo peor no es la impunidad que debemos soportar como

pontifican desde el estrado, sino que encima parece que hubiese

que agradecerles vaya a saber qué favor que nos están haciendo por

gobernar", decía una joven sobre avenida de mayo y Perú mientras

le daba rienda suelta a la imaginación sobre una gigantesca

cartulina violácea.


"Soberbia" era de una de las palabras que replicaban en muchos

de los manifestantes que caminaron el jueves decenas de cuadras

para reunirse junto a otros cientos de miles en una Plaza de Mayo

cada vez más chica.

Ante el espanto de las imágenes de fines del 2001, con gente

colgada de las grandes puertas de madera de entrada a la Rosada,

lo primer que hizo el kirchnerismo fue crear una "fortaleza" de

rejas alrededor de la Rosada, y luego colocar un vallado que

impide a cualquier manifestación atravesar más allá de la mitad de

la Plaza de Mayo.

Precauciones extra, le dicen.

La "falta de oportunidades", era el tema de debate en un grupo

juvenil que se había juntado en Diagonal Norte y Florida.

Muchos se habían conocido en ese momento gracias a amigos

comunes, y coincidían en castigar las "mentiras" de la estadística

del gobierno.


"Para ellos la pobreza no existe, y parece que casi existiera

pleno empleo. Es como un mundo de fantasía, al que encima hay

que aplaudir", ironizaba una joven que solo reconoció tener 26

años y llamarse Alejandra.

La inflación puede explicar buena parte de la bronca

manifestada en la noche del jueves, porque pulveriza los ingresos

de asalariados.


Pero la sensación que flotaba en el ambiente era que algo más

se estaba cocinando en ese sinnúmero de reclamos. Algo que aún no

tiene nombre ni liderazgo, pero cuyo sustento encierra razones

objetivas en una economía a la que le cierran cada vez menos los

números, por más que se lo quiera disimular.

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