Empecé a dibujar tonteando. Realmente empiezo a dibujar cuando ingresé a la Facultad de Arquitectura de Tucumán. Porque me interesa ver lo que hacía Spilimbergo y los demás. Yo dibujaba en las orillas de los planos, donde sobraba el papel. Lo tenía lleno de caricaturas de los profesores, de mis compañeros, tenía facilidad para eso. Después los perdí esos dibujos.
Por qué elegí arquitectura
El año pasado coloqué en la Facultad de Arquitectura de Tucumán un mural de un metro y medio de alto por catorce de largo. Y expliqué por qué entré a ese lugar a estudiar. Resulta que en mi familia había un ingeniero hermano de mi madre. Y la arquitectura hacía poco que se había formado y no era una cosa que tuviera mucha importancia dentro del medio social, entonces me anoté en ingeniería. Estábamos en el aula magna y había un pasillo largo que llevaba a la de arquitectura. Recuerdo que teníamos clase de análisis matemático para el curso de preparatorio y veía que el profesor llenaba pizarrones de fórmulas y me dije ¿qué hago yo aquí? Y empecé a caminar por el largo pasillo y en una oficina veo a un tipo dibujando que siempre fue dibujante de la Facultad de Arquitectura y yo nunca supe qué dibujaba. Entonces entré y pregunté, y me inscribí. Había un plantel de profesores excepcionales. De Tedeschi que era profesor de historia yo recibí una de las enseñanzas más importantes de todos mis años de universidad. Era un maestro, en cualquier cosa te enseñaba. Era en el año cuarenta y nueve, creo que estaba en segundo año de la facultad. El quería que entreguen los trabajos todos juntos para que no queden sueltos. Teníamos entrega en el mes de julio de ese año. Y aparece el partido del Campeonato Argentino de Rugby, la primera vez que tenía que ir Tucumán a Buenos Aires. Yo estaba en el equipo y me coincidía con la fecha que había puesto Tedeschi. Me voy a verlo -y antes no era abordar así nomás a un profesor- y le digo que justo tenía el partido. Y me responde -te hablaba con pipa- “Mire Nougués, usted puede entregar en julio y noviembre, en marzo y julio del año que viene, y si quiere no lo entregue nunca al trabajo. Pero a este partido no lo puede volver a jugar jamás”. Era una lección de vida. Había otro profesor que llamaba a los alumnos y le decía a cada uno si tenía o no aptitudes para arquitecto. Y les sugería que abandone a muchos, porque se iban a recibir, pero no iban a ejercer como buenos arquitectos. Se arriesgaba hasta ese punto. Y me he encontrado con esos compañeros y me decían: “¡Qué razón tenía ese tipo!”.
Dedicarle tiempo a la arquitectura
Muy poco. Estuve en un proyecto importante que quedó trunco por el cambio de gobiernos y nadie lo retomó. Era un hospital. Hice algunas casas. Pero soy un arquitecto en desuso.
Ser contemporáneo de mucha gente que después tuvo trayectoria destacada
Sí. Por ejemplo, Tomás Eloy Martínez, César Pelli era estudiante. Con Pelli pasa una cosa muy extraña que por ahí se la cuenta poco. La primera mujer de Pelli era compañera mía, y yo estaba un año adelante del hermano de Pelli -muy talentoso también- que está en el Chaco en la vivienda social. En ese tiempo la única conexión con el mundo exterior eran las revistas que llegaban. Y en una publicación había salido que un estudio de arquitectura muy importante de Estados Unidos pedía dibujante. Pelli escribió y le solicitaron la documentación. Tuvo un contrato de un año y algo y se vuelve para recibir el título, pero se da cuenta que en Tucumán no tenía trabajo, entonces resuelve escribir de nuevo para volver a Estados Unidos, y de allá le contestan que no tenían lugar, pero si quería tomar un trabajo le ofrecían uno que no podían tomar ellos. Y fue la ampliación del Museo de Arte Moderno, así que esa fue la primera cosa que hizo. Y ahí arrancó. También fueron del grupo de amigos y allegados el pintor Carlos Alonso, el dibujante Roberto “Cachete” González que habían ido a Tucumán a estudiar. Había pocos alumnos, tenía cupo, por eso decían que era una universidad elitista, pero teníamos enseñanza personalizada, yo no hice nunca un trabajo práctico en mi casa, tenía mi mesa de dibujo con el cajón de útiles en la facultad. Nos quedábamos toda una noche a trabajar. A veces a las doce de la noche entraba el titular de la cátedra a preguntar si necesitábamos algo. Era realmente una experiencia notable.
Cuándo supe que lo mío era el dibujo
En un momento estaba en una situación familiar muy particular y me fui a Buenos Aires a ver si conseguía un trabajo. Mi padre estaba ahí porque era diputado nacional. Como yo había estado antes en Buenos Aires jugando al rugby, conocía gente. Me invitan a jugar y entre otras cosas, aparece un conocido interesado en conseguir a alguien que se incorpore a un estudio para proyectar a través del dibujo. Seguí quedándome y trabajé en el proyecto de Mau Mau, con esos honorarios cobrados paso por una galería que se alquilaba y se me ocurrió exponer. Llegué a mi casa y me di cuenta que tenía la galería alquilada pero no tenía los dibujos hechos. De las galerías de arte me llamaba la atención que parecía lo que sucedía en un velatorio, porque todos hablaban bien de la obra como se habla bien del muerto. Hice la exposición, pero era una experiencia casi ingenua. Lo cierto del caso que pasó por allí Ernesto Ramallo que era crítico de arte de La Prensa y me hizo una nota. Otro tanto pasó con Ernesto Schoo que estaba en Primera Plana. Detrás de eso me invitaron a exponer en Tucumán, y con eso me enganché en publicidad. Empecé con textos y seguí con dibujos publicitarios. A Tucumán vuelvo siempre que puedo, pero seguí radicado en Buenos Aires desde hace seis décadas.
Herederos en el dibujo
Alumnos tuve un tiempo, y algunos que después dijeron que eran discípulos míos. Pero en realidad, contrariamente a lo que piensa la mayoría, no quiero enseñar a dibujar, me interesa enseñar a pensar.
*El texto pertenece a la entrevista realizada por Raúl Vigini a Isaías Nougués
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