Por Raúl Vigini
Lejos de la fiaca, lejos de la guita
Con los mejores recuerdos de Santa Fe, su ciudad natal, revive etapas de sus años juveniles y la llegada a la capital del país para encarar como tantos un destino que le fue abriendo el camino del arte y la posibilidad del trabajo profesional. Vinieron años duros de exilio y regreso, pero pudo continuar siempre desempeñándose desde el teatro que forma parte de su vida. En un ámbito propio que supo construir hace tres décadas recibió a LA PALABRA y compartió esta charla.
LP - “Calibán” ¿es el sueño del pibe?
N.B. - Nunca me lo habían preguntado... Estoy pensando… me parece que es el lugar posible… porque no tenía intención al volver del exilio de diez años de tener que tener un teatro propio, pero cuando me echaron de dos lados, la posibilidad de tener espacio en Buenos Aires es una posibilidad que surge solamente de tener mucho dinero. Así que más que un sueño fue una necesidad. Una necesidad de tener un espacio para poder jugar a lo que uno piensa que tiene que ser un espacio creativo. Eso sería. Yo tuve teatros en Nueva York como espacios propios. Me parece que eso me facilitó con cierta velocidad a hacer un lugar, pero surge como una necesidad. Si yo hubiese tenido espacios amables, cordiales, que tuviesen la intención de experimentar teatro, de hacer cosas que no están hechas por mandato, por obediencia debida, entonces hubiese estado en cualquiera de esos lugares. Pero no pasó eso, entonces bueno, se construyó esto con el apoyo del estudiantado, el apoyo de los amigos.
LP - Cuando dice “me echaron de esos espacios” ¿con qué argumento fue?
N.B. - En un lugar me fui yo porque me robaban el dinero del estudiantado. Ladrones… Después en otro lugar porque los estudiantes puteaban. Decían malas palabras en las improvisaciones y se escuchaban. No se puede creer. Creo que la intención fue que se dieron cuenta quién era yo, y los antecedentes. Y en otro lugar fue la misma razón, ruido, que no se puede, intolerancia, pero con cierto contenido fascista. Porque los que me conocen saben que soy muy pacífico en términos de trato.
LP - ¿Qué hay de aquella Santa Fe natal?
N.B. - Una infancia muy plena fue. Para mí cuando salí de Santa Fe a los nueve años, creo en el año cuarenta y siete, fue extremadamente doloroso, porque tenía los chicos de mi escuela, la actividad cultural, la casa, esa casa que tenían mis padres, como la casa chorizo que yo tengo ahora en Buenos Aires donde vivo. Fue muy linda infancia en Santa Fe. Y Guadalupe… todo lo que significaba la parentela.
LP - ¿Qué llevó a la familia a trasladarse a Córdoba?
N.B. - Temas económicos y en ese momento -yo que fui peronista muchos años- mi padre fue perseguido por el peronismo en Santa Fe y le jodieron el negocio, lo persiguieron mucho por ser miembro del Partido Comunista, como a mucha gente en Santa Fe. No porque sí, hoy el socialismo, sea cual fuese el socialismo es una consecuencia de esas colectividades que lucharon por igualdad.
LP - Pero llegan a una ciudad de Córdoba donde había una parentela que los recibía…
N.B. - Parecía así porque estaba el hermano de mi madre que tenía negocio en el que se asociaron con mi padre, pero todo eso falló, no? Fue muy frustrante y para nosotros muy doloroso porque estuvimos viviendo en una pensión durante un largo tiempo y después ya cuando se volvió a restablecer las bases de mis padres en términos de cómo sobrevivir, yo ya fui a la escuela industrial y allí reconocí -como reconozco hoy- que Córdoba es una ciudad extremadamente pujante, que a mí me dio humor, me dio juegos, me dio valentía, con lo que significó ese momento tan importante del crecimiento de la industria. Fue todo lo contrario de Santa Fe que era tranquila. Córdoba era muy activa y muy dinámica, tenía moto, tuve una juventud extremadamente venturosa en términos de aventura.
LP - Estaba también la influencia de las hermanas Singermann…
N.B. - No ahí, porque las Singermann son de Buenos Aires. Ellas iban a Córdoba cuando iban con elenco. Berta y Paulina son tías mías.
LP - ¿Cuándo deja Córdoba?
N.B. - Empiezo a hacer teatro en Córdoba. Termino el secundario, curso un año y medio de ingeniería junto con arquitectura, hago el servicio militar en las Escuela de Artillería y me voy a Buenos Aires.
LP - Esa decisión de llegar a Buenos Aires ¿cómo la concreta?
N.B. - Mis características son siempre aventurantes, he sido aventurero de chico. Con cierta independencia porque yo creía que era independiente pero cuando tenía algún lío aparecía mi vieja. Yo fui en moto a Mendoza que iba a ir con el “Che” Guevara y eso fue una aventura. Era una “Puma” noventa y ocho centímetros cúbicos. Tengo la aventura como un signo. Ya con los años y el exilio me parece que me domaron con la posibilidad de estar frenando. Pero a los veintiuno tenía la necesidad de Buenos Aires, con un enorme sufrimiento. Era volver a una pensión, estar buscando trabajo de todo tipo hasta que el crecimiento de mis posibilidades -era buen mimo- la ayuda de gente que siempre agradezco: María Elena Walsh, María Fux, son personas que me regalaron sus profesiones sin pedirme nada a cambio. Hay generosidad. En ese momento muchos maestros que no estaban pidiendo nada sino que el entusiasmo fuese la razón de nuestra vida.
LP - ¿De quiénes aprendió más?
N.B. - Lo que más aprendí fue de ver. En Córdoba vi muchísimo teatro, de chico. Después en Buenos Aires estudié con Juan Carlos Gené, un maestro muy austero, muy rígido, muy potente, con muy buenas técnicas. Y también de haber visto tanto cine. Hace algunos años que ya no veo porque he perdido la gracia de ver cine. De vez en cuando veo alguna que me recomiendan. Y ahí está el cine norteamericano de esa época, el cine ruso, el cine francés, para mí han sido inspiradores del trabajo del actor.
LP - Usted tuvo grandes protagónicos en el cine. ¿Qué grandes momentos destaca que los lleva para siempre?
N.B. - Hay varias, digamos “La fiaca” que es tan conocida, a mí nunca me pareció que era una obra cumbre ni mucho menos, pero el fenómeno social lo marca a uno. Eso fue más que todo por lo que fue como fenómeno social. “La guita” también. Pero para mí las cosas como “El niño envuelto” que fue en el Di Tella, “Historias para ser contadas”, algunas cosas que fueron mías. Espectáculos que los armaba, me parecía que eran las cosas que más me hicieron crecer porque me entusiasmaban en buscar mi propia manera.
LP - Hubo un exilio con una década fuera del país y un regreso. ¿Cómo resolvió esas situaciones?
N.B. - En otro lugar yo ya tenía reconocimiento -en España especialmente- como profesional, hice seis películas, hice teatro, siempre con la incomodidad de no estar en el país de uno. He experimentado mucho en Nueva York, en ese momento que estuve ahí, que yo recobraba porque había estado cuando tenía veinte años en el sesenta y volví en el ochenta. Y fue muy interesante porque hice mi lugar propio, me volví maestro de teatro ahí, ahí es donde empecé a entender bien este trabajo, con cosas bien inolvidables del teatro popular. Lo que había hecho en Argentina con el Grupo Octubre que se retomaron a mi vuelta. Y la vuelta es extremadamente dolorosa, en la llegada ya no estaban los compañeros, mis amigos, no estaban los lugares siquiera.
LP - ¿Uno viene con la convicción de encontrar lo mismo que dejó o sabe que habrá ausencias?
N.B. - No… Uno viene viniendo digamos… Sin especulación sino voy a volver al lugar. Y tuvo su costo, fui discriminado con esa cosa que te contaba. Fui ignorado por mucho tiempo. Y otra vez, gracias a Ismael Hase, a gente que en su momento y tan distanciados que estamos ahora con Luis Brandoni quien también estuvo en el exilio. Toda esa gente me ayudó a reintegrarme a la vida artística. Y otra vez mi empuje de decir si yo estoy esperando a Godot seguro que no va a venir. Y genero mis emprendimientos.
LP - Y viene la etapa “Calibán” después…
N.B - Tiene tres décadas, casi la edad de la democracia.
LP - ¿Con qué intenciones se encara ese proyecto?
N.B. - Hay varias cosas que me interesan del teatro y probablemente la más gozante haya sido la alianza con Eduardo “Tato” Pavlovsky, y con gente con la que me identificaba en el trabajo. Y mi propio ímpetu de dar mi propia dramaturgia. Hoy lo único que me estoy debiendo es volver a la actuación con alguna cosa que me entusiasmara mucho, no poco. En eso estoy, estoy buscando un material que quiera decir que es un desconocimiento que quiero conocer. Algo nuevo que no sea obvio, ni predecible, ni que yo sepa que lo sé hacer, sino algo que me interese mucho. En eso estoy.
LP - Una anécdota con final feliz.
N.B. - Una actuación haciendo una obra de Fernando Arrabal en España. Retrocedí y me fui a la fosa del teatro. Y seguí actuando desde la fosa diciendo el texto en off, y me trepé otra vez al escenario, con habilidades artísticas que parecía que era parte de la obra. Nadie dijo “te caíste”.
LP - ¿Qué es un actor?
N.B. - Alguien sensible que se preocupa por todo.
por Raúl Vigini
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