Por Raúl Vigini
LP - ¿A quiénes convocaste para el equipo?
A.D. - Eso es muy importante porque empecé sola. Cuando entro al Tornú, había varios psicólogos, y sentí como especial empatía con una psicóloga que además era arte terapeuta, ella se acercó a preguntarme del proyecto y que le gustaría sumarse. Ahí empezamos con Adriana a ponerle un poco más de forma, a pensar los objetivos, hicimos nuestro primer folleto, después se sumó Damián, un psicólogo conocido de ella, y los tres fuimos los que atendimos a la primera familia. Muy de a poco se fue sumando gente, de a poco fuimos armando el equipo y hoy somos cuarenta y dos. De ellos treinta y cinco son voluntarios y siete coordinadores. En mi caso soy la única que está full time porque estoy becada por una organización internacional que nuclea los líderes emprendedores sociales de todo el mundo, y durante tres años acompañan el proyecto con capacitaciones, mentoreos, contactos con entidades, y da una beca para que uno se pueda dedicar todo el tiempo a la organización.
LP - ¿Seguís en tu actividad privada?
A.D. - Tengo algunos pacientes para no dejar del todo la actividad. Pero estoy mucho en la gestión, para poder sacar adelante la fundación, por un lado, todo el tema económico, y por muchos proyectos nuevos que están surgiendo. Pero tenemos catorce grupos terapéuticos y tengo el mío también. Tengo mis niños en duelo.
LP - ¿Cómo es el abordaje que hacen con el niño en duelo?
A.D. - Primero tenemos una entrevista de admisión donde evaluamos qué es lo que necesita el niño y su familia. Puede ser primero que necesite un trabajo con el adulto a cargo, porque a veces no hay información clara hacia el niño, en casos de suicidio muchas veces no se les ha podido decir muy bien lo que ocurrió, en casos se trabaja con el adulto, en otros directamente individual con el niño, en otros niños y adulto, en otros entra directamente al grupo. Y siempre se trabaja mucho con el arte, con el juego, con la música, con el cuerpo. La palabra es importante, pero sabemos que en la niñez hay muchas otras formas de expresarse que dicen mucho también.
LP - Los adultos que acompañan a esos niños ¿están en condiciones de equilibrio emocional como para ser referentes de los chicos o ser un bastión que los pueda sostener?
A.D. - Esto que decís es muy importante. Nosotros trabajamos mucho con el adulto a cargo justamente por eso, porque somos conscientes de que el noventa por ciento de los casos está atravesadísimo por su propio dolor por el familiar fallecido. Por eso el trabajo con el adulto a cargo es fundamental. Es lo que decís vos, si tenemos un adulto que está devastado por su dolor, no puede acompañar al niño por más trabajo terapéutico que hagamos con el niño. Por eso nuestro primer objetivo central es el niño, y donde primero miramos es al adulto.Hacemos mucha terapia individual con el adulto, hacemos vincular. El trabajo nuestro es muy artesanal porque de los ciento treinta casos, cada familia es un mundo que hay que mirar, depende de lo que la familia necesite. Pero seguimos creciendo en cantidad y queremos seguir manteniendo ese cuidado y es un desafío.
LP - ¿Qué evaluación hacen del trabajo logrado?
A.D. - Justamente ahora son diez años. Podemos decir que los cinco primeros fueron de mucho armado, de organización y de fortalecimiento. Y crecimos lentamente. Los cinco siguientes fueron los más fuertes y este año estamos iniciando una investigación donde lo que queremos es medir y evaluar cómo llegan los niños y cómo se van. Y hay dos sublíneas de investigación: cómo llegan y cómo se van según la mirada de los padres, y otra es cómo llegan y cómo se van según la evaluación profesional. O sea que ahora después de diez años vamos a tener una medición formal por así decirlo, que también es necesaria. Y sabemos que esto funciona porque vemos a las familias salir adelante, a los chicos algunos retomando la escuela que hasta la dejan, a otros mejorando cuestiones de conducta, otros que vuelven a dormir a sus camas, o que dejan de hacerse pis, o que dejan de tener miedo todo el tiempo de que se muera algún allegado.
LP - ¿Los niños que se recuperan siguen en contacto con la fundación?
A.D. - Decimos que siempre hablamos de la comunidad Aiken. Porque una cosa es terminar el acompañamiento, su grupo, o lo que sea, otra cosa es seguir siendo parte de Aiken. Porque tenemos otras actividades donde vienen expacientes, estamos con los sábados de cine debate, relacionadas con la temática. Y muchas veces, vuelven, porque el duelo va cambiando de forma, y es lo esperable porque pensemos que la muerte y el duelo vienen con un montón de preguntas, y está bien que así sea. Las preguntas de un nene de cinco años no van a ser igual que las preguntas de uno de doce. Todo lo que se pueda hacer con un nene de cinco años con relación al duelo, al trabajar terapéuticamente, es como la base para que después, las preguntas que le aparezcan a los doce, sean las esperables para un proceso saludable de duelo. Pero si se le ocultó un montón de cosas, el resultado no será el mismo. No suele pasar que retomen tantos, aunque no sería un problema.
LP - Están estrenando la sede propia…
A.D. - Parte de la historia nuestra es que no teníamos dinero para comprar la sede. Durante muchos años nos reunimos en mi casa que iba creciendo a la par que Aiken. Y atendíamos en nuestros consultorios. En un momento apareció una voluntaria nueva, cuya suegra era la presidenta de la Fundación Club de Madres y hacía diez años que no tenían funcionamiento, querían ver qué hacían con el inmueble, y por estatuto solo lo podían donar a otra fundación. Cuando escuchamos eso fui a ver el lugar y me emocioné con solo pensar que podíamos tenerlo. Hicimos las tratativas y nos instalamos en marzo. Es una construcción de muchos años, donde funcionó el Instituto Pasteur alguna vez. Y la refaccionamos con el aporte del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación.
LP - ¿Cómo se blinda un psicólogo y un acompañante terapéutico más aun cuando está con un niño que llega con un duelo muy importante?
A.D. - En realidad, y para sorpresa de muchos psicólogos lo que decimos es que no hay que blindarse. De por sí, en la carrera, y el profesional tiene esa capacidad de no irse en la emoción del otro. Uno puede estar conectado y hasta emocionado en algún momento, sin perder de eje su rol, y que uno esté ahí para acompañar al otro. Si bien es difícil, porque acá trabajamos todo el tiempo con mucho dolor, y obviamente, hay situaciones que a cada terapeuta le llegan más que a otro, porque pasa por lo personal, unos son más sensibles que otros, y eso hace que uno se lleve algo a la casa, pero otras veces no. Lo que queremos acá es que además de la parte teórica, haya conexión personal porque creo que es de lo que más necesita en ese momento. No vamos a terminar llorando abrazados los dos porque si no, no tiene sentido, pero sí me emociona y me conmueve lo que me dice esa familia. Pero es un arte. Porque antes que psicólogos somos seres humanos.
LP - ¿Qué pedís para el futuro?
A.D. - Lo primero que digo es que cuando me muera venga alguien con mucha energía y con mucho amor para continuar con esto, que creo que es lo que más sentido le da al proyecto. Que no sea mi nombre sino Fundación Aiken, y en todo caso mi legado. A futuro que podamos tener sede en varias provincias o regiones del país. Y sabemos que se necesita porque recibimos muchos llamados en los que hacemos orientaciones telefónicas, pero a veces se necesita estar ahí con el cuerpo.
LP - Más allá de la formación profesional de cada uno de ustedes ¿De quién se aprende tratar el duelo en el niño?
A.D. - No hay en el país esa formación. Nosotros estamos formando a la gente.En nuestro caso estamos atentos a todo lo que está dando vuelta a nivel internacional. Hicimos formación con Carrasquillo en Colombia, con Alba Payás, en Argentina con un profesional especializado en paliativos y duelos, tenemos un grupo de estudio donde analizamos el último material que recibimos, tenemos supervisión de casos clínicos. Es un desafío también la formación constante.
LP - ¿Por qué Aiken?
A.D. - Significa vida en lengua mapuche y tehuelche. Y es esto de resignificar la vida después de un dolor tan grande.
LP - La anécdota que más sintetice tu trabajo con los chicos en Aiken.
A.D. - Hace muy poquito uno de los nenes de mi grupo, Alejo de diez años, hacía un año y medio que venía, y un día me dice: “Te quiero contar algo”. ¿Qué pasó? le dije. “Vos sabés que me parece que ya estoy para terminar”, agrega. ¡Qué bueno! le respondí. “Sí, porque ya no estoy triste todo el tiempo con mi papá, me lo acuerdo, me puedo reír, puedo contar anécdotas, me siento bien. Pero no ahora, por ahí cuando estemos por empezar las vacaciones”. Bueno, Alejo, cuando vos lo sientas, le contesté. Y en el último encuentro antes de las vacaciones -yo me había olvidado del tema- llega él y me dice: “Hoy es un día especial, es el último día”. Hicimos un ritual de cierre especial como cuando se va un nene del grupo. Fue hermoso, porque es lo mejor que nos puede pasar, que con tanta conciencia sienta que es un momento de cerrar, después por lo lindo de compartir. Ese es un lindo ejemplo.
por Raúl Vigini
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