Por Raúl Vigini
LP - ¿Cuándo surge su primer cuento basado en un personaje histórico, qué lo motivó, y cómo fue el proceso de escritura frente a esa decisión?
A.B. - El primer cuento basado en un personaje histórico surgió al conocer lo ocurrido durante la visita del general Juan Lavalle al campamento de Juan Manuel de Rosas con la finalidad de llegar a un acuerdo de paz. Dado que Rosas no se encontraba en la Estancia El Pino, Lavalle -que estaba allí solo, ya que había amenazado con fusilar a sus propios soldados si pretendían acompañarlo, como realmente deseaban hacerlo en vista al enorme peligro que significaba presentarse en un sitio plagado de enemigos- pidió que le facilitaran un cuarto para dormir, pues se encontraba muy cansado y tenía el sueño ligero. Por la mañana, al enterarse de la inesperada visita de Lavalle, Rosas encomendó a un soldado que fuera a despertarlo y le diera la bienvenida con un mate. Este dato, bastante común, me llamó mucho la atención y consideré en seguida que resultaba ideal para cerrar un cuento. Pero no lo escribí en aquel momento, ni en el curso de varios años, aunque el proyecto persistió en forma inalterable, como un imperioso compromiso que, tarde o temprano, tendría que cumplir. Eso sucedió, finalmente, cuando la revista literaria Bibliograma, de Buenos Aires -a la cual estaba suscripto y recibía mensualmente-, organizó un certamen de cuentos destinado a temas argentinos. Entonces comprendí que había llegado el momento de escribir el cuento que me perseguía desde hacía tanto tiempo. Para ello necesité investigar sobre la vida de Lavalle y todo lo que había precedido al instante en que fue despertado con un mate. Además, el hecho de faltar menos de dos meses para finalizar la recepción de los trabajos, me impuso un ritmo de trabajo muy activo y sin margen para perder tiempo. Creo que la pasión y el entusiasmo que me generó la historia y el desafío de plasmar un relato lo más digno posible lograron superar todas las dificultades y me permitieron escribir “La visita del general”. Obtuvo un premio y fue incluido en el libro Cuentos del Concurso Gaspar L. Benavento, publicado en 1977. Muy gratificado por tal resultado me sentí incentivado y con mayor seguridad para bucear en los intersticios de la historia con el propósito de recrear literariamente hechos y personajes. Pude elaborar numerosos relatos con tan abundante material y así, en el curso de los años, publiqué varios libros integrados por cuentos que mantenían la unidad y coherencia que deseaba conseguir cada vez que armaba un libro de cuentos. El nuevo libro está conformado con textos históricos, como ocurrió con otros tres anteriores: La visita del general (1981), La casa y el exilio (1994) y Hombres y hazañas (1996).
LP - ¿Los personajes históricos lo eligieron a usted o usted fue en busca de ellos?
A.B. - No podría definirlo claramente, pero del cúmulo de lecturas relacionadas con temas históricos no logro imaginar o decidir la creación de un cuento hasta encontrar o descubrir algún dato relevante -que podría ser un hecho, un gesto o una simple palabra- que me atraiga y pueda generar todo lo necesario para plasmarlo en una historia. Creo que lo ocurrido con respecto a “La visita del general” puede servir de ejemplo.
LP - En general, en la vida misma, ¿le inquieta la idea de cuál es o sería el pensamiento del hombre/mujer antes de cumplir una proeza o saber que está frente a su derrota?
A.B. - Sin duda es una idea inquietante y me parece que cualquiera de nosotros se debate en una lucha interna al tener que realizar un acto que puede constituir una proeza extraordinaria o significar la más cruel derrota. Creo que el resultado dependerá de la fuerza, el coraje, la voluntad de cada uno. A juzgar por la actitud de algunos personajes que aparecen en este libro -el indio Catriel, el general Anacleto Medina, Santos Pérez-, el sentido de la derrota, que en la mayoría de los casos representaba la muerte, no consiguió abatirlos o desistir de la lucha sino, por el contrario, se mostraron más fuertes y desafiantes.
LP - Si usted estuviera ante una situación límite, ¿cuál sería su último pensamiento con respecto a sus “proezas y derrotas” literarias?
A.B. - Creo que el último pensamiento fluctuaría entre cierto sinsabor y decepción y una alentadora gratificación al efectuar un balance del quehacer literario realizado a lo largo de varias décadas. Cierto sinsabor y decepción por no haber podido concretar en muchos cuentos todo lo que imaginaba, al no alcanzar la perfección soñada y que casi siempre resulta inasible, por desechar obras que no llegaban a satisfacerme, por las veces que algunos de mis trabajos no recibían la mínima mención al presentarlos en un certamen. Estas serían algunas de las cuestiones que tal vez se podrían incluir en el rubro de las derrotas literarias. Por el contrario, suelo experimentar una reconfortante gratificación cada vez que puedo construir algún relato que me parece logrado o, al menos, me concede una leve pero necesaria cuota de conformidad, por la buena cantidad de lectores que se interesa por mis obras y me hace llegar sus opiniones y comentarios favorables y muy estimulantes, por ser elegido de tanto en tanto algunos de mis textos para formar parte de antologías publicadas en diversos países, por las veces que tengo la dicha o el privilegio de obtener una distinción en algún concurso que, si bien es algo imponderable en referencia al propio acto de la creación, siempre constituye un respaldo a lo que uno está realizando y un aliciente para seguir adelante. Los momentos de proezas y derrotas prevalecen de manera bastante nítida en casi todos los relatos del nuevo libro. Creo que tales características no pertenecen solo a aquellos hombres y mujeres que vivieron en una época signada por discordias, enfrentamientos, bregas sangrientas, sino también a cualquiera de nosotros, ya que el anhelo de llevar a cabo una proeza o ser abatido por una fuerte derrota se encuentran latentes en los diversos avatares que nos toca protagonizar a diario. En el plano personal, podría decir que la proeza y la derrota se encuentran muy unidas en relación al premio provincial de narrativa Alcides Greca. El Ministerio de Innovación y Cultura de la Provincia efectúa la convocatoria en el género narrativo cada tres años. En cada oportunidad en que disponía de alguna obra moderadamente digna, la presentaba en el certamen. El hecho de ser el premio de mayor relevancia en la provincia constituía un poderoso atractivo. Pero excepto en 1984 -cuando mi libro La visita del general obtuvo la primera mención-, todas las otras participaciones fueron puras derrotas. Exactamente treinta años después, en julio de 2014, una empleada del Ministerio me llamó por teléfono para comunicarme que mi libro La sangre para ellos son medallas había obtenido el premio Alcides Greca. Muy sorprendido por la inesperada noticia y con la súbita evocación de aquella lejana mención que, íntimamente, siempre me produjo cierto sabor amargo por no haber colmado mis expectativas en la medida anhelada, tuve el temor de que se repitiera algo similar, por lo que, con la necesidad de convencerme, insistí en preguntar si se trataba realmente del primer premio. Por eso considero que tal vez la conquista de ese logro podría encuadrarse en la categoría de una modesta proeza, sobre todo por la energía y sin duda la infinita paciencia con que he aspirado, una y otra vez, a obtener ese galardón, a pesar de las reiteradas derrotas. Teniendo en cuenta semejante experiencia, suelo repetir con una dosis de saludable humor, lo que expresó en 1958 Vladimir Nabokov, el gran escritor ruso, cuando su novela Lolita tenía un éxito increíble y le permitía disfrutar de un justo y merecido prestigio: “Todo esto debería haber pasado hace treinta años”.
LP - ¿Qué expectativas tiene sobre este nuevo libro y en qué está trabajando actualmente?
A.B. - Como desde el momento en que comencé a escribir, sigo alentando el anhelo de que mis textos tengan una amplia difusión y despierten el interés y la atención de un buen número de lectores. Pretendo, a través de las historias que integran el nuevo libro, seguir estableciendo una cordial, fraterna y estimulante comunicación con ellos. En cuanto al trabajo actual, estoy retomando el desarrollo de varios cuentos que durante los últimos meses -por ciertos avatares de salud y por la tarea requerida por la edición y presentación del nuevo libro- habían quedado relegados. También quiero conferirle la mejor forma a las apretadas sinopsis que tengo preparadas con destino a nuevos relatos.
por Raúl Vigini
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