Por por Zulema Alcayaga - escritora (Buenos Aires)
Tuve una hermosa niñez pampeana, soy de General Pico, La Pampa, así que una niñez de pueblo donde me nutrí de todo lo que puede vivir un chico en la pampa. Y siempre fui muy lectora, absolutamente, así que fue dándose naturalmente desde chica.
En los grados de la escuela escribía cosas sobre mi provincia, sobre mi lugar, le llamaba la atención a las maestras. Después se hizo la revista en la escuela, fui la directora y escribía los editoriales, y fue dándose naturalmente mi volcada a las letras, primero en prosa y después en verso.
Siempre cerca de la escuela
No me dediqué a la docencia pero amé la escuela, y la amo. Es un ámbito que a mí me toca, me conmueve porque además he sido muy feliz en mi Escuela 57 de Genera Pico, a la que vuelvo siempre que voy, recorro mi patio, recuerdo mis viejos maestros, me acuerdo los nombres de todos de cada grado, y veo a los pocos compañeros que aún me quedan.
Hasta cuándo estuve en mi ciudad natal
Hasta el año cincuenta y cinco, ahí me recibí de bachiller, fui a Buenos Aires con la familia, antes lo había hecho mi hermano para estudiar derecho. Mi padre abogado no nos preguntó qué queríamos ser así que los chicos fueron derecho a la facultad de derecho. En mi caso para nada, pero me sirvió mucho porque hice hasta tercer año de derecho y después me metí en filosofía.
Y estando en derecho que no me gustaba nada, me metí en la Escuela Nacional de Danzas. Ahí estudié y ahí fue mi profesor de música Waldo Belloso (risas). El fue profesor mío y ahí nos recordamos porque hacía años él había estado en una delegación artística en mi pueblo tocando el piano.
Me acordaba mucho de él, pero él no de mí porque yo era una nena entonces porque yo tenía doce años y él tenía diecisiete. Fue un tiempo muy largo que nos conocimos sin encontrarnos, sin vernos y nos volvimos a ver siendo él profesor mío en la Escuela de Danzas y ahí ya siguió el noviazgo y después el casamiento (risas).
Cuándo empezamos a trabajar en dúo componiendo temas juntos
Motivados porque él era una mente pura música. El estaba componiendo continuamente, iba en el coche y tenía siempre papel pentagramado y se le ocurrían cosas constantemente. Entonces al lado de una persona tan creativa, no era raro que a mí se me diera por escribir también junto con él. Al principio yo escribía cosas que se hacían antes detrás de los discos larga duración, que se hacía el comentario para RCA, para CBS.
No con mi nombre porque no quería que se creyera que porque era, primero la novia, luego la esposa de Waldo, aprovechaba eso, entonces me inventé un seudónimo, yo era Gabriel Montenegro. Gabriel porque mi familia -los Alcayaga- somos parientes de los Alcayaga de Chile de Lucila Godoy Alcayaga -Gabriela Mistral- así que para mí Gabriela fue leída en mi familia desde chicos aunque lamentablemente no la conocí a ella.
Y Montenegro fue el apellido de mi madre. Ahí empezó con Waldo, teníamos una correspondencia espiritual impresionante. Y cuando él hacía concierto en las radios, yo escribía lo que entonces se escribía en las glosas. Muchas cosas empezaron y nos llevó naturalmente la inspiración de él, a ser autor y compositor.
El primer tema compartido
Lo primero fue una canción que se llama Barrilete, una polca, él era un admirador de la música litoraleña, porque precisamente decía siempre que era más libre que las otras danzas argentinas que están circunscriptas a la repetición que propone la coreografía. La música litoraleña no lo es y él la amaba. Escribimos Barrilete, de novios.
El gato de la calesita tuvo una inspiración especial
Esa y en general las canciones para niños con ritmos folklóricos que escribimos después -casi cuatrocientas- fueron porque nos casamos y tuvimos nuestro primer hijo. Vivíamos en una calle que se llama República de la India, está frente al zoológico, frente a mi balcón estaba la calesita. Lo llevábamos a nuestro hijo Waldito a la calesita, y un día que lo traíamos, dice “mirá esto que se me ocurrió” y yo seguí con la letra. Pensando en nuestro hijo en la calesita nació El gato de la calesita.
Otros temas
Después de El gato de la calesita hicimos Señora lluvia, viendo los chicos que no podían salir porque llovía. Después de eso más o menos el escondido Ya viene el circo. Y muchísimos más. El burro Alfajor nació precisamente cuando ya empezamos a trabajar con Margarito Tereré. Con el afán de hacer una proposición más federal, que todas las regiones del país tuvieran su representante. Entonces Córdoba qué no iba a tener menos que un burro: El burro Alfajor.
Antes de todo esto fue el Himno a Cosquín
Claro, el himno lo hicimos en el año setenta y dos. Y la película de Margarito fue en el setenta y ocho. Tenemos una casa de verano que era de mis padres en Valle Hermoso. Vamos desde tiempo inmemorial todos los años a Córdoba, amamos esa casa y siempre nos gustó el folklore, y más estando de novia con Waldo. Así que con él fuimos a Cosquín desde el primer año del festival cuando era en la calle.
Allí estuvimos desde el primer año como espectadores, pero Waldo amigo de todos los artistas. El empezó a actuar en Cosquín en el tercer año. Y a partir de ahí, siempre. Así que hemos ido todos los años a Cosquín y lo hemos visto crecer, lo hemos visto saltar de la calle al escenario pequeño, después las sillas de madera, después butacas de cemento. Waldo fue durante varios años director de la Sinfónica de Córdoba que tocaban en Cosquin. Consiguió que muchos artistas folklóricos se animaran a cantar con gran orquesta que era una cosa maravillosa pero le tenían miedo.
El primero que se animó por supuesto, fue Hernán Figueroa Reyes. Unas noches maravillosas: Daniel Toro, El Cango Nieto. Waldo fue director musical de Cosquín durante muchos años. Así que bueno, lo conocemos a Cosquín y lo amamos desde siempre. Un año vinieron de Córdoba a Buenos Aires, la gente de la vieja comisión -Reynaldo Wisner, Germán Cazenave, Héctor Crigna-, a charlar a casa para empezar a pensar en el próximo festival. Y entre todos surgió la idea de que había que tener una canción símbolo para abrir el festival, pero nunca pensamos que iba a ser lo que fue.
Como dije, conocíamos la entraña del festival de manera que no nos resultó difícil, te puedo decir que fue una creación sin dolor el Himno a Cosquín. Compartimos con Waldo absolutamente todo el tema. Mirá esto, mirá aquello, me gusta esta idea, el estribillo para la chacarera, aquello para el triunfo. Y una vez que tuvimos todos los temas hechos, nos juntamos una noche de duendes con Santiago Ayala El Chúcaro y Norma Viola en nuestra casa.
Entre todos hicimos el orden de las estrofas porque ellos pensaban en las coreografías. Así nació el himno. Y Waldo eligió a los intérpretes porque ya trabajaba mucho con Los Cantores del Rosario. Fue una versión preciosa que sigue siendo mi preferida. Inclusive para poner el tono de las campanas -que tocan en la misma tonalidad del tema- una tarde que pasamos con Waldo el padre Monguillot las tocó.
*El texto pertenece a la entrevista realizada por Raúl Vigini a Zulema Alcayaga
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