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Editorial Jueves 28 de Febrero de 2019

Una depreflación electoral

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REDACCION

Por REDACCION

Recientemente, el Centro de Estudios Económicos y Sociales "Scalabrini Ortiz" presentó su segundo informe sobre la economía argentina, en donde marca claramente las complejidades y problemáticas que se van presentando en la actualidad. 

Allí señalan que "la macroeconomía tradicional plantea una disyuntiva entre empleo e inflación. De acuerdo a las teorías económicas habituales, la política económica puede estimular la creación de empleo, pero a costa de una mayor presión alcista en los precios. La alternativa sería priorizar la estabilización de los precios, pero a costa de una menor actividad económica y empleo. Sin embargo, a más de tres años de aplicación del programa económico liberal y a cuatro meses de implementarse el experimento ultramonetarista de cero crecimiento de la base monetaria, la economía argentina se hunde en la peor combinación posible: una brutal caída de la actividad económica y el empleo, acompañada de una inflación fuera de control".

"La combinación de depresión en la actividad económica con una inflación en ascenso se denomina técnicamente como 'depreflación', un término de escasa difusión entre los economistas que, como máximo, aceptaban hasta ahora la estanflación (estancamiento productivo con inflación). La depreflación argentina es el resultado directo de la aplicación del programa económico impuesto por el FMI a cambio de dólares frescos que eviten la cesación de pagos de las deudas antes de las elecciones de octubre", afirman sobre este neologismo.

"La imposición de una política de dólar flexible, eufemismo con el que se promovió la última megadevaluación, acelera la suba de los precios. Esa inflación es el instrumento deliberadamente promovido para contraer los ingresos reales de la población y, de esa manera, reducir la demanda de dólares por la vía de la recesión económica. La menor producción reduce las importaciones de insumos y, al desalentar la inversión, contrae la compra de medios de producción importados; la merma de los ingresos de la población reduce las importaciones de bienes de consumo y el turismo en el exterior; y la menor capacidad de ahorro pincha la demanda minorista de dólares. En paralelo, el ajuste de los gastos públicos por debajo de la evolución de los precios (y de la recaudación nominal) promueve la reducción del déficit fiscal primario, mientras profundiza la caída de la actividad económica", remarca.

No es la primera vez que esta clase de políticas hipermonetaristas se implementan en el país, especialmente dictadas desde el FMI

Ante la pregunta de por qué no cede la inflación pese a que no hay emisión, el CESO marca que "desde el primero de octubre de 2018 el BCRA se comprometió con el FMI a no aumentar el nivel de la base monetaria hasta junio de 2019, respecto al promedio mensual de septiembre de 2018, con un ajuste estacional de 6,3% en diciembre (un mes de habitual mayor demanda de efectivo). Las autoridades del Central han logrado un estricto cumplimiento de su meta de política monetaria, con meses donde la base monetaria se ubicó muy por debajo de la meta".

"Sin embargo, el nulo incremento de la base monetaria no logró doblegar el camino ascendente de los precios. La inflación mensual de octubre fue de 5,4%, la de noviembre de 3,2%, la de diciembre de 2,6% y la de enero de 2,9%. El fracaso del plan ultra monetarista no debe sorprendernos. Tal como señalamos en el informe de octubre de 2018, 'la política monetaria ortodoxa ya lleva varios años de fracaso en el control de la inflación, y su implementación en forma más enérgica sólo generará un fracaso más enérgico'", agrega.

“Como muestra la evidencia empírica, los períodos de aceleración de la inflación de 2014, 2016 y 2018 han convivido con subas pronunciadas de las tasas de interés. El programa de base monetaria constante tampoco tiene antecedentes recientes que lo respalden en términos de efectividad para estabilizar los precios. Las etapas de desaceleración del crecimiento de la base monetaria de 2014 y 2016, convivieron con la aceleración de los precios”, indica y agrega: "las causas del fracaso de las políticas monetarias ortodoxas en el control de la inflación son simples: la suba de los precios en Argentina en los últimos años no tiene un origen monetario”. “Si se deja de lado el dogmatismo monetarista, puede observarse que la inflación de los últimos años tiene fuertes componentes inerciales (con un piso alrededor del 20% anual), que se acelera cada vez que se realizan devaluaciones, mientras se desacelera cuando se plancha el dólar. El impacto de los aumentos de tarifas sobre la dinámica de los precios también es significativo, aunque mucho menor que la evolución del dólar”.

No es la primera vez que esta clase de políticas se aplica en Argentina, con una larga tradición de inflación. Salvo en anclaje de la Convertibilidad, que terminó hundiendo al país en una crisis de dimensiones épicas, las de Alfonsín, sobre el final de su mandato, fue muy similar. 

La pregunta es sencilla: ¿por qué se repiten las metodologías si es que se saben los fracasos anteriores?

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