Por REDACCION
El debate en torno al cuidado del planeta, sin duda, ha ganado terreno en los últimos años a partir de las evidentes demostraciones del cambio que registra el clima, con fenómenos meteorológicos cada vez más violentos y extremos, como sequías, incendios, la muerte de especies animales y vegetales, desbordes de ríos y lagos que tiene como consecuencias la aparición de refugiados climáticos y la destrucción de los medios de subsistencia y de los recursos económicos. Como dijo el Papa Francisco en su encíclica ambiental, Laudato si, nunca hemos maltratado y lastimado nuestra casa común como en los últimos dos siglos.
En este contexto de calentamiento global, se impone con urgencia la tarea de preservar la Amazonia brasileña de amenazas como la deforestación y la pérdida de biodiversidad. Se trata de un asunto de interés global que debe convertirse en una de las grandes prioridades. Durante los últimos años, el mundo científico ha reconocido de manera contundente que la Amazonía enfrenta desafíos de supervivencia sin precedentes y que pronto podría llegar a un punto de inflexión donde su recuperación podría ser imposible, consideró Mario Lubetkin, subdirector General y Representante Regional para América Latina y el Caribe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Llegar a estos extremos, advirtió el funcionario del organismo, podría generar impactos socioeconómicos, culturales y ambientales devastadores, no solo en la Amazonia, sino que, tanto a nivel regional y mundial, con consecuencias devastadoras en la agricultura y el suministro de agua en zonas urbanas, así como amenazas significativas para la protección de los ecosistemas.
La región de la Amazonia Legal brasileña, que contempla nueve Estados, alberga a 29 millones de personas y tiene uno de los peores índices de pobreza y desarrollo humano y la mayor inseguridad alimentaria, apunta Lubetkin. Es inaceptable que su población viva con tanta pobreza pese a estar en la zona de mayor riqueza natural a nivel mundial, plantea.
Más allá en que todos estamos de acuerdo en la necesidad de cuidar ese pulmón planetario, los datos no entregan buenas noticias, pues la deforestación en la Amazonia brasileña marcó un récord en febrero, según datos oficiales actualizados.
El monitoreo satelital detectó 209 kilómetros cuadrados de bosques destruidos en la parte brasileña de la mayor selva tropical del mundo, según datos preliminares del sistema de vigilancia DETER, del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) citados por la agencia de noticias AFP. Aunque el área, que equivale a más de 29.000 canchas de fútbol, sólo contempla datos hasta el 17 de febrero, representa un alza en relación con el récord anterior, de 199 kilómetros cuadrados destruidos en todo el mes febrero de 2021.
Los expertos en temas ambientales aseguran que la destrucción de la amazonia brasilera se debe principalmente al avance de las granjas y los usurpadores de tierras, que talan la selva para ganadería y cultivos.
Bajo el gobierno de Jair Bolsonaro, un aliado de la agroindustria y negacionista del cambio climático, la deforestación anual promedio en la Amazonia brasileña aumentó 75,5% con respecto a la década anterior. Lula asumió al comenzar este año por tercera vez la presidencia de Brasil con la protección de la selva como una de sus principales banderas para permitir que Brasil deje de ser un "paria" en temas climáticos.
Brasil debe ocuparse de defender con decisión su medio ambiente. Pero también todo el planeta debe contribuir a preservar la Amazonia. En Argentina, tenemos nuestros propios problemas con los desmontes de bosques, que no podemos controlar. Según Greenpeace, durante 2022 la deforestación en el Norte Argentino fue de más de 110.000 hectáreas. Si a esta cifra le sumamos las áreas incendiadas el estimado de pérdida de bosques nativos perdidos podría superar las 200.000 hectáreas. Claramente no estamos haciendo bien las cosas.
Los comentarios de este artículo se encuentran deshabilitados.