Por REDACCION
¿Hasta dónde puede soportar el gobierno nacional, o la economía argentina, sin devaluar con una inflación que mes a mes presiona sobre los costos internos de las empresas y les resta competitividad, especialmente a aquellas que destinan parte de su producción al comercio exterior? El contexto macroeconómico muestra un punto de quiebre el 22 de enero de este año, cuando el Gobierno devaluó el peso argentino alrededor del 20 por ciento con relación al dólar.
Esta medida generó un beneficio para el sector exportador que recuperó competitividad, pero el aumento sostenido de los precios que se registró a lo largo del año absorbió esa ventaja.
En estos días, se difundió un informe en el que se afirma que el peso argentino se encamina a cerrar el año con una devaluación del 31 por ciento en el mercado oficial, después de doce meses muy agitados en el que se registró la abrupta corrida cambiaria -en enero- y el Gobierno decidió darle batalla al dólar blue.
Al respecto, puntualiza que el aumento del precio del dólar en bancos y casas de cambio se ubicó este año apenas por debajo del registrado en 2013, que había sido del 32 por ciento, propiciado por un abrupto deslizamiento del pesos en enero y las microdevaluaciones del Banco Central a través de su política de flotación administrada. El informe considera que a pesar de que en el discurso oficial el Gobierno se opone a las devaluaciones, el peso se depreció fuerte y alcanzó su segunda mayor pérdida anual de poder de compra frente al dólar estadounidense en los once años de gestión kirchnerista.
Si no se producen sobresaltos durante este martes, teniendo en cuenta que este miércoles no habrá actividad bancaria y financiera, el valor del dólar se ubicará en torno a los 8,70 contra los 6,55 de primer día de enero de 2014 y los 4,93 pesos de inicios de 2012, cuando se había encarecido un 14 por ciento.
Para los analistas financieros, el tipo de cambio atravesó un año de turbulencias debido a las fuertes presiones del sector financiero y a los lentos reflejos de ahora expresidente del Banco Central, Juan Carlos Fábregas, para ofrecer una respuesta. En tal sentido, el exfuncionario parecía estar paralizado por una desgastante interna con el ministro de Economía, Axel Kicillof.
En un escenario donde la fuga de capitales amenazaba con llevarse puestas a las reservas internacionales a pesar del rígido cepo cambiario, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner resolvió apartar de su cargo a Fábrega a fines de septiembre y designar en su lugar a Alejandro Vanoli, quien hasta ese momento era el jefe de la Comisión Nacional de Valores.
La gestión del nuevo titular del Central, por orden de la jefa de Estado, debía frenar la fuga de capitales, sostener el tipo de cambio, combatir al mercado negro de divisas y recuperar reservas, que habían perforado en marzo el piso de los 27.000 millones de dólares, el nivel más bajo desde agosto de 2006 y muy lejano de los 52.624 millones que había en el tesoro de la entidad en enero del 2011.
Vanoli implementó una estrategia de presión, incluso con la colaboración de la Gendarmería Nacional, para contrarrestar la actividad marginal del mercado negro donde se vende el denominado dólar blue. Desde ese momento, el Gobierno cosechó un pequeño éxito y ganó tranquilidad en el mercado cambiario al recuperar el nivel de las reservas, que alcanzaron la semana pasada los 31.110 millones de dólares, aunque claro está con la ayuda del swap de divisas con China.
Si bien desde el Gobierno siempre consideraron que la venta de dólares en el mercado no oficial no involucra grandes cantidades, lo cierto es que el dólar blue templaba el ánimo de los inversores y establecía el clima del mercado. Es decir, con cada aumento de la divisa paralela crecían las dudas y la incertidumbre en torno a la economía. Es que blue intranquilizó al Ministerio de Economía y la Central con fuertes oscilaciones tras arrancar en los 10,07 pesos para la venta en las cuevas del centro porteño y alcanzar los 15,95 pesos el 24 de septiembre, lo que fue un decisivo para eyectar a Fábrega de su cargo. Con más calma en el sector financiero, el denominado dólar informal se encamina a cerrar el año en 13,50 pesos para la venta en las cuevas financieras, que en los últimos tres meses fueron el epicentro de operativos oficiales.
Por tanto, y más allá de las presiones del mercado y de los ataques especulativos, es la industria exportadora la que requiere una nueva corrección en la cotización del dólar oficial que le devuelva competitividad. Por ahora nadie puede predecir qué sucederá, pero el Gobierno buscará extender en el tiempo esta aparente calma del mercado cambiario. Otro factor que incidirá es la negociación con los fondos buitre en el marco del conflicto que se dirime en la justicia neoyorquina.
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