Por Redacción
Si el tránsito es uno de los espejos en los que se refleja la sociedad, aquí en Rafaela entonces estamos en problemas, pues justamente se trata de uno de los irresueltos, que nos afecta por igual a todos los rafaelinos y al que será en extremo difícil intentar una solución si no se cuenta con la participación de absolutamente todos, tanto de parte de las autoridades encargadas de hacer la prevención y la represión, como de los conductores de automotores y motocicletas, además de los peatones. Nadie está al margen de un tema tan problemático, tan polémico, tan discutido, que es de presencia constante en nuestro diario convivir.
Es verdad que no puede entrarse en generalizaciones, y que en realidad la mayoría de los rafaelinos son respetuosos de las normas que rigen el tránsito y prudentes en la manera de comportarse, más cuando las consecuencias son a veces tan graves, como la pérdida de la vida misma. Pero claro, los transgresores constantes, que por supuesto también los hay, aún siendo muchísimos menos dejan una huella mucha más profunda y lamentable, a veces transformando la actividad vehicular en un verdadero caos, con un negativo efecto rebote en el resto y ampliando por lo tanto las consecuencias, que de por si son siempre muy complicadas.
La velocidad es una de las causas principales que genera alteración de las normas más elementales, siendo frecuente observar a vehículos de todo tipo circular con excesos de hasta 70 y 80 kilómetros por avenidas y bulevares, incluso por calles de doble estacionamiento, con todo el altísimo peligro que constituye. Al igual que el cruce de semáforos con luces prohibidas, siendo otro de los grandes peligros que tenemos en cuanto al tránsito fuera de control, añadiéndose los adelantamientos por la derecha, el estacionamiento en doble fila, en lugares prohibidos, el no uso de luces de giro ni las balizas, entre otras de las transgresiones que se observan a diario. Eso,en cuanto a los automotores, pues con las motocicletas se incrementa todavía más este negativo proceder, y ni que hablar de las bicicletas, que en muchos casos no cumplen las mínimas y elementales reglas de tránsito, como es por ejemplo, circular por las calles y no por las veredas.
En Rafaela hay más de 30.000 automotores y cerca de 50.000 motocicletas, con lo cual sin considerar que un vehículo puede tener uno o más conductores, hay al menos 80.000 personas que conducen por el ejido urbano. Si de ellos, una cifra mínima del 5% la constituyen los transgresores, tenemos entonces 4.000 conductores que con sus alteraciones provocan un tránsito no sólo desordenado, sino cargado de peligro, siendo más que suficientes para generar toda la anormalidad mencionada.
Las estadísticas no son fruto de la casualidad, sino todo lo contrario, reflejando la realidad y mostrando, en este caso, la peor síntesis de nuestra sociedad. Y es que las mismas muestran con una cruda realidad, la cantidad de víctimas fatales elevada que tenemos en la ciudad y en el departamento Castellanos del cual Rafaela en su cabecera, los numerosos accidentes diarios en nuestras calles, que dejan consecuencias muy duras de afrontar, tanto para los lesionados como para sus familias, y ni que hablar en la Argentina toda, donde hay alrededor de 7.000 muertos al años por accidentes de tránsito, siendo uno de los países más elevados en esa relación con la cantidad de habitantes.
Para la mejoría de las condiciones del tránsito, en todos los ámbitos, existen también otras participaciones además de la fundamental que deben ofrecer los conductores, como son los escenarios en que debemos movilizarnos, los que mantienen características muy antiguas y para escasa cantidad de vehículos, cuando en cambio el parque automotor pasó de 1,7 millón de unidades en 1966, a 6,3 millones en 1990 y más de 12 millones de vehículos en la actualidad, sucediendo algo parecido con las motocicletas que son hoy unos 6 millones circulando, habiendo duplicado la cantidad sólo en los últimos 5 años.
¿Qué ofreció el Estado a cambio? muy poco, las rutas siguen siendo las mismas, en mal estado, sin banquinas, deficiente señalización, altamente peligrosas, habiendo puesto su mayor ingenio en el cobro de multas, instalando cámaras por doquier para ir a la caza de los automovilistas. Eso es al menos lo que se observa.
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