Por REDACCION
Habitualmente, en América Latina los procesos educativos deben enfrentar problemas recurrentes que tienen, en cierta medida, un origen común que tiene que ver con la falta de presupuestos suficientes para garantizar el acceso al derecho a la educación. Los gobiernos suelen tropezar con la misma piedra: falta de recursos para la inversión en infraestructura escolar, que a esta altura no solo abarca las condiciones del edificio de la escuela sino también la conectividad y el equipamiento informático disponible que se requiere en los tiempos que corren, y para el pago de salarios de los docentes, lo que suele derivar en conflictos que merman la calidad de la enseñanza por pérdida de días de clases debido a protestas gremiales.
A este combo conocido con el que lidian los sistemas educativos, en este 2020 se sumó la pandemia. En este caso aplica el refrán "éramos pocos, y parió la abuela", es decir que si las problemáticas de la educación latinoamericanas ya son suficientes para entorpecer los aprendizajes, siempre es posible que las cosas empeoren de manera inesperada, ahora con el Covid-19. Ante este escenario tan adverso en el que todos debimos recalcular, la Unesco (la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) pidió que a pesar de esta nueva realidad atravesada por la pandemia ningún alumno quede atrás. Hasta principios de abril de 2020 y como consecuencia del cierre de instituciones educativas como medida para detener la rápida propagación del coronavirus, al menos 1.58 mil millones de estudiantes donde aproximadamente cerca de los 800 millones son niñas, se encuentran fuera de la escuela en todo el mundo. De ellos, hasta principios de junio cerca de 160 millones corresponden a estudiantes de América Latina y el Caribe. Esta situación ha significado para los sistemas educativos nacionales una emergencia sin precedentes. Los gobiernos de la región, liderados por los Ministerios de Educación, han implementado rápidamente con mayores o menores recursos modalidades de aprendizaje a distancia, apoyando al personal educativo y movilizando a los padres, madres, cuidadores y comunidades, con miras a garantizar la continuación del aprendizaje.
A nivel regional, señala la Unesco, han sido convocadas múltiples instancias de diálogo técnico y político, en los que destacan tres temas centrales comunes que requieren de apoyo político y programático inmediato y de más largo plazo. El primero es que que se han dado importantes avances e innovación en el área de educación a distancia, mediante la utilización de tecnologías durante las últimas semanas, más que en cualquier otro momento. Sin embargo, aún existen importantes desafíos para garantizar la equidad e inclusión, teniendo en cuenta a los grupos de población más vulnerables y marginados. El segundo es que se advierte la necesidad de avanzar hacia sistemas educativos resilientes y flexibles, con enfoque en la preparación. El tercero es que en esta coyuntura sobrevuela una nueva mentalidad y cambio de paradigma: hacia la interdisciplinariedad e intersectorialidad que vaya más allá de los pensamientos y las acciones sectoriales centrados en la educación, donde destaca la oportunidad sin precedentes de transformar los sistemas educativos nacionales.
Es decir, muchas veces los procesos de cambio son suaves, a baja velocidad, quizás porque una revolución es incómoda pues se corre el riesgo -y se teme- de perder el control de determinadas variables. Pero a partir de este espíritu de
transformación que emerge ante el asedio de la pandemia, la Agenda ODS-Educación 2030 se presenta más relevante y necesaria que nunca.
Considerando estas áreas, la Unesco, con la colaboración del Grupo Regional de Educación para América Latina y el Caribe, lanzó una serie quincenal de intercambio de conocimientos e información para responder a la pandemia, con foco en los cuatro pilares del ODS-Educación 2030: equidad, inclusión, calidad y aprendizaje a lo largo de toda la vida. El objetivo de esta iniciativa es apoyar a los Ministerios de Educación y a los diferentes actores del sector Educación para el desarrollo, gestión y diseminación de evidencia relevante que informe la respuesta inmediata, así como las acciones de mediano y largo plazo. Porque los responsables que deben tomar decisiones necesitan insumos críticos (buena calidad de información) para reducir el margen de error, algo así a lo que sucede con los infectólogos que se han convertido en protagonistas de la historia.
De todos modos, a las iniciativas en marcha para repensar (y modernizar) la transformación de los ecosistemas educativos también se imponen urgencias que van más allá de asegurar la continuidad del aprendizaje a través de modalidades alternativas de educación a distancia. Tiene que ver como el confinamiento afecta a niños, niñas y adolescentes y sus familias, en especial a los entornos familiares marcados por la pobreza. Como se, los desafíos nunca se terminan.
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