Por REDACCION
Lo que sucede con los precios en la Argentina revela una doble incapacidad del Gobierno nacional. La primera es que no ha fracasado en sus intentos por poner la inflación bajo control y apenas ha diseñado un programa al que denominó Precios Cuidados y que es, para un sediento, como una gota en el desierto. La segunda es que relato mediante ha intentado, en vano, tapar el sol con las manos mintiendo sin vergüenza sobre el índice de precios al consumidor, en lo que fue un reiterado ejercicio de manipulación estadística.
Veamos. El viernes el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) informó que la inflación en todo el 2014 ascendió a 23,9 por ciento, el registro más alto desde 2002 cuando alcanzó el 40,9 por ciento que se registró tras la ruptura de la Convertibilidad. Además, el índice del año pasado es el más elevado de la administración kirchnerista que gobierna desde mayo de 2003.
Aún así, la evaluación anual del organismo resultó 14,6 puntos porcentuales inferior al 38,5 por ciento estimado por las consultoras privadas. superada por el 40,9 por ciento que se produjo en 2002 tras la ruptura de la convertibilidad. La diferencia entre ambas mediciones resulta relevante si se tiene en cuenta que las paritarias de 2014 cerraron en torno del 30 por ciento. De esta manera, según la inflación oficial, los trabajadores habrían mejorado su poder adquisitivo a lo largo del año pasado, mientras que respecto del cálculo privado habrían cedido varios puntos.
Al parecer el Gobierno nacional resolvió en 2014 reducir la manipulación de las estadísticas, pero no dejó de retocar los datos que surgen de las góndolas y que impactan de lleno en el bolsillo de los consumidores y corroe el poder adquisitivo del salario.
Más atrás en el tiempo, en el 2013, la inflación oficial fue del 10,9 por ciento, poco menos de un tercio de 28 por ciento estimado por el Congreso. Este último dato surge como un promedio de los cálculos realizados por las consultoras económicas privadas, que elaboran sus propios índices luego de que el INDEC fuera intervenido por el Gobierno en 2007 (el índice se difunde en la sede del Poder Legislativo Nacional para evitar sanciones de la Secretaría de Comercio Interior, como aquellas que había impuesto el ex titular de esa dependencia, Guillermo Moreno, ahora en Italia).
En tanto, la inflación de 2012 fue del 10,8% para el organismo encargado de las estadísticas oficiales. Para el Congreso, en cambio, los precios sufrieron un incremento promedio del 25,6 por ciento durante ese año.
¿Y en el 2011? De acuerdo al INDEC, el costo de vida apenas fue del 9,5 por ciento mientras que para el mismo período las consultoras privadas habían estimado aumentos de precios del 22,8 por ciento. Más del doble.
La manipulación también comprendió el 2010, cuando la cifra oficial fue del 10,9% contra entre 22,9 y 27 por ciento de los estudios privados. En ese año, el desfasaje en la estimación inflacionaria fue advertido hasta por el titular de la CGT, Hugo Moyano, quien por entonces estaba alineado al Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, por lo que ya reclamaba ajustes salariales por encima del 20 por ciento para evitar que la espiral inflacionaria debilite el ingreso de los trabajadores.
En este contexto, se abre un interrogante sobre los reclamos que los gremios efectuarán durante las próximas paritarias y pondrá en aprietos a más de un dirigente sindical. Es que los trabajadores exigirán mejoras salariales en línea con la inflación Congreso, poniendo en una situación difícil principalmente a aquellos sindicalistas más cercanos a la Casa Rosada, que deberán soportar la presión del Gobierno para que las reivindicaciones no superen la inflación oficial. Y si a las negociaciones por los sueldos se agrega el componente electoral, por el cual los gobiernos de los distintos niveles del Estado tenderán más fácilmente a ceder ante las demandas sindicales para evitar paros y el impacto en la imagen de sus dirigentes, entonces todo puede pasar.
Para sumar otro dato sobre como la inflación desvaloriza la moneda, el diario Infobae informó recientemente, en base a cálculos del economista Roberto Cachanosky, que en once años el billete de 100 pesos perdió prácticamente el 90 por ciento de su poder de compra.
Tomando como referencia la inflación acumulada en la última década -no ganada-, el valor del billete de cien pesos de 2003 se redujo a menos de trece pesos de entonces, lo cual significa que los bienes y servicios que hoy cuestan 100 pesos, once años atrás se los podía obtener con sólo 12,6 pesos.
El Gobierno gasta más de lo que recauda y para cubrir esa diferencia emite sin respaldo con el Banco Central. Son las causas principales de la inflación que luego niega en toda su dimensión, al punto que ni siquiera forma parte de los discursos presidenciales. Pero es real, no relato.
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