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Editorial Sábado 8 de Diciembre de 2012

Honor a la Virgen

Desde el 8 de diciembre de 1854 en que fue instituído por el papa Pío IX, se viene celebrando oficialmente el Día de la Inmaculada Concepción de la Virgen.

Redacción

Por Redacción

El 8 de diciembre de 1854, hace ya 158 años, fue declarado como el Día de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, lo cual estuvo a cargo del papa Pío IX, quien entonces era el jefe de la Iglesia Católica. Este hecho se concretó, luego de serle elevadas a Su Santidad una importante cantidad de peticiones en ese sentido, provenientes desde distintos lugares del mundo, que tuvieron su momento cúlmine cuando ante una importante congregación de fieles católicos ante la Basílica de San Pedro, en la sede vaticana en Italia, se efectivizó el anuncio del citado Papa en su bula Ineffabilis Deus: "...declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelado por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles ... "

El anuncio fue ante una multitud de fieles, ante más de doscientos obispos y embajadores, momento en el cual sonaron al unísono las 300 campanas de las torres de Roma, a la vez que se lanzaron al vuelo miles de palomas mensajeras, en tanto que simultáneamente en todos los templos católicos del mundo se celebraron grandes festejos en honor de la Inmaculada Concepción.

Desde entonces, y durante los últimos 157 años -lo cual se vuelve a reiterar hoy- el 8 de diciembre es el Día de la Virgen, recordándose y honrándose con veneración  y gratitud a María, la madre de Jesucristo. Inmaculada como el signo de fidelidad a Dios. De todos modos, y más allá de estos aspectos formales, la celebración de la Virgen remonta sus orígenes en Oriente al siglo VIII, y en Occidente al siglo IX. En Roma no se celebraba la fiesta en tiempo de las grandes disputas sobre el contenido doctrinal de la misma. Fue Sixto IV quien la aprobó en Roma por primera vez en 1476. Alejandro VII declaró en 1661 que el objeto preciso de la fiesta era celebrar la inmunidad de María del pecado original y no la simple santificación de María como sostenían algunos teólogos. Inocencio XII elevó de categoría la fiesta en 1693 y la extendió, con octava, a toda la Iglesia. Clemente XI la hizo de precepto en 1708. Pío IX, que había definido el dogma en 1854, promulgó el nuevo oficio y misa que se usa todavía actualmente. Las nuevas rúbricas le conceden la categoría de «Solemnidad», que constituye el máximo rango litúrgico.

Mucho más acá en el tiempo, en 2004,  se celebró el 150 aniversario de la Proclamación del Dogma de que María fue concebida sin pecado original, sin mancha. La Concepción es el momento en el cual Dios crea el alma y la infunde en la materia orgánica procedente de los padres. La concepción es el momento en que comienza la vida humana. María quedó preservada de toda carencia de gracia santificante desde que fue concebida en el vientre de su madre Santa Ana. Es decir, María es la "llena de gracia" desde su concepción.

Como lo indican las anteriores palabras de Pío IX, la concepción inmaculada de la Virgen María es un maravilloso misterio de amor. La Iglesia lo fue descubriendo poco a poco, al andar de los tiempos. Hubieron de transcurrir siglos hasta que fuera definido como dogma de fe.

La Virgen María es un signo de belleza, de santidad, de perfección, de plenitud, de vida nueva, de victoria pascual. Es un anticipo del ideal humano, del proyecto que Dios había soñado para el hombre. Un modelo, por lo tanto, para cada persona humana, para cada creyente, para la Iglesia, para la humanidad. 

Esta festividad de hoy ocupa, sin dudas, uno de los primeros lugares en el corazón de los cristianos, ya que es venerada con profundo fervor, lo cual se pondrá de manifiesto aquí en Rafaela en la catedral San Rafael y en todos los templos, que tendrán sin duda una jornada de numerosas visitas, donde en medio del recogimiento y la fe se rendirá homenaje, en la recordación pero especialmente en la fe y la veneración, a la Virgen María. 

Un día muy especial entonces para todos los católicos, reunidos hoy en torno a la Virgen y todo lo que ella constituye como expresión de fe.

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