Por REDACCION
Cada radiografía social que se conoce en la Argentina duele más y se torna difícil de asimilar, de soportar. La profundización de la pobreza alcanza niveles de dramatismo que interpela con fuerza a toda la sociedad, pero en especial a quienes se postularon para ejercer responsabilidades de gobierno y, ocupando cargos públicos, no hacen otra cosa que sumar mala praxis cuyos efectos no son neutros sino gravísimos. Siete de cada diez menores de 18 años que habitan hogares a cargo exclusivamente de mujeres son pobres en la Argentina, según un estudio elaborado entre Unicef y la Dirección de Economía, Igualdad y Género del Palacio de Hacienda. El trabajo sostiene que la pobreza entre los menores de 18 años es del 57%, pero "en los hogares monomarentales, con jefatura femenina, alcanzó al 59% de los hogares y al 68,3% de los niños, niñas y adolescentes", mientras que la indigencia es del 23,6%.
De acuerdo a este trabajo que muestra otra perspectiva de este flagelo, la crisis generada por la pandemia de COVID-19 reforzó las desigualdades económicas pre-existentes y esta situación se agudizó en los hogares monomarentales con niñas, niños y adolescentes, donde sobre las mujeres también pesa el incremento de las tareas domésticas y de cuidados. Advirtió además que como se ha mostrado en diversas investigaciones, la distribución asimétrica de los cuidados, que recaen sobre las mujeres, es un factor de desigualdad.
En Argentina, los hogares monoparentales con niños, niñas y adolescentes a cargo de una mujer enfrentaron el mayor impacto negativo de la crisis por Covid-19 y son los más alcanzados por la pobreza y por la crisis de los cuidados (de los hijas e hijos), señala el documento cuya lectura, a medida que avanza, genera distintas sensaciones pero ninguna positiva. Bronca e impotencia como primera reacción, aunque también debería obligar poner manos a la obra a todos los actores en condición de sumar a una solución.
Si se proyectan estos porcentajes a todo el país, surge que sobre poco más de 13 millones de menores de 18 años, 7,5 millones viven en hogares pobres, y de ese total 1,2 millones habitan hogares a cargo exclusivamente de mujeres. Los menores de 18 años en hogares monomarentales son alrededor de 1,7 millones.
El informe consigna que dado que la pérdida de empleo durante la crisis del Covid-19 se concentró en los trabajos informales, son los hogares con jefatura femenina y con niñas, niños y adolescentes donde de acentuaron los efectos más negativos. Sostiene que las madres que están a cargo de hogares con niños, niñas y adolescentes son quienes enfrentan los mayores obstáculos para reincorporarse a la vida laboral y mantener sus puestos o buscar un nuevo empleo. Entre los factores que explican esa problemática, se puede afirmar que la caída del empleo de las mujeres producto de la pandemia se asocia a su participación en el mercado laboral. Ellas tienen mayor presencia en sectores económicos fuertemente afectados por la crisis, como el servicio doméstico, y son quienes enfrentan mayores niveles de informalidad en el empleo. Además, son crecientes las dificultades de conciliar el trabajo remunerado con las responsabilidades del hogar en un contexto en el que los servicios educativos y de cuidado se han visto profundamente alterados por las medidas de ASPO y DISPO vigentes en la Argentina desde marzo de 2020. Las mujeres predominan en actividades que, por ser consideradas esenciales -como los servicios sanitarios y sociales- no redujeron su actividad en el contexto de pandemia y por ello están desproporcionadamente expuestas a riesgos de contagio y a la extensión de las jornadas laborales.
El estudio señala que entre los trabajadores de la salud, 7 de cada 10 son mujeres, y tienen mayores exigencias profesionales, a la vez que enfrentan la sobrecarga de tareas de cuidado en los hogares. Alerta que esta sobrecarga -que ya era problemática antes de la pandemia- se incrementó, lo que genera obstáculos para que las mujeres puedan trabajar o buscar trabajo.
La ecuación es simple. Menos mujeres en el mercado laboral significa menos ingresos en los hogares, más pobreza y, por ende, más pobreza entre niñas, niños y adolescentes, explica el estudio. Advierte también que menos espacios de cuidado y falta de acceso a la educación implican mayores desigualdades en el futuro acceso al trabajo y, por ende, también mayor pobreza. Finalmente, el reporte destaca que el aumento de los niveles de pobreza fue amortiguado por diversas medidas de protección de ingresos que tomó el Estado para cubrir a los hogares más vulnerables.
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