Por REDACCION
En la Sección Deportes de la edición de ayer, LA OPINION publicó una información -y realizó algunas consideraciones- sobre el dinero que se les entregaría a los clubes que militan en los diferentes torneos que organiza la Asociación del Fútbol Argentino.
Es lógico que las instituciones que participan en competencias superiores, reciban montos acorde a esa jerarquía, en una escala, que también es obvio señalarlo, va decreciendo, respetando el nivel de las categorías.
Hasta ahí, nada que reprocharle a la entidad de calle Viamonte, por tratarse de una lectura correcta de la situación y de las necesidades de las estructuras de cada una de las instituciones.
Está claro que no se pone en tela de juicio que las entidades que participan en la Superliga, un experimento que ni medianamente respondió a las expectativas, tengan una consideración especial a la hora del reparto.
Los presupuestos que manejan, entre los que también existen diferencias muy apreciables, son en algunos casos irreales para una economía tan decadente como la nuestra, incluso mucho antes que la pandemia.
El pago de contratos que hacen tambalear a las finanzas de los clubes y que se reflejan en balances tremendamente negativos, ponen de manifiesto que para muchos, lo deportivo está muy por encima de lo monetario.
Priorizar la gloria, tiene sus costos, que algunas dirigencias ni siquiera ponen en consideración, porque así se lo exigen sus hinchas, aún cuando deba hipotecar los patrimonios de las instituciones.
El recurso de vender uno o más jugadores por temporada, le permiten equilibrar los números y justificar sus procederes.
Hoy, la distribución que aplica la AFA, se constituye en un premio, que algunos seguramente no se merecen, por una falta de orden alarmante en los números, donde el color rojo es el predominante.
Insistimos, es correcto que esas entidades sean las que perciban más dinero, por los compromisos que deben asumir, no solamente participando en los torneos domésticos, sino también en los internacionales.
No merece objeciones el procedimiento que se aplica con los que compiten en la Primera Nacional, entre los que se encuentra Atlético de Rafaela, porque son los que ocupan el segundo lugar en la escala, pero que en este caso se equiparan con los de la Superliga, con un ingreso de un millón de pesos.
Pero a medida que se baja en la consideración, aparecen las injusticias, que son una consecuencia directa de una evaluación que no es la correcta, por el nivel de competencia en la que participan cada una de las instituciones.
Cómo se entiende, tomando como referencia la asignación de recursos, que un club de la Primera B Metropolitana reciba 500.000 y uno del Federal A solo perciba 190.000 pesos, cuando se trata de categorías similares, aunque la segunda responda a las normativas del Consejo Federal.
Incluso, el monto asignado a los participantes del Federal A, está por debajo de la Primera C (200.000 pesos) y solo por encima de la Primera D (100.00).
En cambio, los participantes del Regional Amateur, no están comprendidos en la distribución y por lo tanto no ingresará un solo peso a sus arcas. Este tema nos toca bien de cerca, porque son nada menos que cuatro los equipos que participan en esa divisional en representación de la Liga Rafaelina.
9 de Julio y Ben Hur de Rafaela, Libertad de Sunchales y Brown de San Vicente forman parte de una extensa lista de clubes discriminados, como si las Ligas en las que están compitiendo no aporten los respectivos porcentajes que se deben rendir luego de cada encuentro.
Pero, al margen de nuestros clubes, en el mismo Regional Amateur compiten otros con una rica historia en el fútbol argentino, algunos de ellos, con una valiosa experiencia en Primera División de la AFA.
En esa nómina aparecen, por ejemplo, Racing y General Paz Junior de Córdoba; San Martín de Mendoza; Juventud Antoniana y Gimnasia y Tiro de Salta; Altos Hornos de Zapla; Atlético y Belgrano de Paraná; Guaraní Antonio Franco de Posadas; Huracán y CAI de Comodoro Rivadavia; Liniers y Bella Vista de Bahía Blanca; Kimberley de Mar del Plata y Sol de América de Formosa.
Algunos, con mayor recorrido que otros, pero todos con participaciones que los ubicaron, en diferentes momentos de su existencia, en torneos de jerarquía.
Cuando los dirigentes de calle Viamonte se llenan la boca, gritando a los cuatro vientos que se aplica una política federalista desde la entidad, cuando llega del momento de demostrarlo no lo hacen.
La discriminación es tan evidente como inaceptable, porque el fútbol lo hacen entre todos, al margen de las prioridades que reciben unos y otros. Es un fiel reflejo de la gran diferencia entre ricos y pobres, que se pone de manifiesto también en el deporte más popular en este rincón del planeta y que jamás explicarán los popes de calle Viamonte.
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