Por REDACCION
En pleno desarrollo de la Cuarta Revolución Industrial, que es fundamentalmente digital, apareció la pandemia que no hizo otra cosa que aumentar la velocidad del cambio al punto que por momentos pareciera que perdemos control sobre los procesos de innovación tecnológica que invaden y conquistan todas las actividades, el trabajo, la educación, el deporte, el ocio y la cultura por nombras algunas áreas generales. De todos modos no todo lo que brilla es oro y si bien los beneficios de este nuevo modelo de organización económica y social se presentan como inconmensurables, también tiene un lado B más oscuro y que requiere, quizás, una intervención desde los gobiernos o las instituciones que conforman lo que se denomina la gobernanza mundial.
Como apuntaron en un artículo los especialistas Landry Signé y Mark Esposito, la revolución digital se está devorando a los jóvenes. En la actualidad, afirman, nos enfrentamos a una aguda crisis de acceso y oportunidad tecnológica, debido a un modelo que ha demostrado ser incapaz de apoyar la equidad y la inclusión. Hay mucho en juego y el mercado no solucionará el problema, advierten. Consideran que a medida que las plataformas masivas en línea han dado lugar a numerosos mercados virtuales, se ha abierto una brecha entre la economía real y la digital. Y, al conducir a más personas que nunca a que operen en Internet en busca de bienes, servicios y empleo, la pandemia del coronavirus está agrandando esta brecha. Al presente, el riesgo es que un nuevo complejo industrial digital obstaculice la eficiencia del mercado al imponer rentas a los actores de la economía real cuyas operaciones diarias dependen de la tecnología, subrayan en su análisis.
Así, plantean que la premisa de la Cuarta Revolución Industrial es que los elementos tangibles e intangibles de la economía actual pueden coexistir y crear nuevas sinergias productivas. El lado tangible de la economía proporciona la infraestructura sobre la que sostienen la automatización, la fabricación y las complejas redes comerciales, y el lado intangible, en el cual se encuentran la logística, las comunicaciones y otras aplicaciones de software, así como Big Data, permite que estos procesos alcancen una eficiencia óptima.
Concretamente, sostienen que la economía tangible es un requisito previo para la economía intangible. A través de la digitalización, los tangibles pueden convertirse en intangibles y luego superar las limitaciones tradicionales en cuanto a la escala y la creación de valor. Si bien este proceso es muy transaccional y requiere una gran cantidad de capital, hasta ahora ha sido un mecanismo positivo para el crecimiento, ya que ha proporcionado cierta equidad de oportunidades tanto para los países pequeños como para los grandes, subrayan los especialistas.
Pero hay un desbalance, una lectura negativa, pues se observa un desacoplamiento de los sectores digital y real de la economía. Las empresas digitalmente nativas que se beneficiaron de la suspensión de los factores tradicionales de producción han estado creciendo incluso más rápido que antes de la pandemia del Covid-19. En este esquema, los analistas explican que a principios de septiembre de 2020, los precios de las acciones de Facebook, Amazon y Apple se habían más que duplicado desde el inicio de la pandemia, y Apple se convirtió en la primera empresa en lograr una valoración de 2 mil millones de dólares. Aquellos quienes poseen y dirigen a los gigantes tecnológicos están ganando cada vez más dinero mientras que el resto del mundo sigue experimentando una devastación económica, remarcan sobre la foto que devuelve el mundo productivo.
De este modo, al situarse los activos de la economía real muy por debajo de los activos financieros digitales, ha surgido una recuperación corporativa en forma de K. Es decir, las empresas digitales pueden crecer aparentemente sin límites, mientras que el crecimiento de las otras empresas sigue circunscrito por las condiciones finitas en las que operan. Esta tendencia no sólo desafía los supuestos neoliberales sobre la creación de valor, sino que también nos empujan hacia un escenario en el que las políticas gubernamentales dirigidas a redistribuir el valor ya no se constituirán en opciones plausibles alertan en el artículo.
Finalmente, consideran que el mundo post-pandémico se caracterizará por una economía que avanza de manera vacilante por un temor generalizado sobre el futuro y una creciente toma de conciencia sobre cómo ha cambiado la vida económica. En este marco, nos enfrentamos a una aguda crisis de acceso a las tecnologías y a las oportunidades tecnológicas, debido a un modelo de negocio invasivo que ha demostrado ser incapaz de apoyar la equidad y la inclusión. De todas formas, hay formas de garantizar que la revolución digital beneficie a muchos, no sólo a unos pocos; pero, estas formas requerirán que reconsideremos cómo buscamos la innovación y cómo creamos valor en el siglo XXI.
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