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Editorial Miércoles 20 de Junio de 2012

Día de la Bandera

Nuestra enseña, el verdadero y más puro símbolo de la nacionalidad, junto a su creador Manuel Belgrano, son quienes hoy se llevan nuestro recuerdo y homenaje.

Redacción

Por Redacción

Este 20 de junio es el Día de la Bandera, el verdadero símbolo de la nacionalidad, que nos identifica con el más puro sentir patriótico. Es que la historia nos enseña y nos recuerda que la misión superior no es la de brindar conocimiento escueto, fruto del esfuerzo científico, sino la de aleccionar con el ejemplo ilustre, incluso con la depuración que le acuerda el paso de los años.

Es en esa visión, de modo racional y consciente, que compartimos el sentir por la Patria, destacándose los prohombres de la nacionalidad, aquellos de profundo sentido épico, dotados de las excelencias del pensamiento y la acción, con el destino marcado hacia una misión de características excepcionales, que fueron marcando los jalones de nuestra identidad.

Y justamente Manuel Belgrano, a quien rendimos homenaje este día, es posiblemente la síntesis de las virtudes cívicas dentro del entretejido de la perfección ética y moral, quien definió el ideal de la vida de la siguiente manera: "El único premio a que aspiro, después de la misericordia de Dios, es conservar el buen nombre que adquirí desde mis tiernos años".

Su anhelo fue asumido por el pueblo argentino, cuando el 24 de septiembre de 1873, en el septuagésimo aniversario de la batalla de Tucumán, se inauguraba en la Plaza de Mayo de Buenos Aires, la estatua ecuestre de Belgrano, costeada por una suscripción nacional.

Bartolomé Mitre, autor de la "Historia de Belgrano", al pronunciar un discurso frente al monumento, sostuvo "con legítimo orgullo y con humildad republicana, podía asegurarse que jamás una gloria más pura, ni más modesta, se había moldeado en el bronce de la inmortalidad", para agregar "la guerra fue un simple accidente en la laboriosa carrera del precursor de nuestra independencia y del fundador de nuestras primeras escuelas públicas, que dio su enseña a la revolución y la legó laureada a la posterioridad. Aceptó la lucha como la tarea impuesta al jornalero, y la cumplió con fortaleza, con abnegación y con humildad". Concluyendo Mitre: "su grandeza principalmente cívica y moral, no es el resultado de la superioridad del genio sobre el nivel común ni está exclusivamente vinculada a las grandes luchas políticas y militares en las que fue modesto actor".

"Ella consiste -continuó definiéndolo Mitre- en el conjunto armónico de sus altas cualidades morales que no pretendían sobreponerse a la razón pública; en el equilibrio del alma, que no se dejó arrebatar por el orgullo ni avasallar por el egoísmo, en la autoridad con que mandaba y en la humildad con que obedecía; en que fue el representante de las generosas aspiraciones del Bien de todos los tiempos, y en que lo sirvió en el nombre del interés de todos, prolongando así su acción en la posteridad; en que fue humilde y perseverante apóstol, combatiente y jornalero y regó con sudor el campo de la labor humana, en los consejos del gobierno, en las páginas del periodismo y hasta en el tosco banco de la escuela primaria, muriendo en la oscuridad y en la pobreza".

Este es entonces la clase ideal de héroe de todas las democracias, que no deslumbra como un meteoro, pero que brilla como un astro apacible en el horizonte de la Patria. Fue grande sin pretenderlo y encontró la gloria sin buscarla en el camino del deber.

Hoy es el Día de la Bandera, pero también la fecha más oportuna para recordar estos valores morales que distinguieron a Manuel Belgrano, cuyo ejemplo debería ser convocado mucho más seguido, y aún más que eso, imitado. 

Momentos de reflexión con el pensamiento teñido de celeste y blanco, ondeando en el símbolo más puro de nuestra identidad nacional, el que aglutina y ayuda a superar diferencias, que tanta falta nos hace. Que el ejemplo dejado por Belgrano, cuya vida recta y sin dobleces, aparezca como el ejemplo que nos guíe hacia los objetivos que todos aspiramos por igual, aunque con diferencias de acciones y metodologías que, a veces profundizados en exceso, alcanzan un poder mucho mayor que aquellos otros que nos unen e identifican.

Que este 20 de junio entonces, tengamos todos, una jornada de reflexión guiada por el simbolismo de nuestra enseña.

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