Por REDACCION
Atada con alambre, y entre parche y parche, la economía argentina exhibe una fragilidad extrema que la deja expuesta ante cualquier tormenta que afecte los mercados internacionales. Plagada de distorsiones e inconsistencias, los sucesivos gobiernos de todos los colores políticos se declaran incompetentes para enfrentar, por caso, el problema de la inflación y solo recurren a estériles acuerdos de precios para desacelerar el alza de precios cuando en realidad deberían reducir -y al mismo tiempo hacerlo más eficiente- el gasto público y suspender la emisión monetaria.
La gobernantes de turno buscan convencer que esos acuerdos de precios pueden ser la solución, pero está claro que el bolsillo de la mayoría de los argentinos tiene bien en claro que hay una pata de la mentira en el asunto. Por estos días, los valores de la yerba y la carne avanzan más rápido que los salarios y eso que no son alimentos importados.
Más allá de los cambios estructurales que se requieren en el país, una aspirina que mejoraría el estado de la economía nacional viene por el lado del comercio exterior. La escasez de dólares constituye hoy un drama para una Argentina fuertemente endeudada, por lo que tener una balanza comercial favorable genera alivios necesarios que descomprimen las tensiones.
En este contexto, el 2020 concluyó con un superávit comercial de 12.500 millones de dólares, lo cual es positivo aunque podría haber sido mejor. Es que este saldo se contrajo 22% interanual en un escenario en que la capacidad de compra de nuestras exportaciones mejoró levemente en relación con nuestras importaciones (+0,6%), según un informe de la consultora Ecolatina: las cantidades exportadas tuvieron una caída del 13,2%, lo cual fue más profunda que las importadas (-10,7%).
Con la perspectiva de que los precios internacionales seguirán jugando a favor en 2021 (al menos así lo indican los contratos futuros de soja y sus derivados), se espera que el balance comercial se incremente este año. Sin embargo, difícilmente las cantidades exportadas recuperen el 15% de caída que acumulan desde su pico en 2011. En este esquema, la recuperación de los volúmenes importados a la salida de la pandemia insumirá cada vez una porción mayor de los dólares que ingresen. Según el reporte, una década de estancamiento de los envíos al exterior no es compatible con el crecimiento sostenido y deberá ser un foco a donde apuntar las políticas de los próximos años.
El análisis debe contemplar las expectativas optimistas que presenta Brasil, que desde hace más de treinta años es el principal demandante de nuestras exportaciones. Además, hace 25 años que es el primer origen de nuestras importaciones. A partir de estos datos, se advierte la centralidad del país vecino para nuestra economía: un quinto de nuestro comercio internacional de bienes se explica por este país. En este marco, y a modo de ejemplo, sólo en 2 de los últimos 35 años la Argentina pudo crecer mientras la actividad brasileña caía, lo que refleja la fuerte correlación entre ambas economías, apunta Ecolatina.
El principal mercado sudamericano está estancado y sufriendo de turbulencias político-económicas desde 2014. Lo que comenzó como una desaceleración de la producción, se profundizó con caídas en 2015 y 2016. El 2020 parecía ser el año en que la economía brasileña finalmente superaría el pico de actividad alcanzando en 2014. Sin embargo, el coronavirus golpeó con fuerza a la primera economía del Mercosur y la recuperación quedó trunca: el PBI se contrajo más de 4% el año pasado, quedando casi 7% por debajo de los niveles de 2014.
A raíz la recesión y la depreciación brasileña, las exportaciones argentinas a este destino cayeron 25% entre 2014 y 2019. En la misma línea, la producción industrial argentina se contrajo 13% entre ambos años, resultado, entre otros factores, de los problemas de la primera economía sudamericana. ¿Qué esperar para 2021? Se estima que Brasil logre una importante recuperación de al menos 3,5 del PBI. Mejor aún, la industria brasileña experimentaría una expansión de 4,2%, pudiendo incrementar la demanda de nuestras exportaciones manufactureras. Algunos de los productos argentinos que podrían beneficiarse son pick-ups, utilitarios, autos, autopartes, plásticos, colectivos y motores. Todos estos tienen un fuerte vínculo con el complejo automotriz -en el que se inserta Rafaela a través de sus empresas autopartistas-, que genera un importante volumen de empleo privado registrado, puestos de trabajo que se ubican entre los de mayor calidad.
En síntesis, después de muchos años, las noticias que llegan de nuestro principal socio comercial son alentadoras. Este año se conjugarían una mejora de nuestros precios de exportación (alza de commodities agrícolas), una recuperación de la demanda externa y nuestra producción se abarataría en relación con la brasileña. De esta manera, nuestro país podría apuntalar su tan alicaída como necesaria generación genuina de dólares en 2021. No obstante, como remarca Ecolatina, al viento de cola externo hay que acompañarlo con buenas políticas económicas.
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