Por REDACCION
Gran parte la sociedad argentina advierte, con una mezcla de decepción e indignación, que funcionarios de todos los niveles del Estado caen en la tentación de capitalizar los avances que ha registrado en los últimos dos meses las campañas de vacunación contra el Covid, aunque con memoria selectiva pues optan por no recordar que hasta mayo las vacunas llegaban al país a cuentagotas. En ese momento el humor social evidenciaba un malestar absoluto para con los responsables de negociar la compra de vacunas en un mercado global con escasez. De todas formas, el Gobierno nacional optó por aumentar la dificultad en forma unilateral porque en lugar de elegir vacunas de todos los laboratorios optó por darle un carácter ideológico al asunto, descartando inicialmente aquellas elaboradas por compañías farmacéuticas estadounidenses. Recién ahora, ante la cercanía de las elecciones y acorralado por los fuertes cuestionamientos, se resignó a buscar las vacunas de Pfizer, Moderna y Johnson. Será difícil para el Presidente y su equipo explicar las razones de esta estrategia, a la luz de los hechos desacertada.
Con cerca de 110 mil muertos por coronavirus en la Argentina, queda la sensación de que se podría haber accedido a una mayor cantidad de vacunas. Y que ese retraso se pagó con miles de vidas. La dinámica de los acontecimientos aún no permite efectuar una lectura con cierta perspectiva sobre el rol de los funcionarios, sus aciertos y sus errores, pero en poco tiempo quizás podamos tener un "diagnóstico".
El uso político de la campaña de vacunación, entonces, queda en evidencia en distintos lugares de la Argentina. Rafaela no es la excepción puesto que hemos asistido a puestas en escenas que no resultan fáciles de digerir desde el sentido común. Funcionarios del gobierno municipal que han participado del operativo de inmunización contra el Covid se han retratado junto a personal de salud y vecinos que recibían una dosis en su brazo, por el solo hecho de llegar a un número redondo de aplicaciones. Es materia de opinión, pero ese montaje incluía papel picado, globos y una torta como si fuera la fiesta de cumpleaños en el vacunatorio, cuando a pocos metros decenas de pacientes internados en terapia intensiva peleaban por vivir. Se reprocha que esos funcionarios que aparecían con carita feliz por la aplicación de la vacuna número 50.000 o 100.000 son los que ahora integran una lista de candidatos. Queda al descubierto, por tanto, una maniobra para utilizar la campaña de vacunación con fines políticos. La vacuna es un derecho para los ciudadanos, y es una obligación para los funcionarios estatales que tienen el monopolio en lo que hace a distribución y colocación.
Cuando un Presidente obliga a uno de sus ministros que optó ser candidato en el próximo turno electoral a renunciar al cargo por cuestiones éticas es poco creíble. Porque hoy nada más alejada de la política que la ética. El valor de la palabra de la jefatura de Estado se ha degradado sustancialmente en el último tiempo a partir de permanentes contradicciones y giros inexplicables. El relato tiene una enorme capacidad para enmascarar la realidad y sus hechos, pero también tiene sus límites.
El precandidato a diputado Nacional Mario Mazzitelli, declaró que el Presidente de la Nación manipula la información sobre la vacunación, como propaganda, con intenciones electorales. Dijo que gastar fondos públicos para hacer campaña con la pandemia es hacer política a partir del drama de miles de familias. Se trata de una mirada compartida por muchos que, más allá del avance de la vacunación, no perdonan la compra selectiva de vacunas que retrasó la campaña.
Los comentarios de este artículo se encuentran deshabilitados.