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SUPLEMENTO ESPECIAL Domingo 30 de Abril de 2023

El trabajo de escribir

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REDACCION

Por REDACCION

Por Santiago Alassia*

¿Qué hace un escritor? Pregunta que, a primera vista, parece inocente. “Escribir”, se respondería, por el camino de la obviedad. Y sin embargo detrás de las apariencias se esconden varios nudos problemáticos.
Un escritor, ¿hace algo? Eso que hace, ¿es un trabajo? Si es un trabajo, ¿está reconocido como tal? Las preguntas pueden ser herramientas si lo que se intenta es desentrañar el núcleo de una actividad que durante siglos permaneció oculta detrás de un mito: el de la inspiración.
Digámoslo desde ya para que quede claro de entrada: la inspiración no existe. Y, si existe, no se trataría de ningún ángel etéreo sino que sería algo así como un estado de intensa conexión con la materia desde la que se trabaja; en el caso del escritor, esa materia es el lenguaje. El mito de la inspiración ha servido, en todo caso, para encajonar al escritor en el dudoso pedestal de “genio” alcanzado por las musas en raptos de trance glorioso. Blablablá. Lo único que hace ese supuesto misterio es invisibilizar las horas de esfuerzo que día a día van cimentando el oficio de la escritura. Deconstruir la noción de inspiración, entonces, es un modo de reconocer la base material que sostiene el trabajo del escritor.
Pero, ¿en qué consiste ese trabajo? Para empezar, se podría decir que un escritor lee mucho. Pero no sólo literatura; además, lee otro tipo de signos. Un escritor lee texturas sociales y temperaturas de época. Escucha síntomas de la comunidad a la que, fatal o felizmente, pertenece. Un escritor bucea en su soledad y también viaja, constantemente, así vaya a la China o a la verdulería, pues está siempre en tránsito. Un escritor se detiene a hurgar en los restos: archivos, fotos viejas, noticias de anteayer, datos sueltos. Cualquier cosa puede revelarse de pronto como un trampolín hacia la página, un disparador para una trama, un personaje, un escenario. Un escritor trabaja siempre, aunque no escriba, porque está tramando el espesor de experiencias que luego volcará en su escritura. Ese espesor con el que tratará de encontrar, o de inventar, su propia voz. Trabajo en el que se le va la vida (esto puede leerse de modo literal o metafórico), sobre todo en el intento, a veces desesperante, de quitarse de encima el bullicio del mundo: las máximas cómodas que dicta el sentido común, esa aplastante voz ruidosa que casi siempre obtura todo vestigio de originalidad.
Por supuesto que hay una zona de misterio que siempre permanece a la hora de escribir literatura. Incluso es deseable alimentar esa zona, estimularla. Pero eso no significa que todo quede reducido a la fórmula mágica e indecible de la inspiración, y que se crea que las obras son fruto de eso, de la inspiración, sin que se sepa cómo fueron construidas. Se puede saber, y se puede sistematizar ese saber. Invitados a puntualizar de qué se trata el oficio de escribir, uno está tentado de arriesgar que, en la narrativa, el camino del trabajo es más claro.
Traducir un paisaje cotidiano a escenario para un cuento, yuxtaponer características de personas conocidas para germinar un personaje o elaborar un recuerdo como disparador para un conflicto son procedimientos habituales y fácilmente identificables a la hora de recuperar las etapas de la creación narradora.
Ahora bien, la poesía es otro cantar. Allí las cosas se vuelven más inasibles. La sola voluntad no alcanza para lograr la escritura de un poema. Pero, incluso ahí, en esa ardiente paciencia poblada de asociaciones rizomáticas y de una profunda escucha interior, aparecen modos personalísimos de esperar, de disponerse, de detectar las joyas del lenguaje que de tanto en tanto relucen y pueden derivar en un ritmo, una cadencia, una música propia que, finalmente, se traducirá en el poema. Eso, si bien guarda su imprescindible cuota de opacidad, es trabajo. Y cada escritor lo funda y lo renueva en el proceso, igual y diferente cada vez.


(*) Santiago Alassia es actor, escritor y docente. Escribió y dirigió numerosas obras teatrales y publicó varios libros. Recibió el premio del Fondo Editorial Municipal en 2016 y el provincial “Alcides Greca” en 2020. Coordina talleres de poesía, cuento y oratoria. Mail: [email protected]

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