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Suplemento Economía Domingo 28 de Octubre de 2012

Si no ahorro, gasto

La fuga de capitales obligó al gobierno a una drástica medida, los efectos colaterales empiezan a saltar a la vista. La tendencia que crece: a falta de dólares los argentinos vuelcan sus pesos al consumo.

Lic. Alfredo Koncurat

Por Lic. Alfredo Koncurat

Ya hace poco más de un año que el Gobierno con un vuelco de timón impuso una brusca medida: restricción a la compra de dólares o más conocido como “cepo cambiario”. La situación era clara: por falta de reglas o por una exacerbada cultura especulativa el país perdía millones de valiosos recursos, millones de dólares que en vez de fortalecer el circuito productivo terminaban en las cajas de seguridad, en edificios de Miami o Punta del Este o simplemente bajo el colchón.

Estaba más que obvio que el contexto ameritaba un decisivo abordaje: la fuga de capitales ponía en peligro el modelo y había que tomar cartas en el asunto.


FUGA DE CAPITALES

Según datos proporcionados por el propio Banco Central de la República Argentina, la fuga de capitales supera los 82.000 millones de dólares en los últimos 5 años. Como si fuera poco, se estima que los argentinos acumulan ya casi 400 mil millones de dólares fuera del circuito económico, todavía detrás de Brasil, México y Venezuela.

Tras el respaldarazo eleccionario en 2011 el Gobierno puso manos a la obra y empezó con una batería de medidas para frenar la acelerada fuga de divisas.

Es que esta negativa tendencia estructural debilita desde hace décadas la posibilidad de desarrollo de nuestra economía, al negarle los recursos para la formación de capital y desincentivar la inversión en emprendimientos productivos locales.

Hay quien asegura que la riqueza fugada es suficiente como para situar al país al lado de las potencias mundiales, imagínense las fábricas en vez de los edificios.


CONTROL

Tras las primeras medidas de control a la compra de dólares, los particulares hicieron lo previsible: retiraron con un “efecto ola” los depósitos en dólares. Con más o menos incomodidad la nueva situación ha afectado de manera relevante a la inversión; en parte porque paralizó al sector inmobiliario y por añadidura a la construcción (de todos modos, el gobierno confía que esta consecuencia se morigerará con el programa oficial para créditos hipotecarios).

Sin embargo, por otro lado las medidas de control oficial resultaron determinantes para revertir la tendencia: la fuga de capitales se ha frenado en seco prácticamente en lo que va del año, y pasado el primer chubasco todo parece indicar que aunque débil la economía vuelve a levantar cabeza.

A nivel micro, en el bolsillo de la gente lo que se evidencia es que a falta de un activo que sirva de “reserva de valor”, los ahorros más que nunca se están volcando a compras de bienes durables y a refacciones.

Es que en un contexto inflacionario, lejos de la posibilidad de comprar un inmueble, después de cambiar el auto y comprar el plasma o irse de vacaciones la alternativa que queda es “poner los mangos a plazo fijo y así por lo menos pierdo menos”.

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