Por Fernando Solari
La RSE (Responsabilidad Social Empresaria) tiene que
ver con cómo actúan las empresas y los sentimientos que estos
resultados generan, incluso para los mismos empresarios.
Sin perder de vista que, hasta la más grande multinacional no
es más que un grupo de personas -compartiendo valores- reunidas
detrás de un objetivo común es sencillo notar que los sentimientos
y las emociones están presentes en todo lo relacionado con las
empresas y los negocios.
En buena medida debe ser una cuestión de sentimientos lo que
generó el titular "Reino Unido endurecerá la ley para poner en
evidencia a los empresarios "sinvergüenzas" (correspondiente a la
edición del 28 de agosto de 2013 del medio español digital "El
Diario") donde señala que "El Gobierno británico endurecerá a
partir del próximo mes de octubre la legislación vigente para
poder hacer públicos los nombres de todos los directivos de las
compañías que no paguen el salario mínimo a sus trabajadores, con
el objetivo de 'avergonzarlos' ante la sociedad y luchar así de
forma más decidida contra los empresarios 'sinvergüenzas'".
Se supone que las personas, en su rol de empresarios, actúan
como actúan -en primer lugar- movidos por la búsqueda de rédito
económico. Esto es lo que los diferencia del resto de los roles
que llevan adelante. Quienes no desean -o no tienen la
determinación de hacerlo- buscar tanta ganancia como sean capaces
de lograr no asumen el riesgo de ser empresarios.
Hay personas que ganan mucho más dinero que algunos empresarios
ejerciendo su profesión con excelencia, hay quienes desarrollan un
talento capaz de permitirles ganancias que muchos empresarios
envidiarían sin reparos, hay quienes eligen diversos caminos y
amasan fortunas superiores a las que consigue la mayoría de los
empresarios por lo que se puede considerar que el rol de
empresario, a pesar de tener la búsqueda del beneficio económico
como norte ineludible, no es el camino más simple -ni mucho menos
el infalible- para lograrlo.
Quienes deciden intentar ser empresarios, ya que es justo
convenir que la gran mayoría acaba aprendiendo de la dura
experiencia y continúa su vida cumpliendo un rol diferente, lo
hacen fundamentalmente por orgullo.
La vergüenza no suele ser una opción ya que los caminos para
ser empresario son infinitas variables que tienen en común la
decisión de no cruzar la línea de lo legal.
En el caso de la decisión del gobierno británico, según
declaraciones hechas por la responsable de Relaciones Laborales
del Departamento de Negocios, Innovación y Habilidades, Jo
Swinson; deja claro que "pagar por debajo del salario mínimo es
ilegal".
Si es así lo razonable sería que a quienes infrinjan la
ley se les apliquen los castigos correspondientes.
LA CLAVE ES LA
REPUTACION
La humillación pública cómo método para disciplinar o castigar
es una metodología que ha quedado en gran parte relegada por su
manifiesta ineficacia. Y es justamente ineficacia lo que pone esta
medida en evidencia por parte de quienes deben hacer cumplir las
leyes.
Los empresarios, como el resto de los integrantes de la
comunidad, actúan en libertad dentro de los límites que le marcan
personas ajenas a su grupo de pertenencia. Quienes fijan las leyes
y regulaciones que deben ser cumplidas por los empresarios no son
empresarios.
La relación entre los miembros de una comunidad se guían, en
buena medida, a través de un sistema de premios y castigos. Esa
escala es la que lleva a las personas, en ciertas y determinadas
ocasiones, a acercarse -e incluso cruzar- determinadas líneas solo
porque el riesgo de ser castigados es tan bajo como alto el
beneficio que les promete el riesgo a asumir.
Sin embargo, la línea de la legalidad corresponde a otra
categoría; está relacionada con otro tipo de valores.
Puede haber personas que decidan ser empresarias y,
desempeñando ese rol, desarrollar una ambición desmedida que los
lleve a quebrar algunas reglas ocasionales que se encuentren por
alguna razón desdibujadas dentro del sistema de regulaciones
vigente, pero suele no implicar que decidan pasar de liderar una
empresa a hacerlo con una asociación ilícita o entrar al mercado
de las drogas por tomar sólo un ejemplo extremo.
Es cierto que, desde el aspecto humano que atraviesa a todos
los roles que desempeñamos, hay emociones y sentimientos que están
presentes y que influyen en alguna medida sobre nuestras decisiones.
Es habitual vincular el sentimiento de culpa con la RSE y esto
queda puesto en evidencia por la forma en que se llevan adelante
las acciones y por los resultados que se logran.
La filantropía empresaria y todas sus versiones no son más que
la evidencia de intentos por compensar algún sentimiento de culpa
profunda con una acción puntual que transmite tranquilidad
momentánea a quién la emprende y que emparcha momentáneamente el
problema de quien la recibe.
Quizás la clave de la noticia esté en su última parte donde
señala "el Gobierno espera que "la mala publicidad disuada a los
empresarios que, en otras circunstancias, podrían verse tentados a
no pagar el salario mínimo… Esto les dará un aviso claro de que
tendrán que hacer frente a consecuencias reputacionales además de
a una multa si no pagan el salario mínimo", insiste Swinson".
Si el final de la verdadera RSE es, para la empresa, generadora
de valor reputacional; la medida que está a punto de lanzar el
gobierno inglés apunta al centro de la cuestión. Quizás de lo que
se olvida es que la reputación no es algo que se pierde sino un
valor que se construye haciendo las cosas mejor que como
corresponden ser hechas y mostradas de mejor forma todavía, por lo
que las empresas que deciden cruzar la línea de la legalidad no
son empresas que tengan mucha reputación por perder.
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