Saltar menú de navegación Teclas de acceso rápido
Suplemento Economía Domingo 15 de Septiembre de 2013

RSE y la vergüenza

COLUMNA DEL EXPERTO

Fernando Solari

Por Fernando Solari

La RSE (Responsabilidad Social Empresaria) tiene que

ver con cómo actúan las empresas y los sentimientos que estos

resultados generan, incluso para los mismos empresarios.

Sin perder de vista que, hasta la más grande multinacional no

es más que un grupo de personas -compartiendo valores- reunidas

detrás de un objetivo común es sencillo notar que los sentimientos

y las emociones están presentes en todo lo relacionado con las

empresas y los negocios.


En buena medida debe ser una cuestión de sentimientos lo que

generó el titular "Reino Unido endurecerá la ley para poner en

evidencia a los empresarios "sinvergüenzas" (correspondiente a la

edición del 28 de agosto de 2013 del medio español digital "El

Diario") donde señala que "El Gobierno británico endurecerá a

partir del próximo mes de octubre la legislación vigente para

poder hacer públicos los nombres de todos los directivos de las

compañías que no paguen el salario mínimo a sus trabajadores, con

el objetivo de 'avergonzarlos' ante la sociedad y luchar así de

forma más decidida contra los empresarios 'sinvergüenzas'".

Se supone que las personas, en su rol de empresarios, actúan

como actúan -en primer lugar- movidos por la búsqueda de rédito

económico. Esto es lo que los diferencia del resto de los roles

que llevan adelante. Quienes no desean -o no tienen la

determinación de hacerlo- buscar tanta ganancia como sean capaces

de lograr no asumen el riesgo de ser empresarios.

Hay personas que ganan mucho más dinero que algunos empresarios

ejerciendo su profesión con excelencia, hay quienes desarrollan un

talento capaz de permitirles ganancias que muchos empresarios

envidiarían sin reparos, hay quienes eligen diversos caminos y

amasan fortunas superiores a las que consigue la mayoría de los

empresarios por lo que se puede considerar que el rol de

empresario, a pesar de tener la búsqueda del beneficio económico

como norte ineludible, no es el camino más simple -ni mucho menos

el infalible- para lograrlo.


Quienes deciden intentar ser empresarios, ya que es justo

convenir que la gran mayoría acaba aprendiendo de la dura

experiencia y continúa su vida cumpliendo un rol diferente, lo

hacen fundamentalmente por orgullo.

La vergüenza no suele ser una opción ya que los caminos para

ser empresario son infinitas variables que tienen en común la

decisión de no cruzar la línea de lo legal.


En el caso de la decisión del gobierno británico, según

declaraciones hechas por la responsable de Relaciones Laborales

del Departamento de Negocios, Innovación y Habilidades, Jo

Swinson; deja claro que "pagar por debajo del salario mínimo es

ilegal".

Si es así lo razonable sería que a quienes infrinjan la

ley se les apliquen los castigos correspondientes.


LA CLAVE ES LA

REPUTACION  

La humillación pública cómo método para disciplinar o castigar

es una metodología que ha quedado en gran parte relegada por su

manifiesta ineficacia. Y es justamente ineficacia lo que pone esta

medida en evidencia por parte de quienes deben hacer cumplir las

leyes.

Los empresarios, como el resto de los integrantes de la

comunidad, actúan en libertad dentro de los límites que le marcan

personas ajenas a su grupo de pertenencia. Quienes fijan las leyes

y regulaciones que deben ser cumplidas por los empresarios no son

empresarios.


La relación entre los miembros de una comunidad se guían, en

buena medida, a través de un sistema de premios y castigos. Esa

escala es la que lleva a las personas, en ciertas y determinadas

ocasiones, a acercarse -e incluso cruzar- determinadas líneas solo

porque el riesgo de ser castigados es tan bajo como alto el

beneficio que les promete el riesgo a asumir.

Sin embargo, la línea de la legalidad corresponde a otra

categoría; está relacionada con otro tipo de valores.


Puede haber personas que decidan ser empresarias y,

desempeñando ese rol, desarrollar una ambición desmedida que los

lleve a quebrar algunas reglas ocasionales que se encuentren por

alguna razón desdibujadas dentro del sistema de regulaciones

vigente, pero suele no implicar que decidan pasar de liderar una

empresa a hacerlo con una asociación ilícita o entrar al mercado

de las drogas por tomar sólo un ejemplo extremo.

Es cierto que, desde el aspecto humano que atraviesa a todos

los roles que desempeñamos, hay emociones y sentimientos que están

presentes y que influyen en alguna medida sobre nuestras decisiones.

Es habitual vincular el sentimiento de culpa con la RSE y esto

queda puesto en evidencia por la forma en que se llevan adelante

las acciones y por los resultados que se logran.


La filantropía empresaria y todas sus versiones no son más que

la evidencia de intentos por compensar algún sentimiento de culpa

profunda con una acción puntual que transmite tranquilidad

momentánea a quién la emprende y que emparcha momentáneamente el

problema de quien la recibe.

Quizás la clave de la noticia esté en su última parte donde

señala "el Gobierno espera que "la mala publicidad disuada a los

empresarios que, en otras circunstancias, podrían verse tentados a

no pagar el salario mínimo… Esto les dará un aviso claro de que

tendrán que hacer frente a consecuencias reputacionales además de

a una multa si no pagan el salario mínimo", insiste Swinson".


Si el final de la verdadera RSE es, para la empresa, generadora

de valor reputacional; la medida que está a punto de lanzar el

gobierno inglés apunta al centro de la cuestión. Quizás de lo que

se olvida es que la reputación no es algo que se pierde sino un

valor que se construye haciendo las cosas mejor que como

corresponden ser hechas y mostradas de mejor forma todavía, por lo

que las empresas que deciden cruzar la línea de la legalidad no

son empresas que tengan mucha reputación por perder.

Seguí a Diario La Opinión de Rafaela en google newa

Los comentarios de este artículo se encuentran deshabilitados.

Te puede interesar

Teclas de acceso