Por José Calero
Los
sucesivos récords experimentados por la recaudación se explican en
parte por una administración tributaria más eficaz, pero sobre
todo por la falta de actualización por inflación de Ganancias, el
mantenimiento de impuestos distorsivos y el incremento de la
recaudación del IVA por efecto de la inflación.
La recaudación de julio alcanzó los $80.298 millones y creció
31% en comparación con el mismo mes de 2012, por aumento del
consumo, inflación, aportes patronales, Ganancias e impuesto
al Cheque.
La recaudación por IVA alcanzó los $14.897,9 millones, con un
alza del 38,6%, que reflejó mayor consumo por aumentos salariales,
pero también por el efecto inflación.
En cambio, las retenciones bajaron 15,8% con respecto a julio
de 2012 porque los productores vendieron menos y el precio de los
commodities retrocedió.
El alza en la recaudación fue producto también de un récord en
los ingresos por el impuesto al Cheque, un gravamen creado por
Domingo Cavallo cuando era ministro de Fernando de la Rúa, que iba
a ser transitorio y terminó siendo uno de los principales factores
de recaudación para el Fisco.
Ricardo Echegaray destacó que solo en julio se recaudaron
$5.089,6 millones por el impuesto a las cuentas corrientes, dolor
de cabeza permanente para las pequeñas y medianas empresas, para
las cuales representa un costo operativo cada vez más oneroso.
Es decir, el Estado argentino le saca al sector privado unos
60.000 millones de pesos anuales mediante un gravamen que no
debería existir.
Los tributaristas sostienen que este impuesto carece de razón
de ser, y señalan que en ningún lugar del mundo se cobra, mientras
que en la Argentina lleva trece años erosionando la rentabilidad
de personas físicas y empresas.
Un informe del Instituto de Estudios sobre la Realidad
Argentina y Latinoamericana (IERAL) estima que la carga impositiva
alcanzará este año 42,8% del Producto, lo cual significa 28.366
pesos por habitante.
En términos del PIB y considerando los tres niveles de
gobierno, sostiene el estudio, se pasó de una presión tributaria
efectiva de 22% en 2001 a 38,6% en 2012.
El IERAL calcula que este año cada habitante pagará en promedio
impuestos por $26.515, cifra 134% superior a la de 2001 ($11.330,
expresados a valores de 2013).
El estudio también advierte sobre el fuerte crecimiento de los
subsidios a empresas (731% entre 2005 y 2012), como consecuencia
de una "inadecuada política de precios, que le puso un freno al
crecimiento de la obra pública e hizo desaparecer al ahorro fiscal
(pasó de $2.178 per cápita en 2007 a un déficit de $133 en 2012)".
Otro impuesto en el centro de la polémica es Ganancias: la AFIP
subrayó que llegó a los $15.648,8 millones en julio y subió 42,4%.
Pero las empresas sostienen que esa recaudación es "ficticia",
porque en realidad las utilidades están infladas porque el
gobierno no actualiza balances por inflación y hace que se deba
tributar más.
En medio de la campaña, la presidenta Cristina Fernández viene
asegurando que su administración no aumentó impuestos.
Sin embargo, las retenciones sufrieron incrementos, aunque la
mayor presión impositiva -la más alta de la historia según
tributaristas- se produce especialmente por el efecto inflación.
El costo de vida, que vuelve a proyectarse por encima del 25
por ciento para este año, engorda ventas, ganancias y los
movimientos económicos sobre los cuales se calculan y pagan los
impuestos.
La falta de ajuste por inflación de los mínimos o de la base
imponible de los impuestos hace el resto del trabajo para que la
AFIP siga recaudando a manos llenas.
Desde 2001, el mínimo no imponible de Ganancias se ajustó la
mitad de la inflación real y las escalas sobre las que se aplican
las alícuotas se mantienen congeladas hace 13 años.
A esto se suma que Bienes Personales no se actualiza desde 2007
y, en la misma línea, las categorías del Monotributo no se ajustan
desde 2010, creando un problema cada vez más complejo para los
pequeños contribuyentes.
En el marco de la "originalidad" que suele caracterizar a la
política económica, la inflación y la ausencia de ajuste de los
mínimos permiten aumentar la presión impositiva sin subir
impuestos.
Así, haciendo una lectura a fondo, la recaudación récord no es
tal, como tampoco lo es el crecimiento de la economía.
Ni que hablar de la supuesta robustez de las cuentas del
Estado, cuyo déficit se agiganta mes tras mes en medio de una
maraña de subsidios y gastos que se incrementaron por la campaña
electoral.
Pero habrá que dar crédito a la capacidad de inventiva oficial,
que parece haber encontrado una fórmula para incrementar la
presión impositiva sin tener que admitirlo.
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