Por José Calero
El
presidente Mauricio Macri encaró un sorpresivo reordenamiento de
la órbita económica con el fin de alinear la tropa detrás del
objetivo de reanimar la economía en este 2017 electoral, pero la
duda es si será sustentable con la estrategia de lucha contra la
inflación.
Año de elecciones legislativas, el jefe de Estado quiere que
cuando se acerque la hora de votar en octubre de lo único que se
hable sea del crecimiento económico.
Para eso, necesita, entre otras cosas, que la inflación no
supere el 5 por ciento en el primer cuatrimestre del año, un
objetivo difícil si se pretende a su vez aceitar el consumo,
mientras los gremios presionan por paritarias que permitan
recuperar el salario real.
En ese quita y afloje el gobierno ya mostró los dientes, cuando
el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, tiró abajo la paritaria de
los bancarios, por considerarla lesiva para la estrategia de darle
pelea a la inflación.
En su afán por ordenar el gabinete, y aconsejado por el
ministro coordinador, Marcos Peña, Macri despidió primero a
Alfonso Prat Gay, quien mostraba demasiada ambición política, y
aceptó sacrificar a Carlos Melconian en el Banco Nación, uno de
los pocos que todavía criticaba el ritmo lento en los recortes de
gasto público.
De paso, premió a Luis Caputo con un ascenso a ministro de
Finanzas, y le pidió garantizar el financiamiento para lo que
resta del año.
Caputo respondió con creces: volvió a exhibir el ´timing´ que
lo hizo famoso en la city y se anticipó a la incertidumbre
generada por el desembarco de Donald Trump en la Casa Blanca, para
conseguir unos 15.000 millones de dólares que cubren casi el 80%
de las necesidades financieras de la Argentina este año.
El ahora ministro emitió deuda en el momento justo y encima
dejó con las ganas a más de un inversor, lo que preanuncia una
suba en los bonos de la Argentina.
Pero mantener a raya la inflación y reactivar la economía puede
ser una disyuntiva de peso para el gobierno en este año electoral,
donde necesita mantener una representación parlamentaria
razonable.
El presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, destacó
la desaceleración de precios y derrochó confianza.
Considera que se podrá cumplir la meta de un costo de vida del
17% anual cuando se acerquen las elecciones, uno de los objetivos
que le pidió Macri.
El otro, el de mostrar una economía a todo motor, aparece más
complicado y desafiante, porque no todos los sectores tienen la
capacidad de remontar al mismo ritmo.
El sector agropecuario, por ejemplo, viene creciendo, ya que
aprovechó el empuje de la baja de las retenciones, y ya representa
casi la mitad de las exportaciones.
La actividad de la construcción, muy atada a la obra pública,
empieza a mostrar signos de recuperación, que también se nota en
los permisos para construir en la esfera privada.
El caso de la industria está en otro plano: las automotrices
siguen sin dar señales de vida y eso convenció al ministro de
Producción, Francisco Cabrera, de la necesidad de sentarse a
dialogar con el gremio SMATA y las terminales.
Busca alternativas para reanimar a ese sector fuertemente
golpeado por la demora en Brasil en recuperarse, pero también por
la caída en la demanda interna, ante la disparada de precios en el
mercado automotriz.
Cabrera está convencido de que varios sectores fabriles tienen
problemas de competitividad en buena medida porque las cadenas de
valor no logran organizarse y los recursos humanos está
desaprovechados.
"El objetivo es generar empleo de calidad, lograr más
integración nacional, atraer inversiones e impulsar el crecimiento
sostenido de la industria", dijo Cabrera.
El objetivo no será fácil: Ricardo Pignanelli, el jefe del
SMATA, le aclaró que no tenían objeciones al diálogo, pero el
convenio colectivo no se toca.
Salió al cruce así de las versiones que señalan que el gobierno
está pensando en una especie de "Vaca Muerta automotriz", en
alusión a la flexibilización del convenio colectivo aceptada por
los petroleros en Neuquén.
Así como históricamente ha sido una misión imposible para la
clase media llegar a la casa propia, comprar una auto se vuelve
una utopía para los argentinos, ante la disparada de precios.
Hacia estos problemas apunta el flamante presidente del Banco
Nación, Javier González Fraga, con la línea de créditos a 20 años
para la construcción con terreno propio.
El poder territorial del Nación y su poder de fuego a partir de
su enorme caudal de depósitos, puede empezar a hacer la
diferencia.
Pero en el gobierno dicen que con eso no alcanza, y por eso el
presidente del Central salió a pedirle a los bancos no dormirse en
los laureles y salir a captar depósitos con estrategias más
agresivas.
"No puede ser que la banca chilena sea tres veces más grande
que la argentina", disparó el jefe del BCRA en una reunión con
banqueros en la que los animó a apostar al crédito a la producción
y a los préstamos para la vivienda.
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