

Por Guillermo Briggiler
En el discurso del presidente Javier Milei, las "ideas de la libertad" ocupan un lugar central, basadas en principios del liberalismo clásico. Sin embargo, estas nociones también pueden ser contrastadas con una perspectiva más espiritual y universal: la libertad que propone Jesucristo en los Evangelios.
Para Milei, la libertad es el fundamento de un sistema que privilegia al individuo sobre lo colectivo. Este enfoque incluye libre mercado, es decir la capacidad de cada persona para decidir qué producir, consumir o comerciar sin interferencia estatal. Con un Estado limitado, es decir un gobierno que no interfiera en la vida de las personas más allá de garantizar seguridad y justicia. Incluyendo también la defensa sobre la propiedad privada, esto es los derechos de los individuos sobre sus bienes como base de una sociedad justa y la responsabilidad individual, donde cada persona es dueña de su destino y debe afrontar las consecuencias de sus decisiones.
Estas ideas buscan empoderar al individuo y promover una sociedad más próspera al reducir las restricciones impuestas por el Estado.
En los Evangelios, la libertad propuesta por Jesucristo trasciende las estructuras políticas o económicas y se centra en la transformación del corazón humano y desde aquí toda la sociedad, sus actores e instituciones. Sus aspectos principales comprenden:
-libertad del pecado, esto es una invitación a liberarse de las cadenas del egoísmo, el rencor y la injusticia a través del amor y el perdón;
-amor al prójimo, esto es una vida guiada por el servicio a los demás, en contraposición a la búsqueda exclusiva del interés propio. Es decir buscando que el interés propio se convierta en el bienestar del prójimo;
-justicia divina, que incluye la promesa de una libertad plena en un Reino donde la equidad y la paz sean universales;
-y finalmente responsabilidad espiritual, reconocer que, por ser libres, somos responsables ante Dios por nuestras acciones y más específicamente en cómo tratamos a los demás.
Jesucristo plantea una libertad que no es solo externa, sino también interna, una liberación de aquello que oprime al alma. Es una libertad mayor, la de los hijos de Dios.
Ambas miradas de la libertad tienen muchos puntos en común, si bien una está enfocada en la economía y el individuo, y la otra en lo espiritual y colectivo, ambas comparten muchos puntos de encuentro. Las dos visiones enaltecen la libertad individual, tanto Milei como Jesucristo ven al individuo como el centro de su mensaje. En el liberalismo, el individuo es libre de tomar decisiones económicas; en el cristianismo, el individuo tiene libre albedrío para elegir su camino espiritual y este implica al económico y social.
Ambas posturas rechazan la opresión, el liberalismo critica la intervención estatal que limita el potencial humano, mientras que el evangelio denuncia estructuras sociales y religiosas que oprimen al ser humano. Ambos discursos coinciden en que la libertad conlleva una responsabilidad personal. Para Milei, esto implica aceptar las consecuencias de las decisiones propias; para Jesucristo, ser responsables ante Dios y el prójimo. Y por último, la búsqueda de la justicia, aunque desde perspectivas distintas, ambos promueven un mundo más justo: el liberalismo desde la equidad económica que surge de un mercado libre, y el evangelio desde la justicia divina y el amor al prójimo.
Por supuesto, también existen diferencias cruciales. La libertad de las ideas de la libertad está anclada en un marco materialista y económico, mientras que la de Jesucristo trasciende lo terrenal, enfocándose en el alma. Además, Milei prioriza el interés individual como motor de la sociedad, mientras que Jesucristo propone la decisión de libre entrega y el sacrificio por el bien colectivo.
La comparación entre estas dos visiones revela que la libertad es un concepto profundo y multifacético. Milei y Jesucristo abordan este ideal desde ámbitos distintos, pero comparten la convicción de que la libertad es esencial para una vida plena. La libertad que otorga el evangelio es infinitamente mayor que la del mercado.
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