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Suplemento Economía Domingo 2 de Enero de 2011

Luiz Inacio Lula Da Silva: ex presidente de Brasil

Entre los desafíos que le quedan a Brasil por resolver a partir del 1 de enero, quizá el más pesado sea la sombra del liderazgo inédito que construyó Luiz Inácio Lula da Silva en ocho años de Gobierno, cuya figura influirá sobre la política brasileña de los próximos años, sea cual fuere la decisión sobre su futuro.

Redacción

Por Redacción

Para Brasil es el fin de una era, para Lula un cambio personal tan fuerte como el que vivió al subir por primera vez la explanada del Palacio del Planalto, en Brasilia, la que se vistió de gala ayer luego que el primer obrero presidente le entregara la banda "verde amarela" a la primera mujer presidenta que él escogió para sucederlo, Dilma Rousseff.
De las seis elecciones presidenciales disputadas desde la redemocratización de Brasil, Lula da Silva fue candidato en todas, menos en la última, de la que desistió participar a pesar de las presiones de su partido para forzar constitucionalmente un tercer mandato (según relata la Agencia Telam). Una decisión inédita que comenzó a marcar su despedida del poder, o por lo pronto del Gobierno.
Casi como una paradoja, esa campaña electoral de octubre lo tuvo en el pico de su popularidad y como principal protagonista en torno al cual giraban las propuestas y críticas de todos los candidatos, pero es esa misma presencia y peso en la política brasileña la que abre interrogantes sobre cuál será su futuro al pasar a la galería de los ex presidentes.
En los últimos meses, su nombre surgió como posible para ocupar la conducción de las Naciones Unidas, del Banco Mundial, de la Unasur tras la muerte del ex presidente Néstor Kirchner; de la FAO, la agencia para la alimentación de la ONU; de la Acnur, la agencia para los refugiados, pero a todas las posibilidades se encargó de bajarle el pulgar.
"No tengo planes. No puedo dejar la Presidencia y esperar entrar en actividad política el día 2 (de enero). Tengo que desencarnar la presidencia, el papel de presidente. No lo quiero olvidar, pero sí quiero sacarlo de dentro mío y volver lo más posible a la normalidad para poder hacer política sin competir con quien está gobernando", afirmó en las últimas semanas en un intento de explicar tanta incertidumbre creada en torno a su futuro.

Difícil misión

Pero desencarnarse del poder será una misión difícil para un presidente que abandona el poder con una popularidad del 87 por ciento, inédita en la historia institucional de Brasil para un mandatario que culmina dos gestiones de gobierno.
Entre tantas incógnitas sobre su futuro, la idea más certera es que el actual Presidente se va a dedicar a la creación del Instituto Luiz Inácio Lula da Silva, que se anticipa tendrá la estructura del Instituto Ciudadanía, ligado al Partido de los Trabajadores, que ya presidió antes de llegar al Gobierno y que se encargó de cuidar su legado presidencial en estos ocho años.
Tal como hizo su antecesor Fernando Henrique Cardoso, Lula contará en su instituto con varios de los hombres que lo acompañaron en sus dos gestiones y para ello se menciona a su ministro de Relaciones Exteriores, Celso Amorim; a los ex ministros de Justicia Marcio Bastos; de Desarrollo Luiz Furlán; de Derechos Humanos Paulo Vannuchi; y hasta su asesor presidencial Marco Aurelio García si este no encuentra continuidad en el Gobierno de Rousseff.
Los medios brasileños ya dieron cuenta de que el Instituto tendrá su sede en la capital paulista, desde la cual podría reeditar por el interior del país la Caravana de la Ciudadanía que encabezó en 1994 para supervisar logros y fallas de sus gobiernos, pero también ambiciona desde allí las políticas de desarrollo y de combate contra la pobreza y el hambre reconocidas internacionalmente.
Este año Lula da Silva expresó su voluntad de llevar su experiencia a países de Centroamérica y de Africa que podrían sacar provecho de los programas de combate al hambre; de agricultura familiar; de promoción de las microempresas y del desarrollo de combustibles alternativos como el etanol.
Pero el mandatario también advirtió que nunca dejará la política y comprometió su colaboración para los desafíos todavía pendientes que dejará a Rousseff, mientras no deja de coquetear con la reelección en 2014.
Al tiempo que dijo que renunciar a la política sería "una misión imposible" y que como “político nato” a la aspiración a la presidencia “uno nunca puede decir que no”, en otra oportunidad aclaró: "Dilma será mi candidata en 2014. Todo presidente tiene derecho a la reelección si hace un buen gobierno”.

Consejero

Por lo pronto, muchos anticipan que Lula –tal como prometió en más de un acto de campaña- será el consejero y principal articulador político al menos de la primera etapa de Gobierno de Rousseff, dentro de lo cual también se suma su promesa de dedicarse a trabajar por una demorada reforma política que abriría la posibilidad de consolidar una gran coalición de partidos de izquierdas.
En el “día después” Lula regresa a su casa, en el duodécimo y último piso de un edificio de Sao Bernardo do Campo, Gran Sao Paulo, donde construyó su trayectoria sindical y política en los años 70 y donde decenas de amigos y sindicalistas preparan festejos y homenajes.
A unos 3.000 kilómetros al norte de Sao Bernardo do Campo, en Garanhuns, estado de Pernambuco, donde el primer obrero presidente nació hace 65 años, se prepara el Museo Lula, que contará la trayectoria de vida del presidente y el legado aún vivo de lo que los cientistas llaman el Lulismo, algo mucho más amplio que el partido de los Trabajadores y de su laboriosa alianza de centro izquierda que sólo él puede encarnar.

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