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Suplemento Economía Domingo 16 de Octubre de 2011

Hacemos caso omiso de las reglas económicas

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Lilian Koper

Por Lilian Koper

En Enero de 2010 tomó estado público la resistencia del Presidente del Banco Central de la República Argentina (BCRA) a ejecutar los órdenes emanadas del Poder Ejecutivo respecto a usar Reservas Internacionales para el pago de la deuda argentina.

El tiempo pasó, el Lic. Redrado fue desplazado de su puesto, el presupuesto nacional no fue modificado para tomar en cuenta los nuevos números, y los acontecimientos siguieron su curso, aparentemente, sin mayores problemas.

En Febrero de 2010, ofrecí una exposición donde analicé a grandes rasgos cuáles podrían ser los efectos de la apropiación de las reservas internacionales por parte del Gobierno Nacional. La intención era mostrar cómo era el funcionamiento del sistema monetario y del mercado cambiario para poder entender los posibles efectos de la embestida.

Veinte meses más tarde, los números muestran que esos efectos se hicieron realidad.

Algunos de los hechos que podemos detectar son:

* El patrimonio de esa Institución ha disminuido en casi 33% medido en dólares.

* Las reservas sólo aumentaron 1.3%

* La tenencia de Títulos Públicos aumentó 142% medida en pesos y 119% en dólares.

* La expansión de la Base Monetaria (cantidad de moneda nacional emitida) fue de 53% medida en pesos y 39.7% en dólares. La Base Monetaria a Agosto 2011, según cifras de BCRA, viene creciendo al ritmo del 39.4% anual (medido en pesos). Para todo el año 2008 fue del 10.5%; en el 2009, 11.5% y 31.6% en el 2010.

En otras palabras, el activo del BCRA perdió calidad, ya que se canjearon reservas en monedas duras por deuda del Estado Nacional y a su vez se activó la maquinita de imprimir billetes a un ritmo que para nada condice con la medida de la inflación que publica el INDEC.

En nombre de la ideologización de los problemas que nos aquejan, volvimos a hacer caso omiso a las reglas económicas y, lo que es peor, olvidamos que nuestro pasado nos condena. En efecto, durante muchos años, supimos avalar el comportamiento de los gobiernos que financiaban sus gastos con la impresión de billetes. El proceso hiperinflacionario de 1989/1990 puso fin a ese comportamiento por más de una década. La convertibilidad nació en respuesta a la necesidad de reinstalar la confianza en la moneda nacional a partir de la existencia de un respaldo concreto de la misma. Paralelamente a esto, se logró la autarquía del Banco Central. La aventura de la impresión de moneda sin respaldo quedaba acotada. Pero la convertibilidad requería el cumplimiento estricto de pautas fiscales que, al no atenderse, generaron tensiones y desajustes que terminaron por poner en riesgo el funcionamiento del sistema.

De todas maneras, la razón básica que derivó en el establecimiento del régimen de convertibilidad nunca dejó de tener vigencia: la necesidad de frenar, de todas las maneras posibles, la capacidad de cualquier gobierno de financiarse con la impresión de billetes sin respaldo, y evitar una fuerte devaluación de la moneda local.

Por cuestiones que no estoy en condiciones de comprender, tenemos la insana costumbre de simplificar el análisis de los problemas, parcializando miradas e imponiendo etiquetas ideológicas que, generalmente, conducen a que las causas profundas queden sepultadas. Si bien la convertibilidad misma es demasiado compleja como para analizarla en sólo unos párrafos, ningún análisis debería dejar de lado una de las razones principales para su establecimiento: impedir a los gobiernos que, a través del impuesto inflacionario, creen más y más pobreza en el país, devastando la confianza en la moneda local.

Ortega y Gasset dijo: “El pasado tiene razón, la suya. Si no se le da esa que tiene, volverá a reclamarla y, de paso, a imponer la que no tiene."

A principios del 2010, Argentina volvió a darle la espalda a las razones del pasado. Como resultado de ello, hoy nuestra moneda perdió confianza y el impuesto inflacionario erosiona los ingresos de los habitantes. Se genera incertidumbre en el horizonte de los que deben tomar decisiones de inversión, se distorsionan los precios relativos, se afecta la competitividad de nuestras exportaciones y, una vez más, la fuga de capitales vuelve a tener plena vigencia. El BCRA, que ha perdido su autarquía, trata de mantener el tipo de cambio a costa de la pérdida de sus reservas.

Esta película ya la vimos. El final siempre fue nefasto para el país.

Lic. Lilián Koper

M.A. in Economics

Terapeuta y Capacitadora en Disciplinas Holísticas

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