Por José Calero
El
paro nacional y el Foro Económico Mundial realizados el mismo día
graficaron los contrastes en la Argentina a partir del cambio de
rumbo impulsado por Mauricio Macri, cuyo éxito continúa siendo una
incógnita.
La "grieta" política, profundizada por la verba embravecida del
kirchnerismo, que hasta llegó a dividir familias, se notó también
ante la primera huelga a nivel nacional lanzada por la CGT contra
el gobierno.
Las calles desiertas por el paro total del transporte público,
y las camionetas Hilux con la leyenda "Yo no paro" circulando por
algunas avenidas porteñas, reflejaron hasta qué punto el país
continúa dividido.
Esa división se refleja en forma notoria en las redes sociales,
donde la disputa entre el kirchnerismo y el macrismo se libra
cuerpo a cuerpo, como una guerra de trincheras virtual.
Si bien el gobierno parece cómodo en ese enfrentamiento, e
incluso hasta lo alentaría rumbo a las elecciones legislativas, la
ausencia de unidad nacional representa un duro desafío para la
política económica.
Históricamente, los países se recuperaron económica y
socialmente a partir de sociedades enfocadas detrás de un objetivo
común, atributos que en el caso argentino aparecen cada vez más
distantes.
El paradigma que confirma la necesidad de sociedades
mancomunadas detrás de un mismo objetivo fueron los hechos
ocurridos tras la Segunda Guerra Mundial, donde como nunca en la
historia la mayoría de los países se enfocaron en la recuperación
de sus economías para alcanzar una paz duradera.
En cambio, la Argentina sigue dividida y con un profundo
desacuerdo sobre cuál es el mejor camino para lograr el
crecimiento económico.
Mientras, casi medio país añora el intervencionismo estatal
aplicado por el kirchnerismo durante doce años y medio, con su
asistencialismo permanente, subsidios discrecionales a distintos
sectores y el cierre de la economía creyendo que el país podía
sobrevivir casi sin contacto con el mundo.
La otra mitad se identifica con el proyecto de la alianza
Cambiemos, con fuerte acento en el modelo agroexportador, la
apertura económica y la atracción de inversión extranjera, pero
sobre todo manifestando una activo rechazo al populismo.
El problema es que ambos modelos no pueden convivir, y
seguramente volverán a dirimir fuerzas en el próximo paso
legislativo de octubre.
La Casa Rosada parece cómoda con esa alternativa, e incluso el
presidente Macri se mostró desafiante tras el paro de la CGT y
dijo que las diferencias en las visiones sobre el modelo político
económico "se dirimirán en las urnas".
El Gobierno se mostraba más cauteloso hasta que el primero de
abril último una multitud salió a las calles en defensa de la
democracia pero también para dar señales de hartazgo al creciente
intento kirchnerista de tomar los espacios públicos para
multiplicar las protestas contra Macri y, tal vez, anticipar su
salida del poder, como lo demostraron los camporistas que llevaron
´minihelicópteros´ a las marchas, recordando a Fernando de la Rúa.
"Siento que no paró el país, al contrario: se activó lo más
importante que tenemos en discusión, fue un activador del cambio",
dijo Macri el día después de una medida de fuerza que tuvo alto
impacto por la parálisis del transporte público.
Para Macri, esa huelga permitió "como nunca, lograr una toma de
conciencia, una profundización del debate para construir el
futuro".
En el Foro de Davos realizado en Puerto Madero, los
participantes vivieron como una curiosidad el despliegue de
fuerzas de seguridad en los alrededores del Hotel Hilton, sede del
evento.
Acostumbrados a observar la actividad de las fuerzas de
seguridad en los foros internacionales por la amenaza del
terrorismo, a los asistentes no les generó demasiada preocupación,
pero sí en cambio interrogantes sobre la capacidad de
supervivencia de la propuesta liderada por Macri, que cuenta con
fuerte adhesión en el establishment internacional.
"Estamos de acuerdo con casi todo lo hecho por Macri. La duda
es si será sostenible en el tiempo", fue el diagnóstico repetido
en boca de varios participantes del Foro Económico tras palpar de
cerca las calles de Buenos Aires.
En los últimos meses, los fondos de inversión comenzaron a
derivar parte de sus capitales hacia la Argentina, por indicadores
de referencia como el de Morgan Stanley, que puso el país de nuevo
en el radar mundial, pero siguen de cerca los comicios
legislativos.
Un revés demasiado duro de Cambiemos en esa pulseada
legislativa podría convencer a muchos de la necesidad de dar
marcha atrás con sus proyecciones de inversión en el país.
Está claro que el capital internacional aspira a que el
kirchnerismo se transforme en un mal recuerdo de lo que pudo
ocurrir en la Argentina, a la que muchos imaginaban camino a un
proceso irreversible de ´chavización´.
En forma abrupta, ese modelo de asistencialismo fue cortado de
plano por el sorprendente triunfo de Cambiemos en los principales
distritos del país, lo cual llevó tranquilidad a los inversores
internacionales.
El número dos del FMI, David Lipton, dijo incluso que la
política económica de Macri "evitó un desastre" en la Argentina.
Como si fuera un funcionario, Lipton también cuestionó la
"herencia" recibida por Cambiemos y coincidió con la mirada del
jefe del BCRA, Federico Sturzenegger, al considerar que "hasta que
no baje la inflación en forma importante no habrá un crecimiento
económico sólido".
Al número dos del FMI le faltó decir "háganse cargo de una
vez", como les vociferó el jefe de Gabinete, Marcos Peña, a los
legisladores kirchneristas días atrás.
A propósito de Sturzenegger, se va convirtiendo en un personaje
cada vez más relevante en la política económica, y muchos dicen
que más que presidente del BCRA, parece el ministro de Economía,
lo cual no le hace gracia alguna a Nicolás Dujovne, el jefe del
Palacio de Hacienda.
Sturzenegger se plantó en su objetivo de colocar al costo de
vida en la zona del 17 por ciento anual para cuando termine el
2017, y parece dispuesto a usar toda la batería del BCRA para
lograrlo.
Suba de tasas y absorción de pesos en el mercado es parte de la
estrategia, pero el problema es que esas medidas van en contra de
la necesidad que tiene el gobierno de poner en marcha los motores
de la producción y aumentar el consumo.
Macri tendrá la última palabra: al fin de cuentas, de controlar
la inflación y reactivar la economía depende buena parte de su
futuro político y el de la alianza gobernante.
Los comentarios de este artículo se encuentran deshabilitados.