Por Redacción
Por José Calero
Como
si huyera de la peste, la clase política le esquiva el bulto al
inevitable "sinceramiento tarifario" que exige el sistema de
servicios del país para seguir funcionando, y que involucra
subtes, trenes, colectivos, electricidad, gas, agua, peajes y
otros.
Nadie quiere convertirse en el villano de esta historia y así
se avanza hacia un callejón sin salida, donde usuarios y
consumidores -rehenes por ejemplo de un sistema de transporte que
los maltrata a diario- sólo esperan el momento en que la espada de
Damócles caerá sobre sus extenuados bolsillos.
La pelea entre Cristina Fernández y Mauricio Macri de los
últimos días -Congreso mediante- es un buen ejemplo de este
momento clave que atraviesa un modelo económico necesitado de
correcciones que ahora parece nadie animarse a tomar.
Cristina intentó recorrer el camino de la eliminación de
subsidios distorsivos aprovechando el empuje político del 54 por
ciento de los votos.
Pero lo desandó rápido en cuanto le pusieron sobre su
escritorio encuestas alarmantes: la sola insinuación de sus
intenciones le había hecho perder entre 10 y 14 puntos de imagen
positiva, según la consultora que la midiera.
A esta altura de los acontecimientos, sólo el amianto que
parece rodear a algunos funcionarios parece sostener estadísticas
del INDEC que son el hazmerreír del mundo, y que hablan de una
inflación de un dígito cuando todas las variables se ajustan entre
25 y 30 por ciento.
Desde el punto de vista económico, la Argentina vive una
ilusión óptica a la que ahora se pretende hacer sobrevivir echando
mano de las reservas del Banco Central y tratando de captar más
fondos de los jubilados vía organismos como la ANSES, mientras los
precios sostenidos del complejo sojero continúan siendo el
principal sostén.
El problema de la economía ya no pasa sólo por la posible
pérdida de imagen presidencial.
Un escenario complicado y la desconfianza cada vez más
pronunciada del mundo de los negocios hacia la administración
kirchnerista empiezan a impactar con fuerza en el nivel de
actividad.
La industria de la construcción -la más dinámica junto con la
automotriz- registró en febrero una caída del 4,5 por ciento.
El cepo a las importaciones está provocando, como ya ocurrió
con el dólar, dolores de cabeza en muchos sectores fabriles.
Los permisos de construcción cayeron 30 por ciento en la Ciudad
de Buenos Aires, el nivel de escrituraciones dejó de crecer y la
gente, que gastó a manos llenas el último verano, toma más
precauciones a la hora de consumir.
Buena parte de los aumentos que registran las estadísticas,
como los que muestra la recaudación, están más vinculados al
efecto inflacionario que a una mejora en los niveles de actividad.
MUNDO ENOJADO
La Argentina debió adoptar medidas para cerrar aún más su
economía en los últimos meses, preocupada por la fuga de divisas y
una reducción acelerada de su superávit comercial.
Lo hizo en momentos en que el hemisferio norte atraviesa una
severa crisis y necesita colocar sus productos en las naciones
emergentes del sur.
Tal vez por ello, Estados Unidos, los países de la Unión
Europea y algunas naciones latinoamericanas y asiáticas
reaccionaron y criticaron con dureza el modelo económico que
aplica el país, que va a contramano de lo que le exige la OMC.
Un grupo de 40 países presentó una dura declaración contra la
política comercial que aplica la Argentina.
La crítica ya se había insinuado con una medida concreta por
parte de los Estados Unidos, que sacó al país de un régimen de
preferencias arancelarias por no pagar deudas a dos compañías
norteamericanas tras un fallo del tribunal CIADI del Banco
Mundial.
Pero ahora subió de tono y apuntó a la columna vertebral del
plan de hierro que tiene al secretario de Comercio Interior,
Guillermo Moreno, como cabeza de playa.
Una nota presentada por un conjunto de países ante la OMC en
Ginebra castigó las "medidas restrictivas" aplicadas por la
Argentina.
La queja también fue firmada por México, Costa Rica y Panamá,
que coincidieron en que la Argentina atraviesa un proceso de
"falta de transparencia".
También cuestiona la "profunda incertidumbre" que genera el
país con sus políticas.
En la misma línea, los industriales de San Pablo montaron en
cólera contra la Argentina.
Para ellos, el método Moreno para las importaciones es tan
"indescifrable" como el sistema cambiario argentino lo es para el
BID y otros organismos, los cuales ya advirtieron que el sistema
argentino, donde conviven tres valores para la divisa
estadounidense, no tiene cabida en variable alguna.
El dólar "oficial", que casi nadie ya puede comprar, cotiza a
4,40 pesos, el paralelo, que se adquiere en las cuevas a
escondidas de los inspectores, vale 4,90 y el más sofisticado
"contado con liqui", a través de la triangulación de bonos en
dólares, vale, 5,20.
Semejante ´esquizofrenia cambiaria´ parece empezar a darle la
razón a quienes sostienen que la Argentina va camino de ser
indescifrable.
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