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Suplemento Economía Domingo 23 de Noviembre de 2014

El billete de $ 100 alcanza para comprar cada vez menos cosas

La desvalorización de la moneda a causa de una inflación real mayor a la reconocida por el Gobierno permite concluir que un billete de cien pesos perdió sustancialmente poder de compra. En este informe de la consultora Ecolatina se analiza el impacto del aumento general de los precios en la economía.

REDACCION

Por REDACCION

El índice del IPC Ecolatina superó el 1.000 por ciento. Teniendo en cuenta que el mismo se calculó a partir de 2007 empalmando la serie del IPC GBA elaborado por INDEC (base 1999=100), podemos concluir que en los últimos quince años el nivel de precios se multiplicó por diez. La misma conclusión se llega analizando el IPC San Luis y el IPC Congreso.

De esto se deriva que $ 100 de hoy tienen el mismo poder de compra que $ 10 a fines de la década de los noventa. Podríamos decir que virtualmente, le hemos sacado un cero al poder de compra del peso. Esto no es nuevo en la historia argentina, en los últimos cien años nuestra moneda cambió de nombre varias veces y, en el camino, perdió trece ceros.

El problema de la creciente nominalidad se agudizó en los últimos años cuando la inflación anual se ubicó persistentemente en los dos dígitos, lo cual es muy elevado para los estándares internacionales, e incluso a nivel regional. Esta situación nos lleva a preguntarnos si, más allá de lo que suceda con el ingreso en términos reales, convivir con una inflación estructuralmente elevada altera o no el normal desarrollo de nuestra vida económica.

Como es sabido, pese algún estímulo de corto plazo, la elevada inflación termina siendo perjudicial para el proceso económico, especialmente si algunos precios se retrasan (Ej: tipo de cambio nominal y tarifas de servicios públicos). Si bien son muchos los inconvenientes asociados a una elevada inflación (brinda señales erróneas, dificulta la inversión, etc), en este escenario nos concentraremos en los problemas ligados a la pérdida de poder de compra del billete de mayor denominación ($ 100).

Realizar transacciones cotidianas con billetes de bajo poder de compra dificulta las operaciones y genera costos innecesarios a los ciudadanos. En este marco se hace imperioso crear billetes de mayor denominación que sean consecuentes con las necesidades transaccionales, sean estos de $ 200, $ 500 o incluso $ 1.000. De todas formas si esta decisión no es acompañada por un esfuerzo real por reducir la inflación, estas medidas no serán duraderas y se necesitará nuevamente imprimir un billete de mayor denominación.


CRECIENTE COSTO

En una economía con alta inflación cualquier cifra nominal que no se ajuste regularmente (mínimo no imponible de ganancias, tope nominal de la coparticipación, etc.) corre el riesgo de atrasarse respecto de la suba de precios. Que el nivel general de los precios al consumidor se haya multiplicado por diez en los últimos quince años y seguimos teniendo el mismo billete de máxima denominación ($ 100), es un grave problema. 

El atraso en el poder de compra del billete de máxima denominación es muy claro. Hoy con $ 100 se puede comprar –en promedio- lo mismo que con $ 10 a fines de los noventa (virtualmente le sacamos un cero a nuestra moneda). De hecho, en 1999 se necesitaban cerca de $ 60 para comprar una canasta básica alimenticia (CBA), es decir una sexta parte del billete, mientras que hoy dicha canasta cuesta $ 1.070, más de diez billetes de $ 100.

El problema no sólo surge al contrastar con nuestra historia reciente, sino también al comparar con otros países de la región. Por caso, en Uruguay se necesitan sólo 1,3 billetes de máxima denominación para adquirir una CBA, en Colombia 1,8 y en Brasil 4. Situación similar se da cuando comparamos los distintos valores en dólares del billete de mayor valor. 

Este problema implica cargar con una gran cantidad de billetes para realizar transacciones regulares (pagar impuestos, salidas o las compras del mes en el supermercado) complejizando operaciones ordinarias y generando un creciente costo. 

El mayor inconveniente asociado a una multiplicación tan significativa en los precios es el llamado “costo de suela de zapato”, el cual alude a los cambios en el comportamiento de los agentes en contextos de inflación. Puntualmente, los agentes económicos deben ir más a los cajeros ya que necesitan cada vez más billetes para hacer las mismas transacciones.

El inconveniente también se transfiere a los bancos, los cuales cada vez necesitan de más cajeros para cubrir la creciente necesidad de efectivo de la población. A su vez, estos se usan más intensivamente y, por lo tanto, demandan mayor mantenimiento. El problema también es logístico, la necesidad de transportar, almacenar y velar por la seguridad de tantos billetes implica un costo para el banco que es transferido finalmente al cliente.

Un billete de máxima denominación con tan poco poder de compra no sólo es incómodo de usar, sino también implica un peso sobre las arcas públicas. Desde 2007 hasta hoy se gastaron más de 7 mil millones de pesos (a valor actual) en impresión de billetes y monedas, este gasto podría haber sido significativamente menor si contáramos con billetes de mayor denominación. 

No sólo porque a mayor denominación menos billetes se necesitan, sino también porque su desgaste sería menor y, por lo tanto, también su recambio. Además, en los últimos años la impresión tendió a concentrarse especialmente en billetes de $ 100 y $ 50, al punto tal de que hoy en día más de 70% de los billetes en circulación es de esta denominación (vs. 50% en 2007).

Un punto interesante a destacar, es que la caída en el poder de compra del billete no es homogénea entre rubros producto del significativo cambio de precios relativos de los últimos años. Los precios de los alimentos crecieron claramente por encima del resto y los bienes y servicios públicos ajustaron muy por debajo de la media. Por lo tanto, un billete de $ 100 de hoy equivale a $ 6 de 1999 si su destino es la compra de alimentos, pero es el equivalente de $ 15 de 1999 si se gasta en adquirir bienes y servicios regulados en el GBA.

En relación a la problemática que genera la pérdida de valor del billete, existieron varios proyectos de ley cuyo objetivo fue la creación de billetes de $ 200 y $ 500, pero no tuvieron un tratamiento exitoso. Informalmente, el oficialismo aduce que la incomodidad que genera sostener billetes de baja denominación se compensa con el incentivo a una mayor bancarización de la población, y dificulta el funcionamiento de actividades ilegales.

Si bien esto es cierto (los países que menos utilizan papel moneda suelen ser los más desarrollados y económicamente complejos), la búsqueda forzada de este objetivo no parece ser el mejor camino a recorrer.

Todo parece indicar que las razones reales por las cuales no se crea un billete de mayor denominación consecuente con las necesidades de la población radican en la negativa del Ejecutivo a reconocer la verdadera inflación. Según las subvaluadas cifras oficiales de precios, en la actualidad con $ 100 se puede comprar lo mismo que con $ 25 en 1999.

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